Los mineros resisten con dinamita la ocupación militar de las cuencas bolivianas

Piquetes de mineros bolivianos obligaron ayer a retroceder, mediante dinamita, a las tropas enviadas por la Junta Militar de Bolivia para sofocar la resistencia de la cuenca minera al golpe militar protagonizado por el general García Meza el pasado jueves, según informaron emisoras de radio captadas ayer en La Paz.

Mientras tanto, la huelga general decretada por la Central Obrera Boliviana era prácticamente total en todo el país. Según señaló la agencia France Presse, por lo menos quinientas personas fueron congregadas en el estadio de Campo Oliveros, cerca de La Paz, bajo fuerte custod...

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Piquetes de mineros bolivianos obligaron ayer a retroceder, mediante dinamita, a las tropas enviadas por la Junta Militar de Bolivia para sofocar la resistencia de la cuenca minera al golpe militar protagonizado por el general García Meza el pasado jueves, según informaron emisoras de radio captadas ayer en La Paz.

Mientras tanto, la huelga general decretada por la Central Obrera Boliviana era prácticamente total en todo el país. Según señaló la agencia France Presse, por lo menos quinientas personas fueron congregadas en el estadio de Campo Oliveros, cerca de La Paz, bajo fuerte custodia militar. Ayer prosiguieron las reacciones de condena contra el golpe militar, con la ocupación de embajadas bolivianas en varios países americanos y europeos. España se adhirió ayer al comunicado de condena emitido por los países del Pacto Andino, en el que se deplora el golpe.El Gobierno golpista boliviano, según informa. Angel Santa Cruz, enviado especial de EL PAÍS en La Paz, afronta horas decisivas para su consolidación.

Sin resistencia civil organizada, el régimen militar ejerce toda su fuerza en dos frentes: por un lado, intenta sofocar la rebelión minera; por otro, conseguir que los bolivianos acudan a sus puestos de trabajo. Desde la clandestinidad, Hernán Siles Zuazo vencedor de las elecciones, renovó ayer su llamamiento a la huelga general y acusó a los militares de querer convertir «en un gran cementerio el corazón de América Latina»

La Junta Militar ha emitido un comunicado dirigido a los trabajadores, en el que se anuncia e despido inmediato de todo aquel que no comparezca en su empleo A primeras horas de la mañana las desiertas calles de La Paz comenzaron a recobrar parcialmente su aspecto habitual. Sin embargo, no es posible todavía calibrar la respuesta de los trabajadores a la amenaza militar. A la hora de transmitir esta crónica, las fábricas de la capital boliviana permanecen cerradas.

Algunas de las pocas emisoras mineras que todavía están en el aire informaban en la madrugada del lunes que se resiste a las tropas en los distritos de Huanuni y Siglo XX, en el departamento de Oruro. Las mismas fuentes dan cuenta de bombardeos de aviones T-33 de la fuerza aérea y describían cómo las mujeres de los mineros concentradas ante sus locales sindicales y envueltas en banderas bolivianas, se aprestaban a la resistencia.

A medida que ha ido progresando el avance de las tropas hacia las cuencas mineras, han ido siendo silenciadas las emisoras de los trabajadores. El férreo cordón militar que rodea los yacimientos hace imposible conocer de primera mano lo que está ocurriendo.

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Al servicio del proyecto "nacionalista y revolucionario" del general García Meza, los medios de información bolivianos, bajo control de las fuerzas armadas, han iniciado una masiva cruzada anticomunista: «el socialimperialismo buscaba una base en el corazón de América», «las fuerzas armadas cumplirán la grandiosa misión histórica de Bolivia, de la que hemos de dar cuenta a Dios...».El tono encendido de las proclamas radiotelevisadas es el reflejo de los «mueras» al comunismo y «vivas» al Ejército que caraterizaron la toma del poder por García Meza e n el cuartel de Miraflores. El nuevo presidente boliviano, rodeado entonces por sus más leales, en uniforme de campaña, precisó en pocas palabras, hace sólo tres días, el alcance de la revolución que encabeza: fin de las «aventuras electorales» y proscripción de los sindicatos, los partidos políticos, y el congreso. El resto es silencio.

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