La 'Documenta' de Kassel sustituye las vanguardias por el 'romanticismo individual'

176 artistas exponen mil obras de los estilos más variados de los cinco últimos años

La exposición Documenta 7, abierta el pasado 20 de judo en Kassel (República Federal de Alemania) y que será clausurada el próximo 28 de septiembre, representa uno de los acontecimientos más Importan- tes del mundo en lo que se refiere al arte de vanguardia. En esta ocasión 176 artistas de más de quince países muestran casi un millar de obras que representan a la creación de los últimos cinco años, en las que se mezclan los estilos más variados. Contra el pronóstico de algunos que ponían en dada la celebración de esta exposición, la Documenta resurge con más fuerza en su séptima edición y mues...

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La exposición Documenta 7, abierta el pasado 20 de judo en Kassel (República Federal de Alemania) y que será clausurada el próximo 28 de septiembre, representa uno de los acontecimientos más Importan- tes del mundo en lo que se refiere al arte de vanguardia. En esta ocasión 176 artistas de más de quince países muestran casi un millar de obras que representan a la creación de los últimos cinco años, en las que se mezclan los estilos más variados. Contra el pronóstico de algunos que ponían en dada la celebración de esta exposición, la Documenta resurge con más fuerza en su séptima edición y muestra un panorama nuevo en el que las vanguardias han sido sustituidas por un romanticismo individual.

Desde hace unos meses existía el rumor, cada vez más insistente, del hundimiento del prestigio de la Documenta de Kassel, sin duda el acontecimiento artístico de vanguardia más importante de los últimos treinta años. En esta línea de comentarios críticos, algunos de los cuales circularon por escrito a través de los canales especializados, se hablé de la responsabilidad que correspondía a Rudi Fuchs, el comisario encargado de esta séptima edición.Abierta al público el pasado día 20 de junio, el nubarrón de presagios que se cerma amenazadoramente sobre la muestra ha demostrado ser, sin embargo, una especie de tormenta de verano. Puesto que, si hay en ella muchos elementos polémicos, tanto en el planteamiento general como en la selección concreta de ciertos artistas invitados, nadie podrá acusarla de falta de método, rigor y estudiado montaje. En una palabra: que todas aquellas virtudes que la han acreditado tradicionalmente, desde la primera celebrada en el verano de 1955, se renuevan en esta séptima edición. Ahora bien, Kassel, además, se distinguió, también, por consagrar determinada tendencia -el Pop, el hiperrealismo, el arte conceptual, etcéteray, por eso, al margen de la seriedad del trabajo realizado en el montaje, cabe preguntarse por el argumento específico elegido en la presente ocasión.

Derrumbamiento de las vanguardias

En estos últimos años hemos asistido al derrumbamiento de la concepción vanguardista, con la consiguiente multiplicación de estilos individuales. No hay ya lugar para los dogmas: la moda es el eclecticismo. Y con semejante trasfondo, primar hoy una determinada tendencia se parecería más a una simple arbitrariedad que a una apuesta valiente. Fuchs se dio cuenta de ello y, según afirma en la presentación del catálogo, renuncíó incluso a poner un título a la exposición, tras desechar, eso sí, el muy significativo de bateau ivre, literalmente, "barco borracho", navegación a la deriva, sin rumbo fijo. Y es que una visión crítica del arte actual no puede apoyarse ahora en un tema, en un contenido prefijado: hay que cuidar mejor el modo, el estilo, el ritmo.Documenta 7, por tanto, lo mezcla todo: fórmulas, gustos, sistemas, edades. En ella se exhibe la obra de Richard Paul Loshe, constructivista suizo nacido el año 1902, pero también el expresionismo figurativo de Jean-Michel Basquiat, casi sesenta años más joven. ¿Se trata, entonces, de un mare magnum de confusiones? Personalmente, creo que no, ya que no se escamotean, ni se frivolizan los problemas y, sobre todo, se ha cuidado extraordinariamente ese ritmo y la correspondiente escenografía de presentación.

En cualquier caso, había que hacer rimar a 176 artistas, de más de quince países, con una suma global de obras que se aproxima al millar. Fuchs ha sido valiente al trenzar todos estos hilos, que ha convertido en una especie de partitura de ópera de fuerte sabor romántico. En el gran palacio central de exposiciones ha creado, por ejemplo, dos recorridos paralelos, que arrancan con un timbre muy espectacular: el de la derecha, con un impresionante muro dorado de Kounellis; el de la izquierda, con un largo pasillo, que se remata en una bellísima espiral de piedra, cristal y ramas de fresno, cuyo autor es Mario Merz.

El tono lírico tardo-romántico ya no decae en esta sucesión teatral de ambientes: una alineación de piedras de Richard Long, por ejemplo, ocupa el centro de una habitación adormada con cuadros abstractos de Warhol, cuyos suntuosos colores malva, salpicados de verde, contrasta con el gris wniza mineral. Se cruza un umbral y se recibe el impacto de un descomunal Immendorf, ardiente y épico; un paso más allá y es la textura áspera y el relieve grueso de un cuadro de Kiefer, o las enigmáticas siluetas de Sigmar Polke.

Así, con la melodía quebrada de una canción mahleriana, entre el lamento delicado y el grito, se van intercalando las impresiones. Este efectismo, que puede dar juego a la elegancia de Robert Mangold o a la fragancia barroca de Twombly, no elude casi nunca la reflexión. En este sentido, resulta particularmente aleccionadora la indicación de la trama conceptual que sostiene a la última figuración expresionista. Es una lección muy útil, pues aquí nos encontramos con casi todos los nombres de moda italo-germanos: Cuchi, Chia, Paladino, Clemente, Immendorf, Baselitz, Salomé, Knobel, Polke, Kiefer, Rainer, Richter... El acto más primitivo y la más sofisticada especulación se dan la mano en esta afirmación de la pintura, que quiere ser sabia e ingenua a la vez.

Hay también cuidadosas interrupciones con la ayuda de los maestros. Antes he citado la presencia estratégica de Twombly, que tiene un pequeño santuario con esculturas, además de la sensual serie pictórica de Bachus, pero podría haberme también referido a la habitación de Ryman,a la de Beuys, a los sorprendentes, toscos troncos de madera de Carl Andre, a los dibujos de Copley y Klossowski, al espacio de Claes Olderiburg, etcétera. Son como los contrapuntos de sabiduría, donde la experiencia asentada, que no es sólo oficio, reivindica el valor del estilo superador de las coyunturas de moda.

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