Reportaje:

El actor Mario Valdés supera en Barcelona 'el miedo a la calle'

La lluvia es la única censura que sufre su actuación callejera

El actor Mario Valdés, de origen peruano, sorprende al público de Barcelona con actuaciones callejeras que le han convertido en un personaje popular, cuya presencia sirve de entretenimiento para los niños y de motivo de reflexión para los mayores.

La única censura que tiene que superar es la que le impone la lluvia. "Al principio", comenta, "la calle me daba miedo". Mario Valdés nació en Cuzco (Perú) en 1950. Cuenta que a los cinco años andaba ya subido a los escenarios y que a los quince formó su propia compañía teatral. Tras trabajar varios años en Cuzco y Lima decide marchar a Europa...

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El actor Mario Valdés, de origen peruano, sorprende al público de Barcelona con actuaciones callejeras que le han convertido en un personaje popular, cuya presencia sirve de entretenimiento para los niños y de motivo de reflexión para los mayores.

La única censura que tiene que superar es la que le impone la lluvia. "Al principio", comenta, "la calle me daba miedo". Mario Valdés nació en Cuzco (Perú) en 1950. Cuenta que a los cinco años andaba ya subido a los escenarios y que a los quince formó su propia compañía teatral. Tras trabajar varios años en Cuzco y Lima decide marchar a Europa, donde había oído decir que el teatro es menos elitista. En 1973 se instala en París. En 1977 organiza el primer festival de Mimo sin fronteras, en Brunoy, junto a la capital de Francia, al que acuden representantes de 36 países. Al año siguiente viene a Barcelona para actuar primero en la Fundación Joan Miró y luego en distintas poblaciones. De ahí nuevamente a París, a Aviñón, a Nancy. En 1980 decide volver a Barcelona, gana el premio a la mejor calidad artística en el XIII Festival Internacional de Teatro de Sitges y decide instalarse en las calles de Barcelona. Hasta hoy.Todos los martes, sábados y domingos, si no llueve, se le puede ver en la calle de la Puerta del Angel rodeado de personas que lo miran, participan, se ríen y luego dejan unos duros en la gorra del actor.

"Al principio la calle me daba miedo. Me parecía que actuar en la calle era como ser menos que los que lo hacen en un escenario, pero me dije que el miedo es una enfermedad y que tenía que curarme; ahora estoy contento de haberlo hecho, es como una terapia comunicativa".

Sin argumento

Actúa con la cara totalmente pintada de blanco y unos gruesos labios rojos dibujados. Por lo general no tiene argumento alguno. Improvisa a partir de lo que ve. "El argumento deja a la gente fría", dice él. "En la calle la gente anda deprisa, por eso el espectáculo debe ser rápido; de lo contrario, no captaría su atención". Con frecuencia imita a quienes pasan o incluso a quienes se paran a mirarlo, porque "todos tienen su cosa: pasa un señor con su cartera de ejecutivo y yo le veo en la cara la angustia, entonces me angustio con él; otras veces es una señora con un niño, entonces me hago ingenuo; o una chica alegre moviendo las caderas, también la imito".No siempre la gente sonríe, más de una vez alguien se le ha encarado ante lo que considera una burla, entonces "yo les contesto, pero ¿de qué voy a burlarme? No me burlo, sólo trato de que nos divirtamos juntos de nuestra propia miseria, sólo procuro cambiar el drama por la risa, y se apacigua, incluso acaban echándome cinco duros. Una vez un señor me dio 3.000 pesetas, yo no quería, pero se empeñó".

Gana entre 1.500 y 4.000 pesetas por actuación, depende de los días y de la temperatura. "Esto va con la naturaleza", afirma contundente. "Cuando hace frío da pereza sacar la mano del bolsillo; en primavera y verano es distinto, el gesto es mucho más fácil y te dan más". Cuando menos se gana es en Navidad y en los finales de mes.

Colaboración municipal

Cuando Mario Valdés empezó a actuar en las calles de Barcelona apenas había nadie más. Ahora hay por lo menos cuatro mimos más, y no le molesta, al contrario: "Yo creo que eso es muy bueno porque la gente se acostumbra al teatro, no a un teatro convencional, claro, pero sí al espectáculo; al principio la cosa era dificil, los guardias no te dejaban actuar, ahora es distinto, no te dicen nada y te ayudan; parece como si el Ayuntamiento quisiera ayudar a los artistas".Pero a pesar de que no quiere abandonar la calle siente nostalgia de los escenarios, por eso ha fundado con otros cinco amigos, "todos ellos profesionales del espectáculo pero con una concepción abierta", una cooperativa denominada Teatro Tierra, que pretende actuar en distintos teatros de barrios y montar una escuela integral de espectáculo.

"Queremos enseñar expresión corporal, mimo, percusión musical, ritmo", tanto para niños como para adultos, ya que se trata de "humanizar la profesión y contactar con el artista que cada persona lleva en sí".

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