Crítica:TEATRO

Fábula

El último gallinero se estrenó en 1970. Desde entonces han cambiado muchas cosas y ha cambiado mucho el teatro; la obra ha cambiado poco. Parece que estaba transida de las bellas emociones libertarias de mayo de 1968; algo de eso queda, pero convertido más bien en confusión.Pasa con el teatro alegórico o simbólico -y esta pieza es una fábula con ese carácter- que con el tiempo las claves se pierden; en España han variado todas las referencias que pudieran verse entonces. Lo que resalta, en cambio, es la pobreza de una situación única, la falta de tensión en el diálogo, la escasez de rel...

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El último gallinero se estrenó en 1970. Desde entonces han cambiado muchas cosas y ha cambiado mucho el teatro; la obra ha cambiado poco. Parece que estaba transida de las bellas emociones libertarias de mayo de 1968; algo de eso queda, pero convertido más bien en confusión.Pasa con el teatro alegórico o simbólico -y esta pieza es una fábula con ese carácter- que con el tiempo las claves se pierden; en España han variado todas las referencias que pudieran verse entonces. Lo que resalta, en cambio, es la pobreza de una situación única, la falta de tensión en el diálogo, la escasez de relaciones entre los personales.

La atención del espectador se va perdiendo a rriedida que se desarrolla la obra; y el añadido de unos cantables no sólo no la retiene, sino que la desvía. La música no es un hallazgo, y los denodados esfuerzos de los actores por entonarla, como su lucha por dar veracidad a los personajes y mordacidad a un diálogo que no la tiene es prácticamente inútil.

El último gallinero

De Manuel Martínez Mediero. Intérpretes: Compañía Cátaro, con Marciano Buendía, María Aranguren, Miguel Palenzuela, Carmen Robles, Natalia Duarte Victoria Rodríguez, José Albiach, Antonio Ventura, Jesús Lorente, Elena López, Paco.Andrés Valdivia, Emilio Mellado y Juan José de Guerenabarrera. Música de Pedro Luis Domingo. Decorado y vestuario de José Massagué. Dirección: Alberto Miralles. Estreno: Teatro del Centro Cultural de la Villa de Madrid, 19-2-1982. Con la colaboración del Ministerio de Cultura y la Diputación de Badajoz.

El director Miralles hace corretear incesantemente a los actores; pero no es esa hiperactividad la que resuelve la congelación que hay en la obra. Es un problema interno -falta de brío, de imaginación, de fuerza teatral- que ni siquiera un buen director podría haber resuelto.

En el estreno oficial hubo los bravos de rigor y las ovaciones pertinentes.

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