Andrés Vázquez de Sola, el caricaturista que nunca calló ante el poder

Desde el exilio en Francia hasta su regreso a una España aún incierta, su vida fue una sátira implacable contra la dictadura y sus abusos

Andrés Vázquez de Sola es periodista, escritor y pintor famoso por su trabajo en el semanario satírico 'Le Canard Enchainé'.Julián Rojas

Nadie es profeta en su tierra y menos un caricaturista en una dictadura. O te has equivocado de oficio o te has equivocado de país. Ese fue el caso de Andrés Vázquez de Sola, que era un humorista coherente; de una sola pieza y una sola línea, eso sí maestra y rotunda y de gran seguridad en el trazo. Hombre jovial, de risa fácil y carcajada arrolladora que empleó desenfadadamente durante toda su vida, fue sobre todo un iconoclasta a tumba abierta de convicciones y lealtades inamovibles, dulcificado todo ello por sus perennes lealtades a sus amigos y correligionarios a lo largo de toda su vida....

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Nadie es profeta en su tierra y menos un caricaturista en una dictadura. O te has equivocado de oficio o te has equivocado de país. Ese fue el caso de Andrés Vázquez de Sola, que era un humorista coherente; de una sola pieza y una sola línea, eso sí maestra y rotunda y de gran seguridad en el trazo. Hombre jovial, de risa fácil y carcajada arrolladora que empleó desenfadadamente durante toda su vida, fue sobre todo un iconoclasta a tumba abierta de convicciones y lealtades inamovibles, dulcificado todo ello por sus perennes lealtades a sus amigos y correligionarios a lo largo de toda su vida.

A pesar de que era hijo de un prestigioso magistrado que llegó a ser presidente de sala en el Tribunal Supremo, nuestro hombre se exiló a Francia en 1959, para evitar su detención en España por su pertenencia al partido comunista, y allí se hizo famoso como caricaturista político de Le Canard Enchainé con la publicación de una sátira de Franco titulada La triste vie d’un homme triste, que tuvo un éxito inmediato y le hizo un hueco entre famosos consagrados humoristas. Se trataba de una visión muy crítica y caricaturesca de la España franquista, el poder de la Iglesia y la represión política y sexual del pueblo, a través del relato de la vida del propio autor en clave humorística, cuya versión española fue publicada en España en 1977 con el título de La Gran Corrida Franquista.

Su primera exposición en nuestro país tras la muerte de Franco, titulada Caricaturas de la Cultura Española, fue inaugurada en Madrid en junio de 1976 por el profesor Enrique Tierno Galván, y presentada por Francisco Umbral, que dijo de él en las páginas de este periódico en su columna El Diario de un Snob: “exiliado en París, prisionero en África, expositor hoy en Madrid, que ha hecho el tebeo y la historieta del Régimen en libros que cuentan la triste vida de unos españoles tristes”.

Vázquez de Sola Siempre fue un hombre directo y franco en el sentido literal de la palabra, que ni tenía pelos en la lengua ni frenos en la pluma, pero no todo el campo era orégano y la España de 1977 no era la Francia del 68, y lo que se podía decir francamente en Francia no se podía expresar claramente en España porque la democracia estaba en pañales, todavía no había Constitución y había instituciones y asuntos que eran intocables. Le pasó lo mismo que a Gila cuando regresaba a España: que no entendía nada. Le decían que tenía que leer entre líneas y él lo veía todo blanco. Me atrevo a decir que Vázquez de Sola, aclimatado en París, a partir del Mayo Francés, a su regreso de España, lo veía todo negro. No nos debe de extrañar, porque fue socio fundador y presidente de la asociación Granada por la República.

Cuando regresó del exilio, aunque todavía no había Constitución, ya había libertad de expresión dentro de lo que cabe, pero pisábamos tierra ignota como bien sabían los directores y los editores de los periódicos que se tentaban la ropa. Sabían lo que quería decir, pero no sabían hasta dónde podían llegar. Vázquez de Sola, además de ir a contracorriente, “se metió en política” cuando, en las elecciones del 15 de junio de 1977, Rafael Alberti y él mismo encabezaron respectivamente las candidaturas del PCE al Congreso y al Senado por la provincia de Cádiz. Circunstancia que, a buen seguro, le cerró muchas puertas.

Lo que colmó el vaso fue el asunto del referéndum sobre la entrada de España en la OTAN, que era mucho más de lo que podía soportar y, por ello, publicó en La Tribuna de Marbella una serie de dibujos considerados soeces e injuriosos por el Gobierno Civil de Málaga, cuya denuncia motivó que, en enero de 1987, un juzgado de instrucción de Estepona dictara contra él un auto de procesamiento por un presunto delito de desacato y que la Fiscalía pidiera para él seis años y un día de prisión mayor. Hacía un año que España era miembro de pleno derecho de la Unión Europea. El alboroto social, cultural y mediático que originó tamaño disparate, y la movilización de periodistas y juristas, logró activar una iniciativa parlamentaria para “acabar con los desequilibrios de la legislación penal española en relación con la del resto de los países europeos en materia de libertad de expresión y de opinión”.

Cuando a la vuelta del exilio regresó a San Roque, su pueblo natal, se dedicó a su pasión, que era la pintura; pero siempre se sintió orgulloso de haber publicado sus dibujos en Le Canard Enchaîné, Le Monde, Le Monde Diplomatique, L´Humanité y Mundo Obrero. Los que conocimos su maestría en la caricatura y disfrutamos de su jovialidad y su alegría de vivir pensábamos que era inmortal, pero Andrés Vázquez de Sola falleció el pasado 25 de septiembre a los 97 años en su casa de Monachil, situada en las faldas de Sierra Nevada.

José María Pérez González, Peridis, es humorista, arquitecto y escritor.

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