Tribuna

Una figura del nacionalismo musical

La figura de Federico Moreno Torroba debe enmarcarse en el amplio cuadro del nacionalismo musical español. Sus aportaciones más cuantiosas y singulares discurrieron por la vía del teatro lírico (zarzuela y ópera) y por la de la guitarra. Si la Sonatina, en las versiones para guitarra sola o con orquesta, corre por el mundo desde hace muchas décadas, Luisa Fernanda (la Luisa, como la denominaba el maestro) suponía siempre garantía de éxito y tabla de salvación de cualquier compañía de la zarzuela, tanto en España como en Latinoamérica.Formado con su padre, José Moreno Balle...

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La figura de Federico Moreno Torroba debe enmarcarse en el amplio cuadro del nacionalismo musical español. Sus aportaciones más cuantiosas y singulares discurrieron por la vía del teatro lírico (zarzuela y ópera) y por la de la guitarra. Si la Sonatina, en las versiones para guitarra sola o con orquesta, corre por el mundo desde hace muchas décadas, Luisa Fernanda (la Luisa, como la denominaba el maestro) suponía siempre garantía de éxito y tabla de salvación de cualquier compañía de la zarzuela, tanto en España como en Latinoamérica.Formado con su padre, José Moreno Ballesteros -un notable organista y director que llevó la batuta en el estreno de El amor brujo, de Falla, con Moreno Torroba al piano-, y con Conrado del Campo, uno y otro reafirmaron lo que parecía condición innata del compositor madrileño: cierto vuelo romántico, amor por la zarzuela basada en lo popular y voluntad de comunicación con el gran público, a través de un lenguaje sencillo, directo y elegante.

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De la mano de Andrés Segovia, Regino Sainz de la Maza, Narciso Yepes, John Willianis y cuantos fueron y son en el mundo de la guitarra, los pentagramas de Moreno Torroba ganaban cada día el aplauso de todos los públicos. Sus conciertos Romántico de Castilla e Ibérico (éste para cuatro guitarras) combinan el característico instru mento español con la orquesta, así como el Diálogo, los Romancillos, Fantasía flamenca, Homenaje a la seguidilla, la Tonada concertante y la Sonatina. Junto a estas obras grandes, un centenar de piezas para guitarra sola han abastecido el repertorio, apoyadas en la gracia melódica, el aire popularista, la adecuación instrumental y la fluída espontaneidad. Moreno Torroba enlazó con los autores guitarrísticos del XVIII y el XIX, con los Gaspar Sanz, los Ferrandiere los Sors y los Tárrega. Sin embargo, no puede acusarse a tanta página cordial de cultivar la pandereta, cuando su raíz estaba en las viejas escuelas boleras, los graba dos que ilustran la literatura de Mesonero, el modalismo de Pe drell o la búsqueda folklórica de Olmeda, Ledesma, Martínez Torner, Antonio José o García Lorca.

Cruce de influencias

En medio de un cruce de in fluencias que podían ser de signo francés, como en Falla y Turina, o de talante germánico, como Conrado del Campo, Federico Moreno Torroba supo ser el que era, lo que en un hombre que seguía el pulso de la última hora revela no limitación, sino decidida actitud.

Otro tanto cabría afirmar del Moreno Torroba autor teatral. El antecedente de sus mejores zarzuelas habría que buscarlo en Bretón, Chapí, Jiménez, Barbieri y Chueca, aun cuando el lenguaje armónico evolucionara, con el discurrir del tiempo, para acercarse a las soluciones populares más vigentes, lo que le llevó, probablemente, de la zarzuela a la comedia musical (por la que habít empezado en Las decididas, su primer estreno escénico), muy aproximada, en su espíritu y su letra, al mundo sainetero.

Ejemplo de un casticis;mo historicista fue Luisa Fernanda, situada en el Madrid de las corimociones isabelinas, cuyos números (pasa calle, habanera, mazurca, bolero) se prendieron en los labios españoles de los años treinta. Con Luisa Fernanda, Moreno Torroba señalaba siempre una "hija predilecta" y menos afortunada, Monte Carmelo, ambientada en Granada Sin olvidar La Caramba (sobre la célebre tonadillera Antonia Fernández), La chulapona, La marchenera, Maravilla, Maravilla, María Manuela y La mesonera de Tordesillas.

Ensayó la ópera en su juventud con La flor de mayo, estrenada en el Real poco antes de su clausura en 1925, y en su otra juventud, la de los noventa años, cuando Plácido Domingo protagonizó en la Zarzuela El poeta, en la temporada de 1980. Su admiración por Gerónimo Giménez indujo a Moreno Torroba a la conversión en ópera de La Tempranica. Quien recuerde las escenas finales de Luisa Fernanda comprobará la proximidad entre la sustancia musical de uno y otro compositor.

El tema del Quijote

En estos momentos, Torroba preparaba el estreno de un concierto de piano, programado por la Orquesta Nacional para la próxima temporada, y trabajaba en el ballet Don Quijote, tenia que ya había tratado anteriormente desde un doble prisma: el caballero andante y su escudero, por una parte, y el entorno paisajístico de Castilla por otra. Con el vasco Pablo Sorozábal, Federico Moreno Torroba era el último protagonista vivo en la historia de la zarzuela uno de cuyos capítulos finales acaba de cerrarse en Madrid.

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