"Indesinenter"

Un poema de Salvador Espríu, homenaje a Jordi Rubió

Nosotros sabíamos de un único señor y veíamos cómo se volvía can.Envilecido por el vientre, por el halago del vientre, por el miedo, se agacha bajo el látigo con insensato olvido de la razón que tiene.

Roído, comido de plagas, este triste número de baratillo, saldo del circo de la muerte, sin parar lamía la áspera mano que le ha sujetado desde tanto tiempo en el barro.

Le habría sido sencillo hacer de su silencio muro impenetrable, altísimo: eligió la gran vergüenza mansa de los ladridos.

Nunca hemos podido, sin embargo, desesperar del viejo vencido y elevamos en la noche ...

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Nosotros sabíamos de un único señor y veíamos cómo se volvía can.Envilecido por el vientre, por el halago del vientre, por el miedo, se agacha bajo el látigo con insensato olvido de la razón que tiene.

Roído, comido de plagas, este triste número de baratillo, saldo del circo de la muerte, sin parar lamía la áspera mano que le ha sujetado desde tanto tiempo en el barro.

Le habría sido sencillo hacer de su silencio muro impenetrable, altísimo: eligió la gran vergüenza mansa de los ladridos.

Nunca hemos podido, sin embargo, desesperar del viejo vencido y elevamos en la noche un canto a gritos, pues las palabras rebosan sentido.

El agua, la tierra, el aire, el fuego son suyos, si se arriesga de una vez a ser el que es.

Hará falta que diga enseguida basta, que quiera ahora andar de nuevo, erguido, sin reposo, ya para siempre hombre salvado en pueblo, contra el viento. Salvado en pueblo, ya amo de todo, no perro servil, sino único señor.

(Traducción castellana de Manuel Sacristán. Del libro de Raimon, Poemas y canciones, Barcelona, 1976.)

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