Cristóbal Colón más allá de siglos de mitos: ni pensador revolucionario ni pobre en sus últimos días
El historiador Esteban Mira Caballos presenta una rigurosa biografía del navegante que rebate con datos algunas de las mentiras que se han apoderado su figura
Cristóbal Colón fue español. También inglés, francés, portugués, croata, griego e incluso suizo. A lo largo de los siglos, investigadores y escritores lo han hecho nacer en más de una docena de tierras. Esteban Mira Caballos, doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla, rebate todas esas hipótesis para sostener, “indiscutiblemente, porque las fuentes y evidencias son abrumadoras”, que el navegante era genovés. El resto, insiste, no pasan de ser “fábulas moldeadas según los intereses de cada cual, muchas veces alentadas por sentimientos nacionalistas, sin aportar pruebas científ...
Cristóbal Colón fue español. También inglés, francés, portugués, croata, griego e incluso suizo. A lo largo de los siglos, investigadores y escritores lo han hecho nacer en más de una docena de tierras. Esteban Mira Caballos, doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla, rebate todas esas hipótesis para sostener, “indiscutiblemente, porque las fuentes y evidencias son abrumadoras”, que el navegante era genovés. El resto, insiste, no pasan de ser “fábulas moldeadas según los intereses de cada cual, muchas veces alentadas por sentimientos nacionalistas, sin aportar pruebas científicas”.
Ese debate, alimentado por los silencios y vacíos que el propio navegante dejó, es solo uno de los muchos mitos y medias verdades que envuelven a un nombre instalado en el imaginario colectivo durante siglos. El americanista Mira rescata al personaje histórico sepultado entre miles de páginas “de literatura fantasiosa, interesada, ideológica y nacionalista” en Colón. El converso que cambió al mundo (Crítica, 2025), una biografía rigurosa que derriba varias de esas falsedades.
Ya el título del libro ofrece un primer acercamiento a la polémica y aborda otro de los enigmas: su supuesto origen judío. La teoría, siempre latente, se reavivó hace apenas un año, cuando RTVE estrenó un documental —ampliamente criticado por los expertos— sobre una investigación del forense José Antonio Lorente, catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Granada, que concluía que Colón era un judío sefardí nacido en Valencia. “Barbaridades”, responde Mira: “Para empezar, no era judío, sino converso, que no es lo mismo”.
Esa misma teoría ha sido alimentada de diversas formas. Desde quienes basan ese origen en el hecho de que un tercio de la tripulación del primer viaje lo fuese, hasta quien lo atribuye a su profundo conocimiento del Antiguo Testamento. Por otro lado, no cabe duda de que Colón fue, al menos en apariencia, un buen cristiano, “algo fundamental si quería recabar los apoyos que necesitaba”. Cumplía los sacramentos, rezaba y mostraba devoción por la Virgen y por San Francisco. De hecho, sigue el historiador, “siempre se mostró hostil con judíos y conversos e incluso llegó a decir a la Reina que eran enemigos de la prosperidad de todos los cristianos”.
Pero también es “innegable”, dice Mira, que albergaba ideas, como su convicción de ser un nuevo mesías o la recuperación del templo de Jerusalén, que no eran propias de un cristiano, sino de un falso converso o incluso de un judío. ¿En qué quedamos entonces? “En que era converso y mantenía ciertas convicciones judaicas, aunque quizá se salió con la suya en su intento de aparentar ser un converso sincero”, concluye el autor del libro.
Colón era un marino experimentado y un hombre razonablemente culto, lector voraz. Pero como cosmógrafo y científico, explica Mira, “era una calamidad”. Su gran proyecto, el que cambió para siempre el curso de la historia, “era una chapuza”. El genovés pretendía llegar a Asia por poniente, pero erró y manipuló los datos a conveniencia. “El mayor error fue el de cálculo sobre la distancia entre Europa y Asia, bautizado como el error más fecundo de la historia”, dice Mira.
Para sostener su propuesta tenía que superar un obstáculo científico central: la convicción de los eruditos de que la distancia era inabarcable con los medios de la época. Entonces redujo en su proyecto el tamaño del orbe en una cuarta parte y estiró artificialmente el continente asiático, apoyándose en autores como Pierre d’Ailly y Paolo dal Toscanelli, cuyas teorías ya eran desacreditadas entonces. “No tenía ninguna credibilidad científica, pero convirtió las 10.600 millas que separaban Europa de Asia en apenas 2.400”, señala el historiador. ¿Y por qué, pese a todo, logró vender su proyecto a la Corona?
