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El gigantesco toro celta de Villanueva del Campillo no se mueve

Los especialistas reclaman que el mayor verraco vetón de Europa vuelva a su emplazamiento original, de donde salió hace veinte años para ser exhibido temporalmente en la plaza mayor del municipio abulense

En el siglo II a. C., los vetones ―una cultura celta que ocupaba el centro y oeste de la Meseta― alcanzaron un alto grado de desarrollo social y económico que los convirtió en una especie de “Estado tribal”. Se trataba de una sociedad jerarquizada que vivía en asentamientos urbanos fortificados (oppida), regida por una ...

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En el siglo II a. C., los vetones ―una cultura celta que ocupaba el centro y oeste de la Meseta― alcanzaron un alto grado de desarrollo social y económico que los convirtió en una especie de “Estado tribal”. Se trataba de una sociedad jerarquizada que vivía en asentamientos urbanos fortificados (oppida), regida por una aristocracia militar que fundamentaba su riqueza en la ganadería, reses bovinas y porcinas fundamentalmente. Por eso, colocaban grandes esculturas de piedra de estos animales (popularmente conocidas como verracos) en los alrededores de sus ciudades y en zonas de pasto y manantiales. Una especie de señales que marcaban, entre otros significados, que se accedía a un pueblo prerromano con características propias. Los arqueólogos llevan censados más de 400 de estos ejemplares, unos 200 de ellos solo en la provincia de Ávila.

El más grande de todos ellos, que es también la mayor escultura cincelada en Occidente por este pueblo celta, es un verraco de 15 toneladas que puede admirarse en la plaza mayor de la localidad abulense de Villanueva del Campillo (101 habitantes), a pesar de que ese no es el lugar donde los vetones lo colocaron originalmente, lo que suscitó una polémica cuando fue trasladado allí hace dos décadas y que todavía no se ha resuelto. La Comisión de Patrimonio Cultural de Ávila acordó en 2005 que debía volver a su emplazamiento original, a las afueras del pueblo. Sin embargo, la Diputación de Ávila y el Ayuntamiento han hecho oídos sordos hasta ahora.

El grupo municipal de Izquierda Unida ha propuesto en varias ocasiones una solución: trasladar el original y dejar una réplica en Villanueva del Campillo. Pero también se ha ignorado, así como las reiteradas peticiones de los especialistas, que consideran que la escultura debe ser contemplada donde los celtas la colocaron. Los últimos en recordarlo son Jesús Rodríguez Hernández, Jesús R. Álvarez Sanchís y Gonzalo Ruiz-Zapatero, arqueólogos de las universidades de Salamanca y Complutense de Madrid, que han publicado recientemente un estudio (Brutos de granito. El toro vettón de Villanueva del Campillo y los verracos del Valle Amblés (Ávila), publicado en la revista Complutum donde recuperan la historia del verraco y vuelven a reclamar que vuelva a su lugar original.

La figura se encontró en un paraje conocido como Tejera Vieja, en el término municipal de Villanueva del Campillo, donde los especialistas del Museo de Ávila encontraron a finales del siglo XX dos esculturas que permanecían semienterradas en la divisoria de dos propiedades de un prado. Una representaba un cerdo y era de tamaño medio, y la otra reproducía un toro de “dimensiones realmente excepcionales (250 x 243 x 150 cm)”, recuerda el estudio. La figura pétrea del vacuno es, “con mucho, la escultura zoomorfa en piedra más grande del área vetona y muy probablemente de la estatuaria prerromana de la Europa occidental”, afirman los expertos.

Los dos ejemplares fueron hallados tumbados. Al toro le faltaban los cuartos traseros. Por eso, se inició una búsqueda de sus patas por la zona, pero con resultados infructuosos. En 2003, con financiación de la Diputación de Ávila y la colaboración de la Junta de Castilla y León, se acordó la construcción de un cercado de piedra inmediato al lugar del hallazgo ―un espacio de unos 25 x 25 m― donde se levantarían los verracos respetando la orientación original, con la cabeza mirando al oeste y un camino habilitado de acceso al lugar desde el municipio.

Como al mayor de los verracos le faltaban los cuartos traseros, fue llevado a Ávila y restaurado con una prótesis de bronce fundido. A finales de 2004, fue exhibido temporalmente junto a otro gran toro, procedente del municipio de San Miguel de Serrezuela, en la plaza del Corral de las Campanas, en la capital abulense.

El Ayuntamiento de Villanueva del Campillo presionó entonces para exhibirlo de manera temporal en la plaza principal del municipio junto con la figura menor con la que fue encontrado. La idea era que de ahí fuera a su emplazamiento original, pero hasta ahora eso no ha ocurrido.

Los tres arqueólogos concluyen en su estudio: “Se malogra así una excelente oportunidad de enseñar los verracos en el paisaje que los vio nacer, el paisaje que los rodeaba y su significado. Si divorciamos las esculturas de su contexto original, perdemos la posibilidad de mostrar el hallazgo arqueológico en su matriz paisajística. Lo convertimos en un patrimonio arqueológico castrado. A veces los valores de los viejos vetones no acaban siendo comprendidos por los vetones de hoy, porque mostrar el pasado y deleitar a través de estos brutos de granito requiere ingenio y discernimiento”.

El valle de Amblés o cuenca alta del río Adaja es una comarca del centro de la provincia de Ávila que concentra numerosos yacimientos arqueológicos vetones que incluyen dos centenares de verracos, unos con forma de toro y otros de cerdo. Puede haber muchos más, pero aún no han sido localizados por estar enterrados o haber sido desplazados de sus emplazamientos originales. Dicen los autores del estudio que eran “una especie de marca o sello de identidad”.

La admiración por estas figuras de granito arranca en época renacentista, cuando se las valora “como monumentos dignos de ser conservados e interpretados, lo que implica su traslado a lugares emblemáticos [puentes, plazas, murallas...] con un fin ornamental recíproco: el verraco embellece el entorno y este lo enaltece, e implica una instalación de realce por medio de peanas e islotes de respeto contribuyendo de esta forma a incrementar su estima social”, indican los arqueólogos.

Ambas tallas fueron situadas por los vetones a 1.400 metros de altura, justo en la entrada al valle de Amblés, y ocupaban “el lugar más visible del entorno”. Estaban alineadas en dirección este-oeste con la cabeza mirando hacia el ocaso. “Es decir, orientados de manera que ofreciesen el máximo volumen y la mayor visibilidad al acceder por la vía natural de entrada al valle”. Los arqueólogos, para demostrarlo, reprodujeron en madera la figura del astado en su lugar original y comprobaron que era visible desde más de dos kilómetros de distancia.

Su ubicación en la entrada del valle marcaba la riqueza de estos pastos, confería un valor protector a los poblados cercanos y también constituía “un aviso de entrada a un territorio específico. Acaso una suerte de advertencia de pisar tierra de otros”, aseveran los arqueólogos.

La piedra del toro procede de una cantera situada a un kilómetro. El traslado del bloque o de la escultura ya finalizada se efectuó posiblemente en carros de madera. Su enorme peso hizo necesario que en su volteado y levantamiento intervinieran entre seis y ocho hombres como mínimo.

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