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Beatrice Alemagna, la estrella de la literatura infantil que se rebela contra la censura para ensanchar la mirada de los niños

La “ilustrautora”, como se denomina, repasa su carrera, su estilo artesanal, su éxito y reivindica el error, el estropicio y el respeto hacia sus pequeños lectores, frente a temores y mojigaterías de los adultos

Beatrice Alemagna, en una exposición de su obra, en Bolonia, el 6 de marzo de 2023.Roberto Serra (Iguana Press/Getty Images)

Redacción en clase. Tema: “Cómo me imagino de mayor”. Desarrollo: “Quiero ser una grandísima pintora de novelas”. Firmado: Beatrice Alemagna, ocho años. En la hoja, que la artista aún conserva, aparece el veredicto que recibió: “¡Brava!”. Sirve para recordarle que ya entonces tenía clarísimo su futuro. Y que detestaba madrugar e ir al colegio. “Para mí la infancia es la edad de la libertad. La escuela suponía un obstáculo a mis ganas infinitas de jugar. Al final, me he buscado un trabajo en el que juego”, apunta por teléfono. Apre...

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Redacción en clase. Tema: “Cómo me imagino de mayor”. Desarrollo: “Quiero ser una grandísima pintora de novelas”. Firmado: Beatrice Alemagna, ocho años. En la hoja, que la artista aún conserva, aparece el veredicto que recibió: “¡Brava!”. Sirve para recordarle que ya entonces tenía clarísimo su futuro. Y que detestaba madrugar e ir al colegio. “Para mí la infancia es la edad de la libertad. La escuela suponía un obstáculo a mis ganas infinitas de jugar. Al final, me he buscado un trabajo en el que juego”, apunta por teléfono. Aprendió como autodidacta a dibujar. Empezó a escribir y diseñar sus propias historias. Y se ganó notas cada vez mejores: premios, exposiciones, aplausos. Suma unos 40 álbumes infantiles traducidos y adorados en medio mundo. En una literatura que se fija más en la temática o el trazo, destaca como una de las pocas estrellas con nombre, apellido y estilo inconfundibles. La mujer de 52 años ha cumplido con creces —y algún sacrificio— el propósito de aquella niña. De paso, ha acuñado otra definición de su labor: “Ilustrautora”.

Porque a veces pone imágenes a un clásico de otro autor, como Gianni Rodari o los hermanos Grimm. Pero en la gran mayoría de ocasiones se encarga de todo: dibujos, palabras y cómo juntarlos. Hasta de una caída, mientras jugaba al fútbol con sus hijas, Alemagna se levanta con una nueva historia: así nació el reciente Berta y yo (Combel), sobre el vínculo entre una niña y la costra que aparece en su rodilla. Una de sus creaciones más célebres, en cambio, surgió del insomnio. Cuenta que una noche de 2007 le atacó un dilema: “Hago libros para niños, pero ¿qué es un niño?”. La cuestión la mantuvo mirando al techo. Al rato, la llevó a la mesa, con el corazón agitado. De aquel frenesí salió una obra titulada como la pregunta que la sacudió. Pensó que quizás ni la publicaría. Sin embargo, se convirtió en “un libro-escalón”, uno de los que cambiaron su carrera. La editorial Éccomi rescata ahora ¿Qué es un niño? en español.

Doble página de '¿Qué es un niño?', de Beatrice Alemagna, editado en español por Éccomi.

“Un niño tiene manos pequeñas, pequeños pies y pequeñas orejas, pero no por eso tiene ideas pequeñas”, se lee en sus páginas, justo al lado de un muchacho empeñado en sacarse los mocos. He aquí parte de la esencia de Alemagna. Humor y poesía, sencillez y asombro, el arte que abraza a la imperfección. Y, por encima de todo, mucho respeto y curiosidad por sus interlocutores. Su fichaje para colaborar con el Centro Pompidou, en París, se fraguó cuando una responsable se acercó a preguntarle por qué seguía siendo la única adulta que acudía sola, una sesión tras otra, a un ciclo de cine infantil. “Escribir para niños debe ser sincero. No quiero encasquetarles un mensaje. Es como si nos fuéramos de paseo, a ver adónde podemos llegar”, explica. Y agrega: “Por desgracia, mis libros pasan antes por los adultos”.

—¿Por desgracia?

—Me encantaría llegar directamente al público al que me dirijo, pero no tiene ningún poder: social, económico, político… Es un placer que los adultos puedan ser sensibles a mi trabajo. Pero me da pena que siempre esté filtrado por su mirada.

Interior de 'El maravilloso mini-peli-coso', de Beatrice Alemagna, editado en español por Combel.

