Tribuna

Verano anticipado

La veraniega avalancha de reposiciones cinematográficas se ha anticipado este año a los rigores del estío. Las más jovenes generaciones de espectadores y cinéfilos tienen, la oportunidad de contemplar, por primera vez, algunas de las obras maestras del cine. Pero la reposición es, como su nombre indica, signo del empobrecido mercado cinematográfico y, también, el recurso que tienen los distribuidores y exhibidores para mantener constante la oferta. Las reposiciones constituyen una especie de cinemateca cuya principal debilidad está en nuestro pasado cultural: la mayoría de las películas se exh...

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La veraniega avalancha de reposiciones cinematográficas se ha anticipado este año a los rigores del estío. Las más jovenes generaciones de espectadores y cinéfilos tienen, la oportunidad de contemplar, por primera vez, algunas de las obras maestras del cine. Pero la reposición es, como su nombre indica, signo del empobrecido mercado cinematográfico y, también, el recurso que tienen los distribuidores y exhibidores para mantener constante la oferta. Las reposiciones constituyen una especie de cinemateca cuya principal debilidad está en nuestro pasado cultural: la mayoría de las películas se exhiben tal como se proyectaron las primeras versiones españolas: es decir, con las severas censuras aplicadas durante el franquismo a la banda sonora. Y esto porque el negocio de los distribuidores no es compatible con el coste que supone doblar de nuevo las películas. Los espectadores de Barcelona serán, en algunos casos, más afortunados que los madrileños: aquéllos obtendrán, al comprar la entrada, un folio con la traducción de los diálogos omitidos en su día por la censura.

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Con los primeros días de este verano anticipado ha hecho su aparición en las carteleras de Madrid la habitual avalancha de reposiciones. Antaño, tal invasión se producía en pleno estío; hoy no viene a ser sino prolongación de lo que, gota a gota, sucede a lo largo de toda una temporada. El cine, que por su edad es joven todavía, como arte parece quemado prematuramente en la hoguera de sus propios sueños cuando no en el de sus aventuras industriales.No lo dicen tan sólo balances y festivales que se suceden implacables, repletos de premios y de competidores, sino incluso este puñado de películas que, junto con el erotismo de rigor y algún que otro tímido estreno tratan de frenar a lo largo de unos meses la competencia de la televisión. Cuando ésta apareció ya las primeras voces avisadas dieron la voz de alarma acerca del riesgo que suponía llevar el entretenimiento a casa. No era difícil adivinar el asalto del video, que este año ha dado fe de vida en nuestro país, pero sí imaginar que el azar de los futuros espectadores correría algún riesgo efectivo a la hora de salir de noche.

Televisión, miedo y video, los tres enemigos del cine

Estas tres condiciones, televisión, miedo y video, para los mejor dotados económicamente, requeridas según algunos para alcanzar el marchamo de ciudad que se precíe en los años que corren, llevan camino de alcanzarse y aun de rebasarse ampliamente a costa de unas salas vacías salvo en el caso de días festivos o pequeños cenáculos donde se intenta descifrar día tras día nuevos lenguajes.

Con el cine casero dispuesto a ocupar en pocos años su lugar de privilegio en el hogar, en una vida que cada vez se entiende menos como relación, los mismos realizadores tampoco ven un porvenir demasiado esperanzador o definido. Los grandes nombres aún se mantienen a fuerza de técnica, es decir: de millones; la gente joven, en busca exclusivamente de un nuevo modo de hacer, como si en unos cuantos años el mundo en torno se hubiera convertido en un desierto de temas agotados. Unos y otros vuelven ojos y cámaras hacia los años treinta; «homenajes» y nuevas versiones andan a la orden del día, y no es de extrañar que ante tal solución los distribuidores se decidan a sacar del almacén los modelos originales realizados con menos recursos, pero con más fe, condición fundamental en cualquiera de los caminos del arte.

Pantalla casera

Con un público ya habituado por la pantalla de casa, la mayor nos ha ido abriendo su muestrario a lo largo del año para acabar como las revistas tradicionales con esta apoteosis final y estival, ni monocorde ni desdeñable. El tiempo ha llevado a cabo una selección más acertada que la de los jurados de tantos certámenes. Acostumbrados a oírse llamar «juez implacable», por esta vez lo ha sido, poniendo al alcance de sus criaturas filmes históricos, infantiles o de acción para niños que ya no lo son y para nuevos espectadores juveniles.

Si esta nueva «operación retorno» crece al paso que lleva y si algún imprevisto factor no lo remedia, este verano puecle llegar a prolongarse hasta el estío próximo, convirtiendo a un cine cada vez más costoso y cada día más pobre en pura cinemateca de otros tiempos pasados y mejores.

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