Ir al contenido

El pianista Eric Lu se impone sin grandes sorpresas en el Concurso Chopin de Varsovia

El estadounidense de ascendencia china obtiene el primer premio en la 19ª edición del prestigioso certamen polaco, seguido masivamente en redes sociales y reflejo del actual dominio asiático en el mundo del piano

Fryderyk Chopin representa el sonido de nuestra libertad, la voz espiritual de la nación polaca.” Con estas palabras se recibe a los visitantes en Żelazowa Wola, a unos 50 kilómetros de Varsovia, la casa solariega donde nació el célebre compositor en 1810. Allí se erigió en 1894 el primer monumento en su honor, aún bajo dominio ruso, y tras la independencia de Polonia en 1918, el lugar terminó convertido en un museo rodeado por un hermoso parque.

Otro sitio emblemático vinculado a Chopin —esta vez a su muerte...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Fryderyk Chopin representa el sonido de nuestra libertad, la voz espiritual de la nación polaca.” Con estas palabras se recibe a los visitantes en Żelazowa Wola, a unos 50 kilómetros de Varsovia, la casa solariega donde nació el célebre compositor en 1810. Allí se erigió en 1894 el primer monumento en su honor, aún bajo dominio ruso, y tras la independencia de Polonia en 1918, el lugar terminó convertido en un museo rodeado por un hermoso parque.

Otro sitio emblemático vinculado a Chopin —esta vez a su muerte— se encuentra en la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia, donde reposa su corazón, trasladado desde París en un frasco de coñac por su hermana mayor en 1849. Entre la conmemoración de su nacimiento y su fallecimiento, se celebra cada cinco años en Varsovia uno de los certámenes de música clásica más prestigiosos del mundo: el Concurso Internacional de Piano Fryderyk Chopin.

La cita nació en 1927 como una reivindicación nacionalista polaca: una forma de “purificar” la interpretación de la música para piano de Chopin de las influencias extranjeras consideradas “hipersensibles y mórbidas”. Fue impulsada por el pianista Jerzy Żurawlew, discípulo de un alumno del propio compositor, quien le dio un formato novedoso inspirado en la alta competición deportiva para motivar a los jóvenes pianistas.

Sin embargo, las sucesivas victorias de intérpretes rusos en las primeras ediciones dejaron claro que la “polonidad” de Chopin tenía una dimensión internacional. El concurso impulsó después las carreras de grandes figuras del teclado como Maurizio Pollini, Martha Argerich y Krystian Zimerman. Hoy, esa dimensión es plenamente global, a juzgar por la procedencia de los concursantes.

La 19ª edición del Concurso Chopin se inició el pasado 3 de octubre y concluye hoy, día 23, con el tercer concierto de los ganadores. Por el escenario de la Filarmónica de Varsovia han pasado 84 pianistas de 19 países, en tres rondas solistas eliminatorias y una final.

Las cifras reflejan el actual dominio asiático del piano: 28 intérpretes chinos, 13 japoneses, tres taiwaneses, tres coreanos, además de un representante de Malasia y otro de Vietnam. Incluso los pianistas estadounidenses y canadienses premiados, como veremos, son de ascendencia china. Europa estuvo representada principalmente por 13 pianistas polacos, junto a tríos de ingleses e italianos y con representantes individuales de Francia y España, entre ellos el albaceteño Pedro López Salas, que no logró superar la primera ronda.

La dimensión del concurso no se limita a llenar la sala en todas las sesiones ni a las largas colas registradas durante los conciertos, sino que se extiende también a los millones de espectadores que lo siguen por internet, además de por televisión y radio.

Si la 18ª edición, aplazada a 2021 por la pandemia, batió todos los récords en YouTube con más de 37 millones de visualizaciones, esta parece haberla superado, según las impresiones de Artur Szklener, director del Instituto Fryderyk Chopin, responsable de la organización del certamen desde 1950. Este año, además, se ha observado un importante seguimiento a través de TikTok.

Como acto de clausura, y por segunda edición consecutiva, el pasado martes 21 de octubre se celebró una solemne gala de entrega de premios en el Teatr Wielki/Ópera Nacional de Polonia, presidida por el presidente de la República, el ultraconservador Karol Nawrocki, junto a otras autoridades.

Tras varios discursos oficiales, en los que se subrayó la identificación de Polonia con la música de Chopin —prohibida durante la ocupación nazi— y se agradeció que Varsovia haya vuelto a convertirse en capital de la música clásica durante estos días, se ofreció el primero de los tres conciertos de clausura con todos los premiados.

Durante el acto se pasó de puntillas sobre la significativa ausencia del presidente del jurado, el pianista estadounidense Garrick Ohlsson, ganador en 1970. Más aún si se considera que este año el vencedor es el primer compatriota suyo en lograrlo desde entonces.

