Crítica:"JAZZ"

La semana de los tres días

El pasado jueves continuó el discurrir de lo que, un poco enfáticamente, se ha venido llamando Festival Internacional de Jazz de Madrid. Actuaba Hank Jones al piano y en plan de trío, con Ray Brown al bajo y Roy Haynes dándole a la batería.Antes de nada, es preciso explicar lo del llamado Festival Internacional de Jazz de Madrid. Al principio, la idea era hacer, no un festival, sino una especie de semana de jazz en Madrid. Los organizadores (o al menos parte de ellos) opinaban, con buen criterio, que un festival de jazz es algo más que unas cuantas actuaciones de músicos, ...

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El pasado jueves continuó el discurrir de lo que, un poco enfáticamente, se ha venido llamando Festival Internacional de Jazz de Madrid. Actuaba Hank Jones al piano y en plan de trío, con Ray Brown al bajo y Roy Haynes dándole a la batería.Antes de nada, es preciso explicar lo del llamado Festival Internacional de Jazz de Madrid. Al principio, la idea era hacer, no un festival, sino una especie de semana de jazz en Madrid. Los organizadores (o al menos parte de ellos) opinaban, con buen criterio, que un festival de jazz es algo más que unas cuantas actuaciones de músicos, sin duda maravillosos, pero en ningún caso innovadores o en su momento más alto. Así las cosas, entraron en contacto con la Caja de Ahorros y el Ayuntamiento (entidades que patrocinan el certamen) y les debieron vender la idea como festival internacional, porque ya puestos, y por una palabra más o menos, se puede sacar algo. Luego, la semana quedó en tres días, pero hete aquí, que Paco de Lucía y compañía tenían que actuar en Madrid por esas fechas, así que se les utilizó como apertura y atractivo máximo de las jornadas que disfrutamos.

Digo disfrutamos porque está bien que haya jazz, y estos músicos son efectivamente muy buenos. Es de esperar que cuando se celebre un verdadero festival de jazz en una ciudad de casi cuatro millones de habitantes, haya algunas actividades paralelas, como películas, debates, presentación de aficionados, etcétera, además de la presencia de algunos jazzmen verdaderamente en punta.

Por otra parte, esta noche se cierra este certamen con la actuación de Dannie Richmond, con The Last Mingus Band.

El cine Salamanca estaba bastante lleno y el murmullo generalizado era el que versaba sobre la actuación el día anterior de los tres guitarristas. Sorprende hasta cierto punto que lo que entonces había sido un éxito moderadamente ruidoso, levantara ahora tales vituperios, pero es que, excepto dos o tres escogidos, en este país nos encontramos, quien más quien menos, en una situación de carencia jazzística que sólo puede conducir a la inseguridad de criterios.

Bien los reparos

En cuanto a la actuación de Hank Jones y sus amigos, ésta estuvo bien, pero sin pasarse. El piano funcionaba, hizo algunos solos preciosos y unos detalles, cuando los otros dos improvisaban, que eran un gozo. Sin embargo, quien más expectación despertaba era en principio Ray Browni, un bajo famoso de mill batallas, fundamentalmente las que tuvo con Dizzy Gillespie, Jazz At The Philarmonics y Oscar Peterson, así como trabajos más o menos como líder y que le destacaban como un tipo preciso y rítmicamente imaginativo. Y ciertamente no estuvo mal, aunque tampoco parece que tuviera su gran día. Pero como posee un increíble sentido de la música, lo suyo quedaba bien. Tal vez lo más entretenido fuera la actuación de Roy Haynes, un elemento patilludo que hacía verdaderas genialidades con los tambores, en una demostración de versatilidad, precisión y economía. Resultó bastante impresionante, porque desde el punto de vista del timbre hacía también cosas increíbles.

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