La representación de la mujer en la cultura

Conferencia de Lourdes Ortiz

Sobre el cuerpo como representación en el mundo antiguo habló la escritora Lourdes Ortiz en la Librería de Mujeres, de Madrid, el viernes pasado. La representación de la mujer en las culturas distintas que van desde el paleolítico al mundo griego, pasando por Egipto y Creta, y su valor como plasmación del sistema de valores de una sociedad, en la oposición masculino-femenina, fueron vistas a través de la pintura y la escultura.Lourdes Ortiz señaló en primer lugar una primera crisis entre lo masculino y lo femenino que separa las representaciones paleolíticas -que en pintura no presentan repres...

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Sobre el cuerpo como representación en el mundo antiguo habló la escritora Lourdes Ortiz en la Librería de Mujeres, de Madrid, el viernes pasado. La representación de la mujer en las culturas distintas que van desde el paleolítico al mundo griego, pasando por Egipto y Creta, y su valor como plasmación del sistema de valores de una sociedad, en la oposición masculino-femenina, fueron vistas a través de la pintura y la escultura.Lourdes Ortiz señaló en primer lugar una primera crisis entre lo masculino y lo femenino que separa las representaciones paleolíticas -que en pintura no presentan representación de la figura humana, y en escultura la aparición de la mujer, con claro predominio de las formas relacionadas con la fecundidad, y con ausencia de rostro o cualquier rasgo accesorio a esas funciones- que presentan la confusión cuerpo de mujer-naturaleza, con la repentina y posterior aparición del cuerpo masculino en exclusiva de las pinturas levantinas, esquemáticas, móviles, frente a las primeras representaciones hieráticas y quietas. Ahora, dice Lourdes Ortiz, «es una narración heroica, donde hay ya un protagonista: el hombre». Y al mismo tiempo «se produce también un cambio en la representación del cuerpo femenino. Aquel cuerpo-función se ha transformado y esquematizado. Ya no resaltan los volúmenes. Tan sólo percibimos los grandes pechos colgantes, pero ya no son signo de función procreadora, sino sólo de diferenciación. Hay hombre y hay mujer».

Tras esta crisis que representa, según Lourdes Ortiz, la consolidación del varón como caudillo y donador de vida, pasó a estudiar la cultura egipcia. La cortesana o la sacerdotisa son las figuras que, con el cuerpo semivelado y sin apariencia de acción -salvo de servicio y objeto-, aparecen en las representaciones de esta cultura del Nilo. «Es -dijo a EL PAÍS-, aun en el caso de la esposa del faraón, el cuerpo de la doncella y no el de la madre, ni el de la mujer que trabaja. La representación es de un mundo masculino: incluso cuando llega a ser ella el faraón, se le representa vestida de faraón, con el torso desnudo y sin ningún rasgo femenino.»

«En cambio -diría después- la sociedad cretense, por ejemplo, esas islas mediterráneas consagradas a la diosa, presentan en sus representaciones artísticas una dulcificación que parecería característica de una sociedad globalmente conducida por valores femeninos.» «Esto no quiere decir que sean las mujeres las que obliguen a una dominación castradora, sino que los valores de la agresión y la guerra, considerados como masculinos en todas las culturas, están contrapesados por esos otros que se consideran femeninos y que se traducen en la delicadeza, la ternura, el gusto por el juego y por la danza.»

Aún un paso más, señaló Lourdes Ortiz: el del descubrimiento del cuerpo como placer propio, el gusto por la desnudez y el culto al cuerpo, propio de la edad dorada de Grecia, y que sería seguido por oscuros sentimientos dionisíacos -represión y coquetería- en el período helenístico.

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