Reportaje:Argentina, cinco años después del golpe de Videla / y 3

Ejercito se configura como partido político

Los tres años del Gobierno Viola van a ser los de la normalización de la vida política. Se asegura incluso que para diciembre habrá un estatuto de partidos. Pero nada de esto ha sido decidido por el nuevo presidente, que, una vez más, se limita a cumplir los designios de la Junta Militar, Por si hubiera dudas, ha sido el Gobierno saliente el que ha anunciado la próxima apertura de la cancha política. Para una revista local, el cambio de presidente es sólo el relevo del croupier la dirección del casino sigue en manos de los tres comandantes en jefe.

Los militares serán quienes redacten l...

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Los tres años del Gobierno Viola van a ser los de la normalización de la vida política. Se asegura incluso que para diciembre habrá un estatuto de partidos. Pero nada de esto ha sido decidido por el nuevo presidente, que, una vez más, se limita a cumplir los designios de la Junta Militar, Por si hubiera dudas, ha sido el Gobierno saliente el que ha anunciado la próxima apertura de la cancha política. Para una revista local, el cambio de presidente es sólo el relevo del croupier la dirección del casino sigue en manos de los tres comandantes en jefe.

Los militares serán quienes redacten las reglas de juego y los que arbitren el partido. En abril se reunirá la comisión política de las fuerzas armadas, dependiente de la Junta, para elaborar las pautas del estatuto de partidos políticos. La redacción correrá a cargo del poder ejecutivo, más concretamente del ministro del Interior, general Liendo, y del presidente, teniente general Viola. Antes de fin de año, el estatuto estará en manos de la Junta, que es quien debe tomar la decisión final.Lo que está por ver es que de este largo itinerario castrense salga un estatuto de partidos aceptable para las fuerzas políticas que operan en Argentina, a pesar de la hibernación forzosa impuesta por las Fuerzas Armadas. El peronismo, que incluso para los antiperonistas sigue siendo la principal fuerza electoral del país, se opone a que los militares se metan a legislar la vida de los partidos. Todo lo que no sea devolver el poder al pueblo no es otra cosa que un engaño más, dicen.

Después de cinco años de Gobierno militar, que la Confederación General de Trabajadores (CGT), ha calificado como «el lustro infame», el mapa político argentino es el mismo que el de treinta años atrás.

Bipartidismo latente

Los peronistas a un lado, como fuerza mayoritaria, a pesar de sus divisiones internas -alguien ha contado hasta veintiocho ramas-, y los antiperonistas al otro, con una sopa de letras en la que caben los desarrollistas de Frondizi, los radicales del eterno Balbín, no menos de cuatro partidos socialistas, dos democristianos, los comunistas y un manojo de grupos conservadores. Si los antiperonistas pudieran unirse en un partido imposible, este país seria más bipartidista que Estados Unidos.

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En medio de esta maraña de partidos aparecen unas fuerzas armadas que durante el último medio siglo han ocupado el poder más tiempo que nadie, aunque siempre lo hicieran a título transitorio. Tal vez la novedad más importante es que por primera vez la cúpula militar no se conforma con trazar reglas y ser el árbitro; quiere entrar en el juego.

Este es el sentido que han dado todos a la invitación -hecha a sus ministros salientes por Videla para que articulen un movimiento político de apoyo al proceso militar. El superministro de Economía saliente, José Martínez de Hoz, ya ha anunciado su propósito de salir al llano político, porque las muchas cartas recibidas durante su mandato le han convencido de que la mayoría silenciosa no tiene un portavoz válido.

El ministro del Interior cesante, general Harguindeguy, ya ha dicho a sus íntimos que su próximo empeño será unir al centro político, «aunque para ello tenga que usar camiones de pegamento».

A la vista de las múltiples conexiones militares que siempre tuvo el peronismo, empezando por su fundador, no resulta extraño que en los Cuarteles se alimente hoy el nuevo sueño de crear otro movimiento similar en el que quepan la derecha, el centro y una cierta izquierda de signo populista.

Tal vez por eso, el ex comandante en jefe de la Armada almirante Emilio Massera se declaraba peronista hace algunas semanas. Parece como si todos se hubieran puesto de acuerdo para entrar a saco en el electorado peronista, confiados en que, muerto Perón, se acabó el peronismo.

Un desastre para el país

El ex diputado peronista Juan Gabriel Labake opina que, de hecho, las fuerzas armadas se han convertido ya en un partido político al que le falta sólo su configuración brgánica. «Esto va a ser un desastre para el país, porque va a llevar la lucha partidista al interior de los cuarteles».

El análisis del ex diputado coincide, por otra parte, con las declaraciones del secretario de Hacienda saliente, Juan Alemán, quien manifestaba que el proceso militar es ya, de hecho, un partido político. Claro que para el doctor Alemán las consecuencias serían bien distintas: se garantizaría así que el país no va a volver al caos anterior.

En un país en el que la corrupcíón-ha pasado a ser un lugar común que todo el mundo da por sabido, parece hasta natural que los altos mandos militares no se contenten con un poder transitorio, aunque sea tan largo como ellos mismos decidan. El Ejército argentino aspira al sueño de perpetuarse en el Gobierno con el apoyo de los votos.

Para armar el partido con alguna garantía de éxito sólo hace falta algo de tiempo, opinan los militares; al fin y al cabo, algo que está absolutamente en sus manos, porque ellos van a pitar el comienzo del encuentro.

Los políticos más optimistas, que son pocos, sueñan con que el propio Viola convoque elecciones generales al término de su mandato, en 1984. Vana esperanza, opinan los más próximos al aparato militar. El encargo hecho a Viola es sólo el de abrir la puerta a los partidos y comenzar el diálogo con ellos. La ley electoral será un cometido de su sucesor y las primeras elecciones serían dentro,de seis años.

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