Severa reacción del Gobierno italiano contra la fuga de capitales

El banquero romano Carlo Aloisi ha sido condenado a pagar una multa de unos quinientos millones de pesetas por exportación ilegal de capital. El 30 de diciembre pasado, en la frontera de Ventimiglia, los guardias lo sorprendieron en su «Mercedes», con un maletín lleno de letras por un valor de casi 3.000 millones de liras (alrededor de 220 millones de pesetas). El proceso se concluyó en siete horas en el tribunal competente de San Remo, El fiscal no quedó satisfecho y quiere apelar, y con él, el abogado del Estado, que se ha constituido en parte civil.Según la ley sobre delitos mone...

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El banquero romano Carlo Aloisi ha sido condenado a pagar una multa de unos quinientos millones de pesetas por exportación ilegal de capital. El 30 de diciembre pasado, en la frontera de Ventimiglia, los guardias lo sorprendieron en su «Mercedes», con un maletín lleno de letras por un valor de casi 3.000 millones de liras (alrededor de 220 millones de pesetas). El proceso se concluyó en siete horas en el tribunal competente de San Remo, El fiscal no quedó satisfecho y quiere apelar, y con él, el abogado del Estado, que se ha constituido en parte civil.Según la ley sobre delitos monetarios, el banquero (el serlo es una agravante) arriesga de seis meses a seis años de cárcel y una multa de más de mil millones de pesetas.

El caso es significativo, sobre todo en un momento en que al Gobierno Andreotti se le acusa de inercia o de que amaga, pero no da. El mismo Andreotti dijo hace un mes que ya tenía una lista de más de cien evasores sobre los que poner la mano. La lista ni se hizo pública, ni se vio el esperado castigo. De repente, mientras el alcalde de Roma polemiza incluso con el Papa a propósito del tercer saqueo de Roma derivado -señala- de una especulación en la construcción, uno de los hombres de negocios más relacionados con el Vaticano es detenido y multado. El barón Aloisi, aficionado a los caballos, vicepresidente del Instituto Bancario Italiano, y empresario de la construcción en Roma, es además consejero o figura en casi treinta sociedades. Su intento de defensa no ha convencido en absoluto a los jueces: fue el maletín el que me siguió, no yo al maletín. Lo llevaba sin saber su contenido, al ingeniero Pesenti, a Montecarlo. Su abogado ha hablado de un perfecto galantuomo (caballero), que a los sesenta años ha caído en una desaventura. Como quien dice, un desliz de juventud.

Es como si de repente al Estado le hubiera entrado la pasión del rigor, porque ayer mismo, por otro gran escándalo de estafa al Estado, ha sido detenido el intendente o interventor de Hacienda de Turín, Feliciano Amitrano.

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