Tilda Swinton presenta en Ámsterdam su conversación más personal con el cine
La actriz británica ha comisariado una muestra sobre su trayectoria en el Museo del Cine Eye en la que participan cineastas, artistas, colaboradores y amigos
La actriz británica Tilda Swinton (64 años) no desentonaría en un cuadro de Sandro Botticelli, el pintor italiano del Renacimiento, y ella misma dice que en los lienzos de ese periodo había mucha más gente con su aspecto. Con todo, su rostro es hoy uno de los más reconocibles del cine independiente, donde debutó en 1986 con la película Caravaggio, del británico Derek Jarman. Lleva cuatro décadas —y más de 90 películas— mant...
La actriz británica Tilda Swinton (64 años) no desentonaría en un cuadro de Sandro Botticelli, el pintor italiano del Renacimiento, y ella misma dice que en los lienzos de ese periodo había mucha más gente con su aspecto. Con todo, su rostro es hoy uno de los más reconocibles del cine independiente, donde debutó en 1986 con la película Caravaggio, del británico Derek Jarman. Lleva cuatro décadas —y más de 90 películas— manteniendo lo que califica “una conversación” con las obras de autor, y afronta ahora uno de los proyectos más personales de su carrera. El Museo del Cine Eye, de Ámsterdam, le dedica, a partir de este domingo 28 de septiembre, una exposición que ha comisariado y es lo contrario de una retrospectiva al uso. Titulada Ongoing (En marcha), no es estática sino el resultado de la colaboración con cineastas, artistas y amigos personales. Con ellos ha creado obras nuevas para “un espectáculo”, que es como califica su experiencia neerlandesa, abierta hasta el 8 de febrero.
El físico distinto al que se refiere Swinton cuando habla de sí misma incluye un elemento esencial: su peinado. La larga melena pelirroja que lucía al principio de su carrera ha pasado por múltiples transformaciones, y fuera de cámara el cabello de Tilda Swinton es siempre reconocible. En la entrevista con EL PAÍS por videoconferencia, celebrada a pocos días de la apertura de la muestra, lleva el pelo corto y muy rubio, y gafas de montura oscura. Está emocionada y agradecida a partes iguales por la propuesta del museo Eye, que ya le ofreció “hace unos cinco años” una colaboración de esta clase, aunque entonces declinó. “Dije que no, porque no podía entender qué clase de exposición podría hacerse sobre mí en este tipo de contexto”, asegura. ¿Qué le hizo decidirse? “Llevaba entonces 35 años trabajando y la palabra ‘antiguo’ —fotos, ropajes, pasajes de películas— rondaba por mi cabeza cuando pensaba en un proyecto así. Como espectadora, no me gustaría ver mi trabajo como si fuese algo del pasado”, asegura.
Dos años después de aquella primera llamada, fue a una exhibición dedicada a un artista que admira y entonces sí lo tuvo claro. “Estaba con unos amigos jóvenes, y al final del recorrido me preguntaron si el autor estaba vivo. Y lo estaba, pero no lo parecía porque era todo retrospectivo”. Pensó entonces que si pudiera montar algo “dedicado al hecho de que estás activo y tu labor continúa”, entonces le interesaría. Y el museo aceptó. Reconoce que su experiencia profesional “ha sido bastante extraña”, y por eso, y porque le parece que hay una generación de artistas jóvenes que se sienten aislados, aboga “por un trabajo colectivo”. “Para que vean que se puede hacer cine de una manera de la que me siento muy orgullosa”, afirma.
¿No es el cine, justamente, un trabajo en equipo? La actriz señala que parece que puedes trabajar así al principio. Pero luego, “cuando te vuelves conocido apartas a todos, y eres una marca que se propulsa hacia arriba mientras los demás caen a tu alrededor”. Ha evitado vivirlo de esa manera, porque, según asegura: “El motor que me activa como artista es el compañerismo, las relaciones que se establecen y el diálogo”. Por eso mismo dice que no cree en el toque nacional en el cine. “No se trata tanto de un país sino de sensibilidad”.
