Tribuna:

El jazz no muere

¿Se muere el jazz? Al menos hay quien lo piensa así, e incluso hay quien afirma que el jazz ya ha muerto, sobre todo a partir de la aparición de grupos como Weather Report, Return to Forever, Herbie Hancock's Band, etc. En jazz, como en toda actividad humana, hay que huir de los dogmatismos. El jazz no podrá morir nunca mientras haya un solo músico que tenga cosas que decir y una sola persona que las sepa entender. Que el idioma de Oscar Peterson sea distinto al de Chick Corea, o que Weather Report emplee una expresividad musical diferente y contrapuesta a la del Modern Jazz Quartet, o el que ...

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¿Se muere el jazz? Al menos hay quien lo piensa así, e incluso hay quien afirma que el jazz ya ha muerto, sobre todo a partir de la aparición de grupos como Weather Report, Return to Forever, Herbie Hancock's Band, etc. En jazz, como en toda actividad humana, hay que huir de los dogmatismos. El jazz no podrá morir nunca mientras haya un solo músico que tenga cosas que decir y una sola persona que las sepa entender. Que el idioma de Oscar Peterson sea distinto al de Chick Corea, o que Weather Report emplee una expresividad musical diferente y contrapuesta a la del Modern Jazz Quartet, o el que la sonoridad de un Pharaoh Sanders no tenga nada que ver con la de un Stan Getz, sólo significa que el jazz sigue adelante.Ahora mismo, en Nueva York, el jazz está gozando de una vida mucho más intensa que hace unos pocos años; los músicos de la vieja guardia conviven con los de la nueva ola sin que surja la tragedia (que algunos aficionados españoles pretenden ver), y sin que nadie tilde a nadie de blasfemo, oportunista o inepto porque se decide por unos o por otros. Ellos se respetan mutuamente, se escuchan y entre todos ayudan a que nuestra música siga adelante. Periódicos como el New Yorker le dedican cada vez más espacio, y revistas como Time lo sacan en su portada hace apenas unas semanas.

La situación en España es radicalmente distinta: hay que potenciar a los grupos de aficionados porque ellos pueden traer al jazz a un público nuevo que quiere ver en un escenario a unos señores que son como ellos, visten igual y hablan, no lo olvidemos, el mismo idioma. Una gran parte de este público proviene del mundo de la música rock, un mundo musical tan válido, guste o no guste, como cualquier otro. Y en él han visto a los intérpretes nacer con sus mismos problemas e ideas, porque todos ellos pertenecen a la misma generación. Y esto es lo que exigen a la música de jazz. A un asistente a un concierto de dieciocho o veinte años de edad, le trae sin cuidado, con algunas excepciones, saber que Jelly Roll Morton se calificaba a sí mismo como «el inventor del jazz». Lo que le interesa es que la música que se le ofrece le llegue de manera inmediata, que se meta dentro de él. Dejémonos, pues, de discusiones bizantinas sobre si el jazz ha muerto o no, sobre si Herbie Hancock y su actual grupo tocan jazz o no, y olvidemos ese tan viejo, deslustrado e inhóspito comentario de que «el jazz es otra cosa», porque nuestra música la inventaron los negros americanos y Herbie Hancock, Keith Jarret, Billy Cobham, Miles Davis son negros de pura cepa y nosotros, que negamos validez a su música, no lo somos.

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