Así que pasen 100 años: el encuentro póstumo de Martín Gaite y Aldecoa celebra a la generación de los 50
La Biblioteca Nacional acoge dos exposiciones sobre el legado y la vida de los escritores para celebrar sus centenarios
Coincidieron en las aulas de la Facultad de Letras de la Universidad de Salamanca en 1943. Ella era salmantina, él vitoriano, los dos procedían de ambientes cultos y acomodados, y la guerra había marcado su infancia. Carmen Martín Gaite (1925-2000) recordaba el carisma y la vitalidad de ...
Coincidieron en las aulas de la Facultad de Letras de la Universidad de Salamanca en 1943. Ella era salmantina, él vitoriano, los dos procedían de ambientes cultos y acomodados, y la guerra había marcado su infancia. Carmen Martín Gaite (1925-2000) recordaba el carisma y la vitalidad de Ignacio Aldecoa (1925-1969), en la semblanza que escribió tras la temprana muerte de su amigo —“el que más ha influido en mi vida”—, y en el retrato generacional, Esperando el porvenir, que le dedicó al cumplirse 25 años de su desaparición. En Madrid a finales de los cuarenta se reencontraron, y gracias a él conoció a un grupo de escritores de la llamada generación del medio siglo que puso en marcha Revista española y entre los que estaba su futuro esposo, Rafael Sánchez Ferlosio. Aldecoa y Martín Gaite vuelven a reunirse en Madrid para celebrar su centenario en la Biblioteca Nacional, con sendas exposiciones inauguradas este jueves que permanecerán abiertas hasta el 14 de junio.
Carmen Martín Gaite, un paradigma de mujer de letras presenta una amplia y rica selección del archivo de la escritora, comisariada por José Teruel, autor de la biografía sobre la escritora publicada este año y experto en su obra. La muestra engloba las distintas facetas de Martín Gaite: sus comienzos en la poesía, su paso al cuento y a la novela, su trabajo en la investigación histórica y el ensayo, su labor como traductora de seis lenguas, sus collages, conferencias y cuadernos personales.
Estructurado en siete bloques, el repaso a la vida y obra de la escritora arranca con las fotografías de su infancia, que incluyen un retrato de Miguel de Unamuno, amigo de su familia, o el cuaderno en el que de niña anotaba sus impresiones de las películas o espectáculos que veía. Hay imágenes y documentos de su paso por un instituto público y más adelante por la Universidad de Salamanca, con Aldecoa o Agustín García Calvo. También de su viaje como estudiante a Coimbra y a Cannes, de sus primeros años en Madrid en una taberna de Chueca con Alfonso Sastre, Mayra O’Wisiedo y Jesús Fernández Santos.
Hay una grabación de Martín Gaite recitando y se muestra el primer poema que publicó, diez años antes de ganar el Premio Nadal por Entre visillos, cuyo manuscrito es uno de los muchos que incluye la exposición (Caperucita en Manhattan, Usos amorosos de la posguerra española, o El cuarto de atrás). Las fotografías familiares de su viaje de boda a Italia, de sus hijos –Miguel, fallecido a los pocos meses de nacer, y Marta, que murió en los años ochenta–, se entrelazan con la historia de sus sucesivos trabajos, no sólo como escritora sino también como crítica o traductora. “A espaldas de los hombres y de sus pretenciosos pedestales, la mujer ventanera siempre ha sabido observar por su cuenta, escaparse de lo interior a lo exterior y meter dentro lo de fuera, a su modo, sin ruido, ni alharacas”, escribe en uno de sus cuadernos a propósito de su conexión con Virginia Woolf, a quien tradujo.
El duelo por la muerte de su hija, sus estancias en Estados Unidos y los múltiples reconocimientos que recibió en la fase final de su vida marcan los siguientes bloques de la muestra. El retrato que le hizo la pintora María Antonia Dans y las muchas fotos con amigos escritores dan cuenta del estrecho vínculo que Martín Gaite mantuvo con un amplio círculo de colegas. “Fue una escritora muy atenta a su generación y muy generosa con sus amigos escritores. Creo que ellos no lo fueron tanto con ella”, apuntaba Teruel en la visita guiada a la prensa de la exposición.
Una sala dedicada a esa generación de medio siglo, ampliada más allá de Madrid y Barcelona, enlaza la muestra dedicada a Martín Gaite con Ignacio Aldecoa, el oficio de escribir. Los retratos realizados por el dibujante Fernando Vicente de cerca de 50 autores de aquellos años rodean una columna central e incluyen en un elenco muy variado a María Victoria Atencia, Concha Lagos, Ramiro Pinilla, Fernando Arrabal, Eduardo Haro-Tecglen, Jorge Semprún, Juan Benet, Carlos Barral o Francisco Nieva. “Fue una generación policéntrica y con variedades estéticas”, afirmaba Teruel. “El canon se está revisando constantemente y de alguna manera hemos querido mostrar que el concepto de generación es muy antiguo, hay conexiones que no encajan ahí”. Las vitrinas en esa sala de conexión muestran obras de los fondos de la Biblioteca Nacional, como dos manuscritos de Jaime Gil de Biedma.
Los retratos que Nicolás Muller tomó en dos sesiones en los años sesenta de Ignacio Aldecoa, acompañados de los recuerdos que sus amigos guardaban de él, abren la segunda exposición, comisariada por José Ramón González, catedrático de la Universidad de Valladolid, y organizada, al igual que la muestra de Martín Gaite, por la Biblioteca Nacional y Acción Cultural Española, apoyados por la Diputación Foral de Álava, la Junta de Castilla y León y ACS.
Repaso fotográfico a su infancia
La exposición incluye un repaso fotográfico a su infancia y materiales diversos como el escritorio que Aldecoa compró en el Rastro madrileño y en el que trabajó. También la vieja hélice que le regaló su tío pintor, Adrián Aldecoa, de quien se incluyen dos cuadros, y cuyo círculo de artistas marcó al escritor. Otra figura muy relevante fue su abuela, de quien decía que era la mejor narradora que había conocido. Su paso por Salamanca y su amistad con Martín Gaite, allí y en Madrid, también están reflejados en las imágenes de la muestra. Su conexión con el grupo postista de surrealistas madrileños cuando vivía en la pensión Garde, o los escasos números de Revista española —que cerró después de un año con tan solo 27 suscritores y poco más de 80 ejemplares vendidos—, también aparecen. Y las conexiones se suceden de otras maneras: las fotografías de boxeo de Ramón Masats ampliadas en la muestra pertenecen al libro Neutral Corner de la colección Palabra e Imagen que puso en marcha la editora Esther Tusquets en el sello Lumen.
La documentación de la muestra, mucho más limitada por la ausencia de un archivo de la obra de Aldecoa, incluye, sin embargo, el manuscrito de El gran mercado, una novela inédita hallada en el Archivo General de la Administración que Aldecoa nunca llegó a publicar.
El afán aventurero del escritor, su pasión por el cine y por los viajes, sus estancias en Lanzarote e Ibiza, o sus periodos con su esposa Josefina en Nueva York y su vida familiar con su hija Susana quedan reflejados en la muestra, que se cierra con la voz de Aldecoa leyendo su cuento Despedida. Como escribió su gran amiga Carmen Martín Gaite: “Aldecoa era muy moderno, el primer joven moderno que yo conocí”. Ella también lo era y al cumplir los cien lo siguen siendo.