Para el trabajo que presenta en Ámsterdam ha elegido ocho colaboraciones, y una de las más cercanas es la de Derek Jarman, fallecido en 1994 de sida y que contó con ella en ocho ocasiones. “Ya no está vivo, pero la nuestra es una conversación que continúa, y solo puedo imaginarme entrar en el cine de su mano”. Swinton era una escritora incipiente antes de conocer a Jarman, y se matriculó para ello en la universidad de Cambridge. Dejó de escribir —una actividad que ha retomado— y se metió en un grupo de teatro. Aunque se reconoce cinéfila: “Nunca pensé que había un lugar para mí en el cine”. Lo encontró al conocer a Jarman, que a lo largo de nueve años le dio la confianza necesaria frente a la cámara. Y algo más. “Antes no había en el cine gente que se me pareciera. Derek sabía que los personajes en los cuadros del Renacimiento sí tenían una semejanza. Y además él era pintor”, explica. Tal vez fueran una suerte de musa el uno para el otro. “Las musas pueden parecer pasivas, y ni Derek ni yo lo éramos”, expone, para luego admitir que “en cierto modo pudo ser así”. “Yo diría que Jarman nos convirtió en cineastas porque todos éramos responsables de lo que hacíamos”. Para la exposición, ha encontrado imágenes desconocidas generadas por ambos en 1987-88.
Swinton mantendrá asimismo en el Eye encuentros con directores como el italiano Luca Guadagnino, el estadounidense Jim Jarmush, el tailandés Apichatpong Weerasethakul o la británica Joanna Hogg, amiga suya desde la infancia. También presentará el cortometraje La voz humana (2020), del español Pedro Almodóvar, que protagonizó, y califica al cineasta de esencial en su carrera. También la dirigió en el primer largo del director en inglés, La habitación de al lado, junto con Julianne Moore. “Pedro estaba ahí desde el principio, desde que vi Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)”, subraya. Lo que le impresionó del director español es “que no fuera marginal, porque tenía una dignidad cultural y una sensibilidad que iban más allá de España”.
En el museo tendrá a la vez espacio para escenificar su gran interés por la moda con prendas de su infancia y familia, y vestidos especiales que ha guardado de diversos rodajes. Los ha incluido en un “ropero biográfico” junto con Olivier Saillard, historiador del ramo, y los presentarán en un espectáculo en vivo para dejarlos luego expuestos en el museo.
Nacida en Londres en el seno de una familia aristocrática, su padre era escocés y general de división del Ejército británico. Su madre era australiana, y tiene tres hermanos. En uno de los internados en los que estuvo de pequeña conoció a Diana Spencer, futura princesa de Gales, y ha calificado ese tipo de centros como “lugares solitarios y que aíslan”. Hoy es madre de gemelos, Honor y Xavier, cuyo padre era el fallecido artista y dramaturgo británico John Byrne, y dice que ahora que sus hijos ya son mayores [tienen 27 años]: “Puedo imaginarme dirigiendo algo que haya escrito yo”. Su actual pareja es el también artista Sandro Kopp y viven en Escocia.
Tilda Swinton ha interpretado, entre otros, al Orlando de Virginia Woolf, un joven y andrógino noble que se transforma en una mujer, para la directora británica Sally Potter. Bajo las órdenes de los estadounidenses Scott McGehee y Davis Siegel, fue una madre en la tragedia familiar En lo más profundo. En Solo los amantes sobreviven, Jim Jarmusch la presentó como Eve, una vampira de 3.000 años enamorada de otro, Adam, interpretado por Tom Hiddleston. Ha participado, a su vez, en cintas más comerciales, como Michael Clayton, junto al actor George Clooney y dirigida por Tony Gilroy. Su interpretación en esta película de la implacable consejera legal de una compañía le valió el premio Óscar en 2008. Y ha sido la Bruja Blanca en Las crónicas de Narnia: la leona, la bruja y el armario, de Michael Apted. O bien Madame D., la aristocrática millonaria de El Gran Hotel Budapest, de Wes Anderson. ¿Qué espera de una muestra tan personal? “Que la gente salga pensando que el cine, en buena compañía, es simple y puedes ser tú mismo en tu trabajo”.