Inclusión, a última hora, de un largometraje vasco

Con la proyección de Hollywood, Hollywood finalizó la XXIV edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.En la sección de nuevos creadores y en lo que podría ser calificado como « contemporización de última hora» se proyectó el largometraje Axut, de José María Zabala. La contemporización. se explica porque dicho largometraje tuvo y al parecer tiene, dificultades administrativas. Se trata de un largometraje rodado en el País Vasco y por un ciudadano de dicho país, es decir, un filme autóctono. Se pretendió incluirlo en alguna de Ias secciones del festival pero...

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Con la proyección de Hollywood, Hollywood finalizó la XXIV edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.En la sección de nuevos creadores y en lo que podría ser calificado como « contemporización de última hora» se proyectó el largometraje Axut, de José María Zabala. La contemporización. se explica porque dicho largometraje tuvo y al parecer tiene, dificultades administrativas. Se trata de un largometraje rodado en el País Vasco y por un ciudadano de dicho país, es decir, un filme autóctono. Se pretendió incluirlo en alguna de Ias secciones del festival pero las dificultades superaron a las ventajas a juicio de sus organizadores. El último día del festival sin que figurara previamente -en ningún anuncio oficial se decide incluirlo en la mencionada sección, de ahí el carácter aggiornamentista de la medida.

En el transcurso del certamen se produjeron numerosos comunicados. En uno de ellos, suscrito por la Asociación de Vecinos de Ulía se pedía, entre otras cosas, el que se integraran.en el festival las manifestaciones culturales, en este caso concreto, cinematográficas, de Euzkadi. El próximo año, que coincide con las bodas de plata de la muestra, debería incluirse una sección del cine del país, independientemente de su calidad, pues parece evidente que la única forma de que se consiga una calidad aceptable es potenciando y promocionando las por ahora escasas producciones nacionales.

«Lo que en realidad nos interesa es dar a conocer la iniciativa y el esfuerzo de la creación cinematográfica venezolana declaró a EL PAIS Marianela Saleta, directora de Cinematografía de Venezuela, cargo equiparable al, hispánico director general de Cinematografía. «Somos un país subdesarrollado y rico en petróleo. Pretendemos liberarnos de una colonización cultural para mostrar nuestra propia personalidad. Nosotros, y me refiero al Gobierno, tenemos la responsabilidad de volear nuestro apoyo a los realizadores venezolanos independientes y que no poseen el dinero».

El caso de la cinematografía de Venezuela es ejemplar por varias razones: en primer lugar se conceden los créditos necesarios para producir un filme en función del talento del realizador. Es decir, que se le conceden al director, el cuál posteriormente buscará al productor que juzgue más conveniente. En segundo lugar no existe censura a nivel de producción, promocionando todo proyecto que intente reflejar una realidad nacional y que aporte al país algo y válido, y en este algo se incluyen las reflexiónes personales sobre problemas del individuo. Es decir, tampoco se trata de fomentar las realizaciones exclusivamente épicas o cuyo tema sean conceptos abstractos como país, social, etcétera, y en tercer lugar se han racionalizado los porcentajes de ganancias de los tres componentes del proceso cinematográfico: el productor percibe el 40 por 100, el distribuidor el 20 y el exhibidor el 40 restante.

Todo ello tiene una repercusión popular cuantificada en datos concretos: la película El delincuente, de Clemente de la Serna, estrenada este mismo verano ha sido vista en Caracas por más de 400.000 personas, cifra récord de la exhibición venezolana. A modo de referencia señalemos que Tiburón, de Spielberg -referencia casi obligada para medir el éxito nacional de cualquier país en relación a la poderosa industria. norteamericanafue vista por 400.000 caraqueños. Sagrado y obsceno, del venezolano Román Chalbo, fue vista por 350.000 personas, sólo en la capital del país. Es decir, que en el caso venezolano la política gubernamental cinematográfica ha encontrado el respaldo popular.

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