Fue también la primera vez que un no polaco presidía el jurado, pero ello no evitó los habituales choques de egos e intereses que, edición tras edición, dejan fuera a candidatos valiosos en las primeras rondas. Es célebre el caso del iconoclasta Ivo Pogorelich, cuya eliminación en la tercera ronda de 1980 llevó a Martha Argerich a abandonar el jurado en señal de protesta.

Tampoco ha ayudado el nuevo sistema de puntuación, que prorratea las calificaciones de las cuatro fases del concurso, otorgando a la final un peso del 35% en la nota global. Las deliberaciones del jurado se prolongaron nuevamente durante cinco horas, hasta bien entrada la madrugada.

Resultó interesante seguir esa espera desde el patio de butacas de la Filarmónica de Varsovia, donde los finalistas, acompañados por familiares y amigos, se distribuían por la sala, muchos enfrascados en sus teléfonos móviles. Ese ambiente de nerviosismo, cansancio y cordialidad fue retratado en 2021 por Jakub Piątek en el documental Pianoforte (HBO), y está siendo grabado nuevamente en esta edición para el lanzamiento de una serie.

De hecho, en el momento del anuncio del veredicto, exactamente a las 2.28, había en el vestíbulo del auditorio polaco unas doscientas personas, entre aficionados y periodistas, que llevaban horas esperando.

No fue una gran sorpresa que Eric Lu (Bedford, Massachusetts, 27 años) se alzara con el primer premio. Su caso resultaba atípico en comparación con el de otros concursantes: es un pianista con una carrera ya consolidada, que obtuvo el cuarto premio en este mismo certamen en 2015, ganó el primero en Leeds en 2018, está representado por la influyente agencia Harrison Parrott y ha publicado cuatro discos como artista exclusivo de Warner Music.

Además, al igual que los ganadores de 2015 y 2021, Seong-Jin Cho y Bruce Liu, fue alumno de un miembro del jurado: el vietnamita-canadiense Đặng Thái Sơn, primer asiático en ganar este concurso en la edición de 1980, en la que fue eliminado Pogorelich. Lu también contaba en el jurado con otro de sus antiguos profesores del Curtis Institute de Filadelfia, Robert McDonald.

En cualquier caso, su aplomo y experiencia a lo largo del certamen —pese a haber tenido que aplazar su actuación en la tercera ronda por enfermedad— le aseguraron el éxito.

“Este concurso ha sido una gran apuesta para mí”, reconoció Lu al día siguiente, durante un breve encuentro con EL PAÍS en su hotel, tras reunirse con los representantes del sello discográfico Deutsche Grammophon. “Como ya tengo una carrera establecida y representación, sentí que, si no tocaba bien, podía perder parte de lo que ya había conseguido”, añadió.

Restó importancia a su indisposición: “Creo que me he enfermado en los tres concursos en los que he participado”. También señaló que su experiencia fue una ventaja en la final, tras haber tocado con orquestas como las Sinfónicas de Londres, Boston y Chicago: “Antes no sabía muy bien cómo tocar con orquesta y me centraba solo en mi parte”.

Además, eligió un piano Fazioli en lugar del más habitual Steinway, basándose en su conocimiento de la acústica de la Filarmónica de Varsovia: “Aquí el sonido de la orquesta puede opacar al piano, y el Fazioli aporta más brillo, claridad y colorido, lo que me hizo sentir más cómodo”.

Su actuación marcó la diferencia en el primer día de la fase final, el 18 de octubre. Otra novedad de esta edición fue la inclusión de una obra obligada para piano solo antes del habitual concierto para piano y orquesta. Se eligió una de las composiciones más complejas y fascinantes del periodo tardío de Chopin: la Polonesa-Fantasía op. 61 (1846), en la que muchos estudiosos han visto una transfiguración artística de su crisis sentimental con George Sand y del progresivo deterioro físico causado por la tuberculosis.

Lu ofreció la mejor versión escuchada ese día de la Polonesa-Fantasía, seguida de una convincente interpretación del Concierto para piano en fa menor, en la que superó con maestría un deficiente acompañamiento orquestal.

Más sorprendente fue el segundo premio otorgado a Kevin Chen (Calgary, Alberta, 20 años). Este joven canadiense de ascendencia china no brilló en el tercer día de la final, el 20 de octubre, al mismo nivel que en las rondas anteriores, con una Polonesa-Fantasía discontinua y una versión algo monótona del frecuentado Concierto para piano en mi menor.

El pianista declaró a EL PAÍS, en su encuentro del día 21, que tras vencer en los concursos Franz Liszt de Budapest, de Ginebra y Arthur Rubinstein de Tel Aviv, no tenía previsto presentarse a más competiciones. También reconoció que no había practicado mucho en los días previos a la final: “Creo que, como mucho, toqué 30 minutos, aparte del ensayo con la orquesta, pues preferí descansar y no gastar demasiada energía antes de la actuación”.

