Tribuna

Final allegro trágico

El debate constitucional en el Congreso ha terminado con la solemnidad de la tragedia. El asesinato de dos altos mandos militares ha sido remitido por los enemigos de la democracia como una disposición transitoria final al texto de ley. El golpe tenía que ser precisamente ayer para que esa simetría de sangre que acompaña cualquier acontecimiento político progresista no se rompiera. Los diputados emprendieron la solemne jornada parlamentaria con el ánimo encogido por esta maldición truculenta. Y como el Congreso sólo tiene la palabra para sacudirse los demonios, los líderes de los partidos, tam...

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El debate constitucional en el Congreso ha terminado con la solemnidad de la tragedia. El asesinato de dos altos mandos militares ha sido remitido por los enemigos de la democracia como una disposición transitoria final al texto de ley. El golpe tenía que ser precisamente ayer para que esa simetría de sangre que acompaña cualquier acontecimiento político progresista no se rompiera. Los diputados emprendieron la solemne jornada parlamentaria con el ánimo encogido por esta maldición truculenta. Y como el Congreso sólo tiene la palabra para sacudirse los demonios, los líderes de los partidos, también el jefe del Gobierno, la usaron ayer para desafiar el destino de la dinamita. La noticia del asesinato de los dos militares llevó un efecto expiatorio a la Cámara. Allí se veía que el sudor de esta alta fiebre comenzaba a eliminar las toxinas del envenenamiento de los últimos días hasta crear esa solidaridad que procuran las desgracias, el acto de fe ante el naufragio.

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Los discursos de los políticos han repercutido mucho en las notas de serenidad y firmeza mientras se cruzaban las ondas de una marcha fúnebre y triunfal con una mezcla de rabia y de prisa y el convencimiento en todos de que la solución consiste en huir hacia adelante. Los enernigos de la democracia nos tienen asignado un destino solar, polvoriento y tercermundista, el sueño erótico de otro dictador de secano. Ante este desafío, el Congreso sólo tenía la voz y el voto para terminar con rapidez la Constitución.

El debate constitucional en este clima histórico, herido gravemente, con humedades de pólvora y Gutiérrez Mellado allí sentado con uniforme militar, se ha iniciado con la voluntad de transigir en una suave bajada hasta que a Fraga una vez más se le han subido las vísceras al cráneo. Letamendía había defendido la autodeterminación en un ambiente de terror dialéctico. Se le pudo haber contestado con un discurso paliza y sabiondillo como Herrero de Miñón, pero Fraga eligió el insulto con esa ceguera voluptuosa que le invade. De modo que las calderas al mediodía estaban de nuevo en ebullición. Entre una histeria climatizada y ese abatimienio matizado por la cortesía, el texto de la Constitución ha sido aprobado en el Congreso con un interés totalmente invadido por los graves acontecimientos. Hubo discursos de gracia, formalidades gozosas, grandes apausos y todos esos parabienes que se ofrecen en los grandes bautizos. A la hora de votar, Alianza Popular se ha abstenido. Y Silva Muñoz y Letamendía se levartaron para decir no. Los dos solos allí de pie dieron la nota surrealista de la jornada final, el colofón de oro en bruto. Ellos se miraron y se reconocieron en la intimidad. Fraga acabó su larga caminata constitucional con el morro puesto. Los vascos se ladearon discretamente, y todos terminaron el trabajo sonriendo.

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