Lo que queda del Dublín de J. J.

lan Gibson, autor irlandés que pasa una temporada en España, considera que Ulises, libro que desde hacía quince años no leía, hasta el pasado fin de semana, « es una magistral evocación del lenguaje que nosotros (acabo de cumplir cuarenta años) hablábamos cuando éramos niños. El supo darle a ese lenguaje todo el garbo y la punzante ironía que caracteriza la conversación dublinesa. Yo me pregunto cómo ha sido posible producir, en español o en cualquier otra lengua, una versión aceptable de este texto, tan arrigado en Dublín y sus tradiciones».Gibson ha dialogado con Dámaso Alonso, traduc...

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lan Gibson, autor irlandés que pasa una temporada en España, considera que Ulises, libro que desde hacía quince años no leía, hasta el pasado fin de semana, « es una magistral evocación del lenguaje que nosotros (acabo de cumplir cuarenta años) hablábamos cuando éramos niños. El supo darle a ese lenguaje todo el garbo y la punzante ironía que caracteriza la conversación dublinesa. Yo me pregunto cómo ha sido posible producir, en español o en cualquier otra lengua, una versión aceptable de este texto, tan arrigado en Dublín y sus tradiciones».Gibson ha dialogado con Dámaso Alonso, traductor del Retrato del artista adolescente, de Joyce. «Para llevar a cabo esa versión», señala Gibson, «el señor Alonso no sólo tuvo que valerse de su capacidad literaria, sino también del asesoramiento de un irlandés que le descubrió los secretos de ese lenguaje. Por eso, Joyee le escribió felicitándole por la calidad de su versión. »

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Evocación del pasado

En cuanto al Dublín que describe Joyce en Ulises, lan Gibson dice que «queda mucho y queda poco. Han desaparecido numerosos edificios de los que se nombran en la novela. Hay bancos horribles donde antes había casas pequeñas, un poco como lo que yo he visto en Granada, donde ha. desaparecido, por ejemplo, la casa en la que vivía García Lorca, y donde en el lugar del teatro Cervantes se ha levantado un insultante bloque de pisos. Y digo que en Dublín quedan algunas cosas porque, a pesar de la proliferación especuladora que ha invadido el centro de la capital de Irlanda, se mantienen muchos rincones donde, especialmente por la noche, puedes captar todavía la esencia de lo que fue el Dublín de Joyce. Está, por ejemplo, Ia torre de Sandycove, que se evoca en las primeras páginas de Ulises. Debe recordarse aquella visión del mar, que se domina desde la azotea de ese peculiar edificio, de tiempos napoleónicos. Al releer esas páginas se presentó ante mi mirada asombrada todo el panorama de mi infancia».

«Por otra parte», dice Gibson, «lo que en Ulises hay del Dublín de siempre es el ritmo del vocabulario dublinés, y el ritmo mismo del lenguaje, a pesar de su aparente y muchas veces real dificultad. »

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