Mucho más interesante resultó el tercer premio, otorgado a Zitong Wang, conocida en España por su victoria en el Concurso Internacional de Piano Cidade de Ferrol de 2022. Frente a Lu y Chen, esta pianista china de 26 años ofreció interpretaciones particularmente destacadas a lo largo del certamen. El jurado reconoció su novedosa versión de la Sonata para piano en si bemol menor en la tercera ronda, cuyo movimiento final sonó envuelto en una densa neblina.

“Fue una especie de experimento en cuanto al uso del pedal y la forma de tocarlo”, explicó a este diario el día 21, “pues conozco la obra desde los 12 años y hacía tiempo que no la tocaba”. Su actuación en la final, el 19 de octubre, no brilló tanto por la Polonesa-Fantasía como por un imaginativo Concierto en mi menor, que elevó con un exquisito rondó final. “Fue muy difícil empezar mi actuación con la Polonesa-Fantasía —y eso que podría decir que es mi pieza favorita de Chopin—, pero curiosamente era la primera vez que interpretaba el Concierto en mi menor”, comentó entre risas.

El cuarto premio se otorgó ex aequo a dos pianistas completamente diferentes, pero igualmente interesantes: la jovencísima china Tianyao Lyu, que acaba de cumplir 17 años y obtuvo el galardón a la mejor interpretación de un concierto por la chispa juvenil que imprimió al Concierto en mi menor el día 19; y la japonesa Shiori Kuwahara, de 30 años, poseedora de una técnica imponente y una forma de tocar mucho más orgánica.

El quinto premio, también ex aequo, combinó el lucimiento, aunque sin demasiada magia, del polaco Piotr Alexewicz, de 25 años —único de los trece pianistas polacos del certamen que llegó a la final— con los destellos de musicalidad del malasio Vincent Ong, de 24 años.

Finalmente, el sexto premio fue otorgado en solitario a uno de los pianistas más poéticos e interesantes de todo el certamen: el estadounidense, también de ascendencia china, William Yang, de 24 años. Fue él quien interpretó la mejor Polonesa-Fantasía de todos los finalistas, con una concepción personal destinada a dar fluidez a las múltiples transiciones de la partitura, junto a una sensibilidad innata para plasmar las sutilezas de la escritura chopiniana.

A diferencia del resto, para él no supuso ningún reto comenzar su actuación en la final con esta obra tardía, tal como confesó a este periódico el pasado día 21: “Tuve la misma experiencia en el Concurso Chopin de Miami, y allí me di cuenta del desafío que supone pasar de una de las últimas grandes obras de Chopin al estilo más juvenil de sus conciertos”.

En la explicación de su actuación —que culminó el día 19 con una magnífica interpretación del Concierto en fa menor— habló de su interés por el sentido narrativo en Chopin, que convierte su manera de tocar en algo casi adictivo: “Me interesa diferenciar cada tema con su propia tonalidad, ahondar en las diferentes capas de su escritura y explorar cada dinámica”, añadió.

Tampoco ha faltado en esta edición algún caso de injusticia por parte del jurado. Fue lo que sucedió con el georgiano David Khrikuli, de 24 años, quien estudia en Madrid en la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Pianista de gran solidez y carisma, interpretó el día 20 la versión más heroica de la Polonesa-Fantasía y, a continuación, desbordó dramatismo y musicalidad en el larghetto central del Concierto en fa menor. Sin embargo, no obtuvo ningún premio.

Khrikuli también atendió a EL PAÍS el día 21, visiblemente afectado: “Tras el veredicto, se me acercaron cinco miembros del jurado para decirme que no estaban contentos”, confesó. Aun así, expresó palabras de gratitud por la experiencia: “Formar parte de este concurso ha sido muy importante para mí y siempre será uno de los mejores eventos en los que he participado”. No obstante, no tenía muy claro si volvería a competir en un certamen pianístico.

Pero en estos días, además de Chopin, no ha faltado la tradicional interpretación del Réquiem de Mozart en la iglesia de la Santa Cruz, una costumbre en Varsovia cada 17 de octubre para conmemorar la muerte del compositor polaco frente al lugar donde reposa su corazón.

En esta ocasión, el ucraniano Vadym Kholodenko interpretó un arreglo de Karl Klindworth para piano solo en un imponente Erard de la época de Chopin. Fue una ejecución llena de dramatismo y matices sombríos, muy vinculada también con la historia de este concurso. Cabe recordar que en su segunda edición, en 1932, los ganadores ofrecieron un recital en un piano Pleyel de la época de Chopin, y que en 2018 el certamen inauguró una modalidad dedicada a instrumentos históricos, repetida en 2023 y prevista nuevamente para 2028.

Sin duda, estos días era fácil situarse en el siglo XIX en Varsovia. Para llegar al recital en la iglesia de la Santa Cruz, era necesario cruzar el set de rodaje de una serie de Netflix basada en La muñeca, de Bolesław Prus, que se filma actualmente en la ciudad. La emblemática calle Krakowskie Przedmieście ha recuperado, para la ocasión, la ambientación costumbrista bajo dominio ruso descrita en la novela de Prus.

Sobre la firma

Más información

Archivado En