Crítica:TEATRO

Pesadilla de Cervantes

.Se supone que una cuadrilla de diablos, fingiéndose actores, atormentan la agonía de Cervantes -«puesto ya el pie en el estribo, y con ansias de la muerte ... »- representando ante él sus entremeses de una manera distorsionada, en forma de pesadilla.

Más allá de esta suposición, lo que queda es simplemente una distorsión y una pesadilla de unos textos que, si no fueron gloriosos en su tiempo -Cervantes mismo se quejaba en su famoso y doloroso prólogo, y en su dedicatoria al duque de Lerma, de que los farsantes no los querrán representar-, por lo, menos no tenían «necedades patentes...

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.Se supone que una cuadrilla de diablos, fingiéndose actores, atormentan la agonía de Cervantes -«puesto ya el pie en el estribo, y con ansias de la muerte ... »- representando ante él sus entremeses de una manera distorsionada, en forma de pesadilla.

Más allá de esta suposición, lo que queda es simplemente una distorsión y una pesadilla de unos textos que, si no fueron gloriosos en su tiempo -Cervantes mismo se quejaba en su famoso y doloroso prólogo, y en su dedicatoria al duque de Lerma, de que los farsantes no los querrán representar-, por lo, menos no tenían «necedades patentes y descubiertas», que tenían «el verso que piden las comedias» y «el lenguaje propio de las figuras que en ellos se íntroducen» -sigo citando a Cervantés.

El gusano de seda

Textos de Cervantes en versión de Roberto Villanueva. Intérpretes: Miguel Zúñiga, Francisco Prada, Oscar Sosa, Laura Palacios, Mónica Rúffolo. Dirección: Roberto Villanueva. Estreno, Teatro Marquina, 13 de octubre de 1981.

Merced a la versión y dirección de Roberto Villanueva y del GIT (Grupo Internacional de Teatro), tienen ya esas necedades; el verso pierde su sonoridad y su sentido y el lenguaje no corresponde a los personajes (o sea que la forma y representación de los personajes no corresponde a lo que dicen). Entremezclados unos con otros y con algunos textos más de Cervantes, constituyen, en efecto, lo que podría ser una pesadilla, obra de los demonios, en un autor moribundo; dado que el espectador está identificado con el buen Cervantes, la pesadilla se traspasa a él, y la sufre mal. No había por qué hacernos esto, ni a Cervantes ni a nosotros.

Hay, de todas maneras, buenos hallazgos escénicos, una estética muy estimable en los figurines, unos recursos hábiles para manejar los decorados. Estarían mejor apficados a otro texto, probablemente, en el que además los actores no tuvieran el gran tropiezo de un lenguaje que no conocen y de decir el verso al que no están acostumbrados.

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