Gustavo Bueno reedita el 'Protágoras" para acusar de sofistas a los científicos de la educación

Gustavo Bueno, titular del departamento de Filosofía, Psiquiatría y Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo, ha publicado recientemente en su editorial, Pentalfa-Ediciones, el Protágoras, de Platón. Se trata de una edición bilingüe -la primera en griego y castellano- que va acompañada de un extenso y profundo análisis en el que el propio Bueno, que es catedrático de Filosofía, arremete contra los pedagogos, los psicoanalistas y los psicólogos, considerados por él como los grandes sofistas de hoy. Por ese motivo, estima que el Protágoras es uno de los diálogos de Platón que tienen ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Gustavo Bueno, titular del departamento de Filosofía, Psiquiatría y Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo, ha publicado recientemente en su editorial, Pentalfa-Ediciones, el Protágoras, de Platón. Se trata de una edición bilingüe -la primera en griego y castellano- que va acompañada de un extenso y profundo análisis en el que el propio Bueno, que es catedrático de Filosofía, arremete contra los pedagogos, los psicoanalistas y los psicólogos, considerados por él como los grandes sofistas de hoy. Por ese motivo, estima que el Protágoras es uno de los diálogos de Platón que tienen mayor actualidad.

«El gran sofisma que Platón nos ha denunciado en el Protágoras», afirma Gustavo Bueno, «es el siguiente: el de quienes estiman que es lícito apoyarse en la evidencia axiomática de que el hombre sólo es hombre por la educación, para justificar la profesión del sofista como "científico de la educación", como maestro de humanidad y de sus virtudes más genuinas (la libertad, la formación, la creatividad, la personalidad, la realización de la propia mismidad)».Bueno asegura que los sofistas se reproducirán siempre, porque la multitud y los Gobiernos necesitan estos científicos de la personalidad, estos maestros de la virtud. En la Edad Media, la función de los sofistas ha sido desempeñada por el clero, por los curas de almas encargados de edificar a los individuos, de elevarles desde su estado natural (de pecado e indefensión) hasta su estado sobrenatural.

En nuestro siglo, agrega el filósofo asturiano, al perder su poder el clero, los sofistas renacen bajo formas nuevas. Son, en su argumentación, los que se autodenominan científicos de la educación. Lo que hace siglos fueron los sacerdotes son, pues, hoy, los pedagogos científicos y, por motivos similares, los psicoanalistas y tantos psicólogos. Son las llamadas ciencias de la educación indudablemente la versión que en nuestro siglo encarna mejor a la sofística que Sócrates ataca en el Protágoras.

Bueno critica la pretensión de un tratamiento global de la educación y el tratamiento científico de la formación científica de la personalidad como tarea integradora en la educación humana del hombre. En su opinión, este tratamiento global, precisamente por serlo, no puede ser científico, sino filosófico. En consecuencia, es pura propaganda gremial el presentar planes generales de educación, metodologías pedagógicas globales, como algo científicamente fundado: las relaciones entre las diversas ciencias del aprendizaje, si las hay, no pueden ser científicas. «Sin embargo», agrega, «los nuevos sofistas logran convencer a los Estados y a los ciudadanos de su importancia y obtienen asignaciones económicas que, si distribuidas por cada científico de la educación, no suelen alcanzar en general las cien minas, en conjunto constituyen sumas muy superiores a las que podría obtener Fidias y «diez escultores más».

Ciencias envanecidas

Bueno advierte no pretender la devaluación de todo aquello de lo que se ocupan las ciencias de la educación, porque ellas arrastran funciones necesarias, "pero al arrogarse la función de ciencias se hinchan, se envanecen y desvían constantemente de sus fines sociales (acaso enseñar mnemotécnica, y no la creatividad; acaso enseñar la gimnasia y la danza, y no la expresividad)». Por eso, entiende que al presentarse como científicos, engañan a los poderes públicos y a las familias; es decir, se convierten en sofistas, prometiendo, por ejemplo, mediante el cultivo de la libre creatividad o la expresividad corporal espontánea la autorrealización de la personalidad misma del individuo. Al arrogarse la función de maestros de la personalidad producen daños irreparables a sus discípulos, sin perjuicio de lo cual se atreven a percibir grandes sumas de dinero, añade.Bueno apela, finalmente al Menón para corroborar su tesis: «¿Diremos entonces, según tu teoría, que conscientemente engañan y pierden ellos a los jóvenes o que ni ellos mismos se dan cuenta? ¿Hasta ese punto, insensatos, deberemos pensar que son quienes afirman que son los más sabios de los hombres? «Están muy lejos de ser insensatos, Sócrates, y sí lo son mucho más los jóvenes que les dan dinero, y más todavía que éstos, los que se los entregan, sus parientes, pero mucho más que nadie, los Estados que permiten la entrada en lugar de echar a quien se proponga hacer algo de esto, ya sea extranjero, ya sea del país».

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En