De ahí nacen varios problemas, según Alemagna. Cuenta que ha presenciado lecturas en alto desganadas, planas, sin teatralidad, capaces de matar a sus obras. Con ecos de Roald Dahl, que abanderaba su “conspiración con los niños contra los adultos”, la autora lamenta además la “mojigatería creciente, que corta, censura y estrecha la mirada”. El maravilloso mini-peli-coso (Combel) se publicó en varios países a priori muy desarrollados sin manchas de sangre en el cuchillo que enseña un carnicero a la protagonista. En el Reino Unido, en concreto, encontró una de las aptitudes “más castrantes hacia la libertad”. A veces, Alemagna rechaza los tijeretazos, aun a costa de la edición. Otras, prioriza que el libro salga adelante. Y también se muestra preocupada por el aluvión de literatura infantil con un mensaje “prefabricado”. “No veo justo escribir para tener efectos, para enviar una moraleja. Los libros-producto sobre algo concreto o para enseñar a ser generoso me desaniman. Intento crear una historia que deje algo. Y encontrar una razón urgente para cada libro, que no sean inútiles”, detalla.

Lo dice alguien que siempre ha amado los álbumes ilustrados. De pequeña, los escondía debajo de la almohada, hablaba con ellos, les pedía ayuda cuando se encontraba mal. Sus padres solían ofrecer, en su hogar en Bolonia, alojamiento a conocidos y amigos que acudían a la feria de literatura infantil y juvenil de la ciudad, la más importante de Europa. Al marcharse, siempre había algún volumen que no cupiera en la maleta. Y así Alemagna empezó a leer dibujos y textos en checoslovaco, ruso o japonés. O, más bien, a inventarse su propia versión de lo que veía. Hoy, esos países acogen libros y exposiciones de la artista boloñesa. Y la 62ª edición de la feria de su ciudad natal, del 31 de marzo al 3 de abril, tiene previsto celebrarla como una de las invitadas más importantes.

Doble página de 'Los cinco desastres', de Beatrice Alemagna, editado en español por A buen paso.

Ahí ofrecerá una clase magistral. Y repasará un triunfo construido a base de insistencia y artesanía, sin los atajos del ordenador. “Me interesa la relación directa con el material, en el trabajo manual me resulta fundamental el error. Equivocándome encuentro ideas, soluciones. Necesito quedarme en lo precario, chapucear”, señala. La empatía hacia fallos, inseguridades, estropicios y perdedores protagoniza Los cinco desastres (A buen paso), ¡Ni en sueños!, ¡Lo más de lo más! o Un gran día de nada (Combel). Alemagna intenta que lo surreal y lo verosímil se toquen. Enciende sus páginas con el naranja o el rosa fluorescentes, pero sus temores por el rumbo del mundo la han llevado últimamente a tintes más negros. Alguna vez la ilustrautora ha explicado que se considera una persona contradictoria. Sus obras, de alguna manera, se le parecen.

No siempre, eso sí, funciona. ¿Qué es un niño? arrasó en Italia, pero apenas vendió en Francia. “Intento no preguntarme nunca si lo que estoy haciendo gustará. Antes de tener a mis hijas, escribía para la niña dentro de mí, y me importaba un bledo todo lo demás. Desde que están ellas, me fui dando cuenta de que los niños podían reírse, o llorar, con un libro. Empecé a tomar conciencia de la importancia de eso”, comparte. De ahí que el éxito le redujera las certezas: “Empecé diría que casi con engreimiento, con la seguridad de que este era mi camino. Cuanto más mis obras encuentran al público, más aumentan las dudas. Pero ahora se han vuelto un motor de mi trabajo”.

Interior de 'Un gran día de nada', de Beatrice Alemagna, editado en español por Combel.

Un nuevo impulso. Aunque Alemagna ya tenía suficientes. Se juró que cumpliría aquella promesa hecha a los ocho años, “costase lo que costase”. Por lo pronto, se marchó de su país, y lleva la mitad de su vida cerca de París. Pero el precio mayor se lo ha exigido a su tiempo libre: “Vivo desde hace 25 años dentro de una suerte de abnegación. No he conseguido nunca inscribirme en un curso de algo, no logro aceptar la idea de poner límites a la creatividad. Mis amigos me critican a menudo por eso. Estoy rendida a la necesidad de hacer, avanzar, crear. No me concedo el derecho a olvidarme de mi trabajo”. Pese a tantos esfuerzos, sigue sufriendo los mismos estereotipos que lamenta prácticamente cualquier autor de literatura infantil o juvenil: “No se nos considera artistas auténticos”.

Por lo menos, Alemagna recibe reconocimientos más relevantes. De sus hijas, sus primeras lectoras, juezas severas pero benevolentes, según la madre. Y de los miles de pequeños que disfrutan de sus álbumes. Hace días, 44 años después, volvieron a ponerle nota en una clase. Tras un encuentro en un colegio, una niña le escribió en un papelito: “¿Cómo consigues hacer magia con tus libros?”.

Doble página de '¿Qué es un niño?', de Beatrice Alemagna, editado en español por Éccomi.

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