Tribuna:

La primera doctora 'honoris causa' por la Universidad de Salamanca

El 10 de enero de 1922, el obispo de Salamanca, doctor De Diego y Alcolea, dirigió al rector y claustro de la universidad una petición en la que solicitaba que la universidad proclamara que santa Teresa de Jesús era acreedora a ostentar en su imagen los emblemas doctorales".En la sesión de claustro ordinario celebrada el 4 de marzo del mismo año, bajo la presidencia del vicerrector, don Miguel de Unamuno, tras oír el dictamen de la comisión de claustrales leído por el profesor de literatura, doctor García Boiza, se acordó "conceder por aclamación a la santa el título de doctora ...

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El 10 de enero de 1922, el obispo de Salamanca, doctor De Diego y Alcolea, dirigió al rector y claustro de la universidad una petición en la que solicitaba que la universidad proclamara que santa Teresa de Jesús era acreedora a ostentar en su imagen los emblemas doctorales".En la sesión de claustro ordinario celebrada el 4 de marzo del mismo año, bajo la presidencia del vicerrector, don Miguel de Unamuno, tras oír el dictamen de la comisión de claustrales leído por el profesor de literatura, doctor García Boiza, se acordó "conceder por aclamación a la santa el título de doctora honoris causa de la universidad, y celebrar un acto literario".

Este se celebró con la máxima solemnidad en el paraninfo de la universidad, el 6 de octubre de 1922.

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El propio rector, doctor Maldonado, en un excelente discurso expuso los méritos de santa Teresa, que justificaban el hecho de que, como había propuesto la comisión de claustrales, "la gloriosa Universidad de Salamanca empezara el ejercicio de su régimen autonómico con la concesión del título de doctor honoris causa a nuestra gran compatriota".

Contestó el obispo de la diócesis con un breve e inteligente discurso titulado: "Cómo contestaría santa Teresa, por mandado del señor obispo de Salamanca, a la declaración de doctora honoris causa de la universidad".

También pronunciaron discursos laudatorios el señor arzobispo de Valladolid, doctor Gandásegui; el presidente del Gobierno, señor Sánchez Guerra, y su majestad el rey Alfonso XIII, que, con la reina Victoria Eugenia, presidió el acto al que, por razones fáciles de comprender, no asistió Unamuno.

Este solemne acto académico fue acompañado de otros de muy diverso carácter: misas, sermones, procesiones, audiciones musicales, fuegos artificiales, corridas de toros, etcétera, culminando todo ello con la imposición a la imagen de la santa, en Alba de Tormes, del precioso birrete doctoral y de la pluma de oro, por sus majestades los reyes.

Una simpatía que pervive

Tal repercusión del otorgamiento del doctorado honoris causa por la Universidad de Salamanca a santa Teresa de Jesús, testimoniaba que, en amplísimas y heterogénicas zonas del pueblo español, continuaba viva la simpatía y admiración hacia esta mujer verdaderamente grande y popular, que da su nombre a una aromática planta (pluma de santa Teresa).

Recuérdese que de análoga manera y con la intervención de poetas como Lope, Cervantes, Espinel, Calderón, etcétera, se celebró en toda España la beatificación y canonización de santa Teresa, y que también las Cortes de Cádiz, a propuesta del representante de Guatemala, señor Larrazábal, decidieron el 28 de junio de 1812 restablecer el Compatronazgo de las Españas, ya acordado por las Cortes de Madrid de 1617 y 1626, compatronazgo que provocó la apasionada y secular polémica en que tan inteligentemente intervino también el gran admirador de la santa escritora, don Francisco de Quevedo.

Los méritos de santa Teresa, que el obispo de Salamanca invocó para considerarla digna del doctorado honoris causa, fueron: "las bellezas literarias de sus escritos", la profundidad y sublimidad de sus conocimientos teológicos" y "las virtudes heroicas que hacen de ella algo así como un símbolo o expresión del carácter y virtudes de nuestra raza".

De ellos, el que mas resaltó la comisión de claustrales y también el rector fue el último, sobre el que precisamente ya habían llamado la atención dos tan grandes buceadores del pensar y del vivir español como Azorín y Unarnuno.

En el dictamen, en efecto, se habla de "intrepidez", "sublime tenacidad" y "magnanimidad", y el rector Maldonado habla de .corazón apasionado", "imaginación vehemente", "agudísimo ingenio", "inquietud espiritual", "avasalladora pasión por todo lo grande" y "espíritu andariego", relacionando todo ello con lo que llama "quijotismo racial".

Pero, como arriba indicábamos, antes que ellos ya Azorín y Unamuno vieron el carácter excelsamente representativo del alma española que ofrecían la vida y los escritos de esta portentosa mujer y escritora.

Así decía Azorín en su Diario de un enfermo (1901): "Yo amo a esta atormentada mujer con amor apasionado y mórbido. ¿Qué artista no lo amará? Teresa de Jesús es nuestra. Representa la fe omnipoderosa, el desprendimiento profundamente artístico de las terrenas cosas, el ansia de infinito, el vuelo firme y sereno al ideal...".

Opiniones de Unamuno

Por su parte, Unamuno abiertamente reconocía el carácter excelso y representativo de los escritos y del alma de santa Teresa, cuando escribía en sus ensayos Sobre la filosofía española y Del sentimiento trágico de la vida:

"Otros pueblos nos han dejado sobre todo instituciones, libros; nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale por cualquier instituto, por cualquier Grítica de la razón pura".

El escritor francés André Malraux, en su breve ensayo Civilización y crisis, escribía: "Cuando España creía en un tipo de hombre reconocido universalmente, los españoles recibían una auténtica formación y España era poderosa".

Es indudable que uno de los españoles que de manera más admirable y, eficaz contribuyó a fundamentar, robustecer y difundir esa formación y ese poder que aún siguen vivos y lozanos en la lengua, en la religión y en la cultura de múltiples gentes y pueblos, es santa Teresa de Jesús.

Y es indudable que ello lo logró y sigue lográndolo con su vida y con sus portentosos escritos, en los que, con insuperable realismo, vigor, claridad, profundidad y encanto, acertó a hablar de Dios y acertó a retratar su alma grande, generosa y ardiente.

Naturalmente que no me estoy refiriendo exclusivamente a la influencia literaria de su inimitable estilo o a las obras por ella inspiradas a escritores y artistas de diversas épocas y pueblos, como Lope, Cervantes, Calderón, Bernini, Richard Crashaw, Marquina, José del. Río, Ramón Sender, etcétera. Su influencia, desbordando la literatura y las artes, abarca también otros aspectos del vivir de incontables almas, y operante sigue en millones de católicos y no católicos.

Nada extraña, pues, que vivos aún los tres principales méritos de santa Teresa que en 1922 vieron los profesores de la Universidad de Salamanca, otras universidades de diversas naciones, con motivo del IV centenario de su muerte, hayan decidido otorgarle el doctorado honoris causa en el I Congreso Internacional sobre Santa Teresa de Jesús y la Mística Española, que este mes se celebra en Pastrana.

Alberto Navarro González es catedrático de Literatura Española de la Universidad de Salamanca.

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