Marina Mariasch: “Lo que no se habla no se resuelve”
La escritora argentina publica en España ‘Efectos personales’, un libro que gira alrededor del suicidio de su madre, una arquitecta acomodada que se quitó la vida por amor
La argentina Marina Mariasch (Buenos Aires, 52 años) es la creadora de un universo híbrido en el que poesía, narrativa y ensayo borran los límites conocidos. Sus obras se alimentan de experiencias vividas, pero los personajes que encuentran palabras para contarlas son frankensteins armados con piezas reales e imaginarias. Su último libro publicado en España, Efectos personales (De Conatus), orbita alred...
La argentina Marina Mariasch (Buenos Aires, 52 años) es la creadora de un universo híbrido en el que poesía, narrativa y ensayo borran los límites conocidos. Sus obras se alimentan de experiencias vividas, pero los personajes que encuentran palabras para contarlas son frankensteins armados con piezas reales e imaginarias. Su último libro publicado en España, Efectos personales (De Conatus), orbita alrededor del suicidio de su madre: una rica arquitecta que se arrojó al vacío tras un desengaño amoroso.
“Me dio mucha vergüenza que optase por lo que en ese momento consideré una muerte muy burguesa. Teniendo a toda una generación coetánea suya de compañeros exiliados, desaparecidos en dictadura, y ella, con un montón de recursos a mano, termina quitándose la vida”, dice Mariasch al recordar su muerte durante una entrevista con EL PAÍS en su piso de Buenos Aires. Fuera, más allá del balcón, sobresalen las copas de los árboles de la plaza que tiene delante. Dentro, el protagonismo es de los libros, clasificados en orden alfabético en estanterías bajas por todo el salón.
Pregunta. ¿Cuál es el combustible de su escritura?
Respuesta. Hay algo de la experiencia que te atraviesa e insiste, queda dando vueltas. En algún momento pide ser llevado a la palabra como un modo de organizar las emociones. Ahí por supuesto está el sujeto que interviene en el armado, no es que esas palabras surgen al azar ni es algo catártico.
P. ¿Hay alguna emoción que le sea especialmente fértil?
R. Se suele pensar que el dolor es un buen momento para la escritura, pero a mí no me pasa porque cuando estoy muy tomada por un dolor me paralizo y me meto para adentro.
P. Arrancó con la poesía antes de la narrativa, con libros como Coming attractions, XXX y Tigre y león, entre otras, pero sigue muy presente en toda su obra. ¿Qué habilita el lenguaje poético?
R. El lenguaje de la poesía tiende al infinito porque ahí se dan todas las posibilidades. Uno puede combinar palabras que en la prosa no porque estarías diciendo una incoherencia. En el otro extremo están los lenguajes hipercodificados de la medicina o el derecho.
P. El título, Efectos personales, remite a otro de esos lenguajes, el policial.
R. Sí. Me encanta repensar esos lugares comunes del lenguaje. Los efectos personales son los objetos de una persona, pero también los efectos que provocan.
En la novela, esos objetos son la chaqueta y el bolso que le entregan al padre en la comisaría. En su casa, Mariasch conserva con mucho cariño otra de sus pertenencias: un collar de cuentas de madera que su madre tenía guardado en un cajón. “Lo tenía de siempre y lo usaba mucho. Era el doble de largo que ahora porque cuando lo encontramos lo dividimos a la mitad con mi hermana”, recuerda mientras se lo pone. Años después, paseando por Berlín, entró en una tienda con objetos de arquitectura en la que había unas cuentas iguales a las del collar. “Posiblemente se lo hizo ella”, adivina.
P. En Efectos personales la parálisis tras el suicidio llega hasta el habla. ¿Se le rompió el lenguaje, como a la protagonista?
R. Sí, fue como una pérdida del lenguaje. En ese sentido tuve que aprender a hablar de nuevo, entender el mundo de nuevo.
P. El suicidio es un tema casi tabú. ¿Fue difícil abordarlo?
R. Hace un tiempo propuse una columna con este tema en un diario argentino y me dijeron que era imposible, que ese tema no se podía tocar. Me dio bronca porque lo que no se habla no se resuelve. Para el libro fue distinto. Entiendo que es un tema que puede resultar poco atractivo, pero es como una piedra de toque para hablar de otras cosas: de la vida, del amor, de la maternidad, de la relación madre-hija… En todo caso, yo también lo pensé y me dije ‘me voy a quedar sola, ningún pibe me va a dar bola’. Me resultó contradictorio que una mujer que tuvo cierto compromiso político en los setenta, que militaba un partido, que tenía una posición feminista por lo menos en lo de trabajar, ser independiente y libre, optase por quitarse la vida y que lo hiciese, pensándolo de una manera simplificadora, por amor.
P. ¿Caducará alguna vez la idea de amor romántico?
R. Tengo cierta fe en las nuevas generaciones. En la generación de mi madre, el separarse ya no era un estigma, pero era vivido con muchísimo dolor. En la mía no lo fue tanto, nos separamos para estar mejor, y en la de mis hijos veo que viven el amor de una manera más libre y liviana.
P. Abordó el amor —y el desamor— en otra de sus novelas, Matrimonio. ¿Han evolucionado los roles de pareja que ahí aparecen tan estancos?
R. Podríamos pensar que es un matrimonio de los años cincuenta, pero ese libro lo escribí en 2004, cuando estaba casada con otro escritor y los dos éramos profesionales y teníamos los roles de tareas y cuidados repartidos 50% y 50% supuestamente. Acá la palabra clave es supuestamente, hay muchas cuestiones que parecen saldadas pero no, todos tenemos una dosis de patriarcado en sangre, nosotras también.
P. De hecho usted se divorció pero volvió a apostar por el amor.
R. Sí, me encanta el matrimonio y estoy casada, de hecho. Son rituales que nos sostienen y que ordenan las pasiones. Y sí, es complicado y difícil, pero viva el amor.
P. ¿Qué es el feminismo para usted?
R. Justicia social.
P. El feminismo tuvo una fuerza enorme en Argentina a partir de 2015, pero ahora hay una gran ofensiva en contra que llega a la literatura con intentos de censura apoyados por el Gobierno a libros de Dolores Reyes, Gabriela Cabezón Cámara y Sol Fantin, entre otras autoras. ¿Le parece casual que las señaladas sean todas mujeres?
R. Creo que no es casualidad y que no es una agenda distractiva, sino que forma parte del proyecto político y económico del Gobierno de [Javier] Milei. Como se vio en la marcha federal del 1 de febrero, se está demostrando que la verdadera oposición son los feminismos y las diversidades.