Crítica:

"El cristianismo como religión"

El último libro de Julián Marías lleva el título de Problemas del cristianismo y aporta interesantes matizaciones para una mejor comprensión de su obra. No se trata de que Marías haya hecho una fillosofia cristiana, pues, aparte la tremenda equivocidad de esta expresión, es claro que el cristianismo no es una filosofía sino una religión. El propio Marías ha escrito hace ya muchos añol que «únicamente podemos llamar filosofía cristiana a la filosofía de los cristianos en cuanto tales, es decir, la que está determinada por la situación cristiana de que el filósofo parte».El libro de María...

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El último libro de Julián Marías lleva el título de Problemas del cristianismo y aporta interesantes matizaciones para una mejor comprensión de su obra. No se trata de que Marías haya hecho una fillosofia cristiana, pues, aparte la tremenda equivocidad de esta expresión, es claro que el cristianismo no es una filosofía sino una religión. El propio Marías ha escrito hace ya muchos añol que «únicamente podemos llamar filosofía cristiana a la filosofía de los cristianos en cuanto tales, es decir, la que está determinada por la situación cristiana de que el filósofo parte».El libro de Marías es doblemente problemático. En primer lugar, porque se refiére a una cuestión -el cristianismo como religiónproblemática de nuestro tiempo. Para muchos de los lectores de este libro, es el cristianismo mismo un problema. En rápida formulación puede decirse que el mundo -el sistema de vigencias sociales- en que vivimos ya no es plenamente cristiano, pero el cristianismo es una realidad religiosa que sigue ahí como posibilidad personal. No sólo los europeos llevamos dentro -lo aceptemos o no- el cristianismo, sino que, además, permanece como posibilidad viva de realizar en formas históricas originales la sustancia viva de la cristiandad. Pero el libro de Marías aumenta su problematicidad porque su tema formal -desde la previa instalación del autor en la fe cristiana- es la reflexión comprometida sobre el peligro de «la evaporación de la religión como tal, la proyección del cristianismo sobre otros planos que pueden no serle ajenos, que pueden serle esenciales, pero precisamente como religión, en una perspectiva, religiosa. Desde ella pueden reaparecer justificadamente las cuestiones que hoy afanan a los hombres; sin ella el cristianismo queda desvirtuado, exangüe, ineficaz, sin interés».

Julián Marías

«Problemas del cristianismo» Biblioteca de Autores Cristianos. Edica. Madrid, 1979.

Pudiera pensarse, en un primer movimiento mental, que «Problemas del cristianismo es un libro fraccional, sectorial, pues los grupos que profesan la fe cristiana son una fracción de la sociedad de nuestro tiempo. Pero hay que advertir que Marías se esfuerza formalmente Por evitar lo que califica «cinismo de la fe»: «Quiero decir -escribe- que, en el trato con los demás, el cristiano, por muy firme que sea su certidumbre personal, debe presentar como incierto lo que para otros muchos hombres lo es, y tiene que justificar su certidumbre hasta donde sea posible.»

Ser ateo

Se ha dicho, con razón, que, en comparación con el pasado, y desde una perspectiva sociológica, nuestro mundo puede definirse como ateo. Pero desde el Dios ha muerto, de Nietzsche, han pasado muchas cosas en la experiencia existencial del hombre de Occidente. Ya Ortega, en los años veinte, publicaba en El Espectador un vibrante ensayo con el significativo título Diosa la vista. En cualquier caso, como ha escrito insuperablemente el teólogo español Manuel Olasagasti en su Estado de la cuestión de Dios (colección Boreal, de Espasa Calpe), «hoy estamos descubriendo que ser ateo es tan dificil como ser creyente, cosa que no debería extrañarnos demasiado, porque Dios mismo se nos ha puesto difícil (para afirmarlo o negarlo), probablemente porque Dios es siempre dificil». Este es el radical problematismo en qué nos debatimos los hombres de Occidente. Ahí están -por citar una anécdota-, los éxitos de venta de los densos libros de Hans Küng, especialmente del último, ¿Existe Dios?

Claro es, y ahí está -en mi opinión- la almendra misma de la reflexión de Marías, que «la religión consiste en una referencia a Dios, pero no genérica, abstracta y de una vez por todas -algo que, una vez dicho o reconocido, se puede olvidar-, sino que afecta al detalle de la vida, a la totalidad de sus momentos y contenidos. Y no es tampoco, como algunas interpretaciones religiosas han pretendido, que se vive para esa referencia, como si la vida no interesara por sí misma; es que esa referencia constituye la vida cuando ésta aparece en su integridad. Dios no es un «añadido, sino que es descubierto en la vida cuando se la deja ser religiosamente, cuando no se la proyecta sobre un plano simplificador».

Para Marías, la mayoría de los problemas del cristianismo, en esta segunda mitad del siglo XX, brotan de la pérdida de parte de la sustancia viva de la cristiandad por reincidencia en un temporalismo a destiempo. Y así escribe al comienzo del libro: «El núcleo de la cuestión es, a mi juicio, que el cristianismo tiende a no funcionar primariamente como religión, sino como otras cosas que «también» es (o puede ser): moral, ideología, interpretación de la realidad, principio de convivencia, fundamento de una sociedad, instrumento de poder... Con enorme frecuencia se pierde la perspectiva justa de la fe. Por supuesto, no se la descarta; solamente se la desvirtúa.

Problemas del cristianismo reivindica la consideración religiosa de la religión desde la convicción de que la utilización del cristianismo para fines distintos y subordinados es una inversión de la perspectiva justa y una malversación inaceptable.

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