Jaime Salinas: "El mundo editorial brasileño es diferente"

«La producción editorial brasileña es un mundo distinto al nuestro y, en general, al de los países occidentales cultos», dijo a EL PAIS, Jaime Salinas, editor, a la vuelta de su viaje a Brasil, en el que asistió al Primer Encuentro Internacional con la Literatura Brasileña, organizado por la Cámara del Libro de aquel país, en colaboración con la Secretaría de Cultura del Estado de Sao Paulo. «Y no puede ser de otra manera cuando para ese inmenso país, de 110 millones de hombres, hay sólo seiscientas librerías -dijo-. La edición, naturalmente, es muy curiosa. No es la convencional.»

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«La producción editorial brasileña es un mundo distinto al nuestro y, en general, al de los países occidentales cultos», dijo a EL PAIS, Jaime Salinas, editor, a la vuelta de su viaje a Brasil, en el que asistió al Primer Encuentro Internacional con la Literatura Brasileña, organizado por la Cámara del Libro de aquel país, en colaboración con la Secretaría de Cultura del Estado de Sao Paulo. «Y no puede ser de otra manera cuando para ese inmenso país, de 110 millones de hombres, hay sólo seiscientas librerías -dijo-. La edición, naturalmente, es muy curiosa. No es la convencional.»

A este encuentro acudieron, además de los editores y escritores brasileños, un grupo de aproximadamente treinta editoriales europeas. «Tengo que decir -dice el señor Salinas- que fuimos casi a ciegas. Los programas nos llegaron pocas horas antes y creo que los colegas europeos, y yo mismo, estábamos un poco desconcertados. Más desconcertante aún fue la sensación, de algún modo conmovedora, cuando nos recibieron los escritores: se nos veía como mercaderes venidos de Europa, reyes magos que iban a salvar su literatura y sacarla de la injusta marginación en que se encuentra. En realidad, era un poco absurdo: en Alfaguara, y en las editoriales que asistimos, en general -Feltrinelli, Einaudi...-, no hacía falta que Jaime Salinas nos convencieran de nada.»«En cualquier caso -sigue Jaime Salinas- detectamos un extraño complejo de inferioridad, cierto resentimiento por la marginación del boom latinoamericano, y en el fondo, una enorme confusión. Quizá por eso nos prepararon un programa muy rígido, con quince, ponencias en las que intentaron dar un panorama exhaustivo de la literatura brasileña actual. Con sorpresa, nos encontramos con que, en su afán de mostrar lo que son, nos trataban como niños buenos, que iban allí de oyentes. Nosotros, en realidad, habíamos conservado la esperanza de tomar contacto y dialogar con escritores y críticos. Si lo conseguimos, parcialmente, fue al margen de lo programado, y gracias a algunas amistades. En cuanto a las ponencias, se parecían mucho a listines telefónicos de nombres y de autores ... »

Sobre el momento literario brasileño, Jaime Salinas dijo: «Viven un momento de gran actividad. Creo que el desconocimiento de esta literatura, casi total salvo excepciones -en este sentido Alfaguara está tratando de acercar algunos nombres- es objetivamente injusto. No sólo tienen una importante literatura, sino que la suya es distinta dentro del panorama del continente latinoamericano. En principio, es básicamente urbana, y luego se siente en ella esa sensualidad especialísima de su mundo, que lo distingue de las otras literaturas. La sensualidad de Brasil, es algo palpable, particularmente en una ciudad coyno Sao Paulo, en sus playas, en la belleza sui generis de las mujeres brasileñas. La literatura en este terreno es una liberación de esa sensualidad especial.»

Acerca de la censura, dijo: «Tienen gravísimos problemas de censura, aunque teóricamente no existe. Por ejemplo, se supone que no hay censura política, aunque se reconoce, de alguna manera, la moral: en realidad, el Gobierno brasileño utiliza, para reprimir la literatura, una censura que es política, y que enmascaran en una moralidad nacional. Pude saber, que, por ejemplo, en teatro, hay al menos 160 obras prohibidas. En concreto, la de Ruben Fonseca, Feliz ano nuovo, está secuestrada.»

«Hay que decir, que cualquier esquema de lo que es la conciencia política en cualquier lugar, en Europa, no vale para Brasil, donde el sector más politizado y reprimido es el estudiantil. Los contrastes entre riqueza y pobreza son absolutamente extremos y no tienen parangón: en Asia, una tradición y un sentido religioso particular da cierta coherencia a la injusticia. En Brasil, no hay ningún tipo de sustento, y sí, la sensación de que ni el esquema capitalista, por supuesto, ni el marxista, pueden resolver eso Sao Paulo, por ejemplo, es una ciudad de diez millones de habitantes, en la que no hay aceras, y donde la casa, tal como la entendemos, es un lujo. Las favelas, construidas directamente en los vertederos donde se encuentran los materiales de deshecho con que se levantan, se sienten en toda la ciudad. Una ciudad de autopistas, en la que no se puede caminar y en la que falta una red de transportes públicos y donde los trabajadores pueden tardar de tres a cuatro horas de su casa a la fábrica... En cambio, he visitado casas particulares, de escritores e intelectuales, donde el lujo era directamente enrojecedor. El salario de un obrero medio no llega a las 6.000 pesetas al mes, y los precios -hasta donde puede entender un turista- son altos, muy altos.»

«En este contexto tengo la impresión de que los escritores forman grupos muy aislados unos de otros. Lo interesante de estos encuentros, es que por primera vez se podían encontrar entre ellos. Y, por supuesto, están aislados de esa sociedad analfabeta en un 70 %. Su origen social es mínimo, burgués, o de esa aristocracia que únicamente existió en Brasil y que impregnó a sus clases altas de una manera de ver la vida y de sentirla diferente de las otras burguesías criollas latinoamericanas. Curiosamente, en un país donde los negros son mayoría omnipresente, no había un sólo escritor negro.»

«Todo esto se refleja en la literatura, si no de una manera directamente política, ni siquiera sociológica, sí en diversos aspectos humanos. Trabajando hay más de trescientos escritores que pasaron todos por allí, y que, en el caos editorial,- se dirigían a nosotros, algunos con manuscritos en portugués. Hay también un grupo de novísimos y, por supuesto, ese grupo de poesía concreta -Haroldo de Campos, Decio Pignati- que me sorprendió que no estuvieran en los Encuentros. Claro que ellos están ya incorporados a la vanguardia mundial. No comparten los complejos de otros escritores.»

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