Crítica:

La difícil tarea de la literatura infantil

"Aventuras de Bombilla", un libró con imaginación

De unos años acá la literatura infantil editada en castellano ha experimentado un extraordinario crecimiento. Pero aclaremos antes un punto; Günter Herburger, autor del libro que comentamos, dice en el prólogo que «hay muchos libros infantiles que están escritos demasiado infantilmente. Los adultos creen, por lo visto, que los niños son tiernas criaturas a las que hay que proteger de todo, que los niños -puros y hermosos- son lo mejor del mundo. Los niños, sin embargo, son realistas, de una gro sería a menudo increíble. Por la sencilla razón de que quieren satisfacer de inmediato sus deseos. L...

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De unos años acá la literatura infantil editada en castellano ha experimentado un extraordinario crecimiento. Pero aclaremos antes un punto; Günter Herburger, autor del libro que comentamos, dice en el prólogo que «hay muchos libros infantiles que están escritos demasiado infantilmente. Los adultos creen, por lo visto, que los niños son tiernas criaturas a las que hay que proteger de todo, que los niños -puros y hermosos- son lo mejor del mundo. Los niños, sin embargo, son realistas, de una gro sería a menudo increíble. Por la sencilla razón de que quieren satisfacer de inmediato sus deseos. Los adultos les enseñan lo suficientemente pronto a reprimirlos, tanto es así que algunos niños se olvidan incluso de tenerlos. Y los niños son raras veces una hermosura porque los rnayores les enseñan también cómo se imagina un adulto una hermosura de niño (... ) Algunos libros infantiles -los más peligrosos- dan la impresión de haber sido escritos para los niños ( ... ) No han sido escritos para niños sino para adultos; para aquellos que se quedaron en ayunas y con las ganas».

Aventuras de Bombilla,

de Günter Herburger. Editorial Laia, Barcelona, 1976.

Poca calidad

La cita es tan larga como contundente y a la auténtica literatura infantil nos referimos. Durante mucho tiempo, en España, no ha habido otra de verdadera calidad que las obras de Elena Fortún y, sobre todo, el maravilloso Guillermo Brown, de Richmal Crompton -actualmente destrozado por unas lamentables, ediciones que, paradójicamente, trataron deponer al día las admirables ilustraciones originales- Y estas obras, por otra parte, eran para niños un poco creciditos. Ahora, sin embargo, las series de Dick Bruna, las de Torri e Irene, la Primera Biblioteca Altea o los libros de Richard Scarry, entre otros, se acercan mucho más a la concepción de la literatura infantil que se desprende de la anterior cita de Günter Herburger. Sus A venturas de Bombilla son, sin duda, uno de los mejores textos aparecidos últimamente.Bombilla es exactamente una bombilla dotada de los atributos necesarios para salirse siempre con la suya; como dice su autor, «posee el valor de un astronauta, el espíritu de justicia de Jesucristo, la robustez y la longevidad de una tortuga, el entusiasmo de Lenin y la belleza de las piezas de una computadora». Herburger desarrolla una técnica narrativa muy sencilla y eficaz: en primer lugar emplea un lenguaje Cordialmente inteligible por el niño y muy preciso en su definición de los fenómenos mecánicos o de la naturaleza que surgen a lo largo del libro; de este modo, como el niño entra muy bien en el texto, la explicación de todos esos fenómenos que se insertan en cada aventura se produce con toda claridad; en este aspecto, el libro se acoge a la pedagogía, de explicar siempre por qué están las cosas, o los seres vivos, dónde están y cuál es su razón de ser, funcional y social.

Imaginación

En segundo lugar, las aventuras de Bombilla son muy acordes con la imaginación real-fantástica del niño y con su sentido de la rapidez, de la acción. Bombilla es un personaje que tiene, en cuanto a la forma de salirse con la suya en el mundo de los adultos, las características de otro que tuvo un éxito sensacional en la programación infantil de Televisión Española (tan penosa, por otra parte): Pippi Calzaslargas, nadie cree qué Bombilla pueda hacer lo que dice y, cuando lo hace, se produce o el estupor seguido de un gracioso rapapolvo o la tácita aceptación de Bombilla como sugeridor de soluciones comunitarias. Es importante señalar aquí que una ideología antidogmática, libre e igualitaria dirige la acción de los divertidos episodios con un gran valor pedagógico.En su conjunto, el libro explica continuamente valores no tarados ni represivos con una imaginación que pone inmediatamente en marcha al niño. Pensemos por un momento en la diferencia que existe entre hacer comer a un niño (lo que, normalmente, suele ser muy aburrido para él) insistiendo pesada o nerviosamente sobre la comida, la necesidad de comer, la desesperación de los padres y la amenaza de quedarse enclenque para toda la vida, y la posibilidad, fascinante siempre, de convertir la comida en una aventura, una diversión, un juego y, naturalmente, una comida. Bombilla está siempre por la segunda opción. No en vano el personaje fue inventado por el hijo del autor, que es, además, el ilustrador, del texto.

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