Concierto 'formal' al final de las Jornadas de Nova Música

Después del acto inaugural, en la Fundación Miró, de las I Jornadas Internacionales de Nova Música, del que en su día se dio cuenta (véase EL PAIS del día 23 de septiembre), la villa de Sitges ha sido escenario musical de una serie de manifestaciones del más variado signo estético y sociológico. Junto a conciertos y espectáculos con elementos musicales de fondo (acciones sonoras Dadá, recital para piano y danza), han tenido lugar cursos de composición (Coriun Aharoniana, Joan Guinjoan, Mestres-Quadreny, Luigí Nono), de interpretación (Martí Colomer, Claude Helffer, Xavier Joaquim, Siegffie...

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Después del acto inaugural, en la Fundación Miró, de las I Jornadas Internacionales de Nova Música, del que en su día se dio cuenta (véase EL PAIS del día 23 de septiembre), la villa de Sitges ha sido escenario musical de una serie de manifestaciones del más variado signo estético y sociológico. Junto a conciertos y espectáculos con elementos musicales de fondo (acciones sonoras Dadá, recital para piano y danza), han tenido lugar cursos de composición (Coriun Aharoniana, Joan Guinjoan, Mestres-Quadreny, Luigí Nono), de interpretación (Martí Colomer, Claude Helffer, Xavier Joaquim, Siegffied Palin, Anna Ricci, Caries Santos, Cesc Gelabert.y Jesús Villa. Rojo), ponencias sobre las coordenadas fundamentales de la música catalana actual, desarrolladas por Joaquím Homs, Benet Casablancas, Xavier Benguerel y Josep Soler, y unas mesas redondas en las que intervinieron Llorenç Barber, Joan Brossa, Luigi Nono, Salvador Oliva, Xavier Rubert de Ventós, Ramón Barce, Friederich Hommel, Luigi Pestalozza y Coriun Aharoniana.

I Jornadas de la Nova Música

Orquestra Ciutat de Barcelona. Dirección: Joan Lluis Moraleda. Solista: Ciaude Helffer, pianista. Estreno: Palau de la Música Catalana. Barcelona, 29 de septiembre de 1982.

Fantasía en Sitges, normalidad en Barcelona

Tras latantasía desplegada en los actos desarrollados en Sitges, las Jornadas terminaron con un concierto formal, que tuvo lugar en el Palau de la Música de Barcelona, con obras de Nono, John Cage, Josep María Mestres-Quadreny y Robert Gerhard, compuestas en el decenio 1957-1967, nota a destacar, ya que es el momento en el que cristaliza y se acentúa la distensión surgida de la duda. relativa sobre el valor del serialismo.Ejemplo calificado de esta actitud es la Sinfonía nº 4 -New York-, de R. Gerhard (compuesta en 1967), de signo marcadamente atemático, página contemporánea de una serie de piezas del mismo autor inspiradas en los signos del zodiaco (Géminis, Libra, Leo), en las que es sensible el alejamiento de la preceptiva serial. La sinfonía, en la que culmina un proceso de atonúzación temática, se estructura en diversos bloques muy interesantes por, sus elevadas sugestiones tírnbricas y sonoras -las cuales no guardan relación alguna con la descripción que de ellas se hace en el programa de mano, que se refiere al Concierto para violín y orquesta, que desde 1945-.

Un estreno de Mestres-Quadreny

De Mestres-Quadreny se estrenó Antiodes (1964), una excelente partitura que denota el acusado sentido musical de su autor, que desarrolla inteligentemente métodos muy personales de creatividad, a la busqueda de una expresión esencial -destacamos el adecuado uso de glissandi en la segunda pieza-. De la obra trasciende una honda seriedad conceptual, no reñida con las premisas de su radical modernidad.Per Bastiana tai-yang chen, para orquesta y cinta, de Nono, mantiene vivo, un expectante clima de tensión sonora, que trasciende el empleo continuado del cluster orquestal, en el, que especulacon los contrastes de esta persistente masa sonora. A pesar de las motivaciones políticas y sociales que Luigi Pestalozza considera incorpradas a la página, ésta se sostiene por la evidente musicalidad de su desarrollo.

El tiempo ha evaporado en gran parte las esencias del ingenuismo sonoro de John Cage, hermano menor de aquel espíritu innovador que se llamó Marcel Duchamp. El Concierto para piano y orquesta, de Cage (1958), a veinticinco años vista, ha pasado a ser una muestra de una actualidad perteneciente a un pretérito cercano. De él, Claude Helffer ofreció una envarada versión de la parte solista.

Josep Lluis Moraleda dirigió las obras citadas con una total entrega profesional y, lo que es mejor aún, con singular eficiencia.

Dato interesante para la sociología del concierto: asistió el 5% del aforo del Palau. Se vendieron 110 localidades.

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