Gente

Joaquín García,

chófer del alcalde de Valladolid, ha ingresado recientemente en una curiosa orden nacida en la ciudad del Pisuerga hace ocho años: La Espuela. Según cuenta Luis Miguel de Dios, la clásica frase «vamos a tomar la espuela (la última)», que suele aparecer a altas horas de la noche, cuando se anda de copas, fue aprovechada por un grupo de periodistas para crear una institución lúdica y cachonda en la que sólo pueden ingresar los buenos sopladores (bebedores) de clarete, uno de los vinos más ingeridos por los vallisoletanos a la hora de chatear, o aquellos que hayan hecho algo meritorio en p...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

chófer del alcalde de Valladolid, ha ingresado recientemente en una curiosa orden nacida en la ciudad del Pisuerga hace ocho años: La Espuela. Según cuenta Luis Miguel de Dios, la clásica frase «vamos a tomar la espuela (la última)», que suele aparecer a altas horas de la noche, cuando se anda de copas, fue aprovechada por un grupo de periodistas para crear una institución lúdica y cachonda en la que sólo pueden ingresar los buenos sopladores (bebedores) de clarete, uno de los vinos más ingeridos por los vallisoletanos a la hora de chatear, o aquellos que hayan hecho algo meritorio en pro de la conservación, elaboración y cuidado de estos caldos. Pese a su carácter festivo, La Espuela tiene un reglamento estricto que se lleva a rajatabla: el que no prodigue los vasos de clarete durante el año es amonestado, y a la tercera vez que falle se le expulsa. Tampoco se acepta a los que se cuecen con frecuencia: La Espuela se da a los que saben beber, no a los que beben mucho. También hay cierto recelo a admitir en la orden a los que trasieguen más mariconadas (cubalibres y demás combinados) que vino.

Archivado En