Terco hombre de fe
Siempre se consideró un elegido por la providencia para lograr su hazaña y siempre trató de demostrar que su encuentro con el nuevo continente ya había sido vaticinado en las Sagradas Escrituras. Según Mira, “fue ese misticismo, su aura de profeta, lo que despertó el interés y la simpatía de los Reyes Católicos”.
Esa fe era también la base de un carácter obstinado que lo animaba a nunca darse por vencido. Antes de exponer a los Reyes Católicos su empresa, lo intentó con el monarca portugués Juan II, que se lo tomó lo suficientemente en serio como para remitirlo a una junta con los más prestigiosos expertos en astronomía náutica que había en el mundo. Lo desestimaron, desde luego. Y más tarde lo volvió a intentar con el mismo resultado. Lo mismo, y con un proceso muy similar, le pasó la primera vez con los monarcas católicos, aunque finalmente, años después, consiguió el sí gracias a su insistencia y a un proyecto relativamente barato y de poco riesgo para la realeza.
Esa convicción también ha levantado teorías que alegan que en realidad detrás estaba el descubrimiento previo de un protonauta, un navegante pionero. Mira es enfático: “Como dejó de ser viable otorgarle otra nacionalidad, porque hay muchas pruebas que lo hacen de Génova, ahora el plan B ha sido tratar de buscar un predescubridor, de muy distintos lugares de origen, que fue el que le dijo a Colón dónde estaba el Nuevo Mundo, convirtiéndolo en un usurpador”. La teoría que más ha triunfado en España es la de un marino de Huelva, Alonso Sánchez, que habría viajado al nuevo continente y transmitido sus certezas a Colón antes de morir.
El historiador las desestima todas sencillamente porque “ni a favor ni en contra hay ciencia histórica” y la personalidad del marino “no se correspondía con la de un farsante, sino con la de un hombre perspicaz y observador”. Para él, a Colón le bastaba su fe, la recopilación de testimonios y las lecturas de diversos autores para convencerse de la existencia de tierras a poniente.
¿De riqueza y fama a la pobreza y el olvido?
Finalmente, inició su viaje después de firmar un contrato con la Corona repleto de beneficios. Si lograba la hazaña, sería nombrado almirante de todas las tierras que descubriese, además de virrey y gobernador de los territorios y obtener el diezmo de todas las mercancías. “No olvidemos que era un excéntrico personaje cuyo gran proyecto de vida fue siempre establecer una casa nobiliaria”, explica Mira. “Los Reyes aceptaron las condiciones porque no tenían ninguna esperanza de que lo consiguiera”.
Pero lo hizo, y al regresar de ese primer viaje —emprendido, por cierto, con solo dos carabelas y una nao, un tipo distinto de embarcación—, fue recibido con sorpresa y admiración, casi como un héroe. Volvió acompañado de un puñado de locales ataviados con plumas exóticas, brazaletes y trozos de oro en las narices, y con cofres repletos de joyas, tejidos, curiosidades y un poco de oro. Eso y su elocuencia fueron suficientes para prometer un Nuevo Mundo repleto de oro y abundancia que llevó a muchos a alistarse en una segunda expedición.
Pero su gran promesa pronto fracasó. No existían las cantidades de oro que decía —aunque los españoles no tardarían en descubrir que el principal recurso de esa tierra era la mano de obra— y, como dice el historiador, “también fue un terrible gobernador”. Tanto malestar generó en quienes siguieron sus viajes que después del tercero regresó como prisionero. Fue liberado pronto, pero destituido de sus cargos de virrey y gobernador, que nunca recuperaría.
¿Es verdad que murió pobre y olvidado como muchos afirman? Para Mira no es más que otro mito: “Se sabe que en 1504 —dos años antes de su muerte— recibió 8.000 pesos de oro y en 1505 otros 8.000. Murió enriquecido, y prueba de ello es que sus descendientes vivieron con muchísima fortuna. Y tan poco olvidado que cinco siglos después sigue siendo un icono cultural”.
También es habitual escuchar que el navegante nunca supo que había llegado a un nuevo continente. El libro de Mira deja claro que Colón pensaba que aquella enorme extensión de tierra era un mundo nuevo, aunque creía que estaba pegado a Asia. Nunca pudo comprobarlo. “Yo creo que llegó a saber que aquello no era Asia”, dice Mira, que afirma que el genovés tuvo muchas evidencias al alcance. “Pero nunca reconocería su fracaso. Estaba empeñado y había prometido llegar a Asia y no iba a caer del burro”, termina. Aquel genovés orgulloso y testarudo nos dejará, como en tantas otras cosas, siempre con la duda.