Shilpa Gupta: arte que noquea contra la banalidad del mar

La exposición de la creadora india en el Centro Botín de Santander consigue que los visitantes que entran como turistas distraídos salgan con el alma apaleada

Obra de Shilpa Gupta, en el Centro Botín de Santander.Belén de Benito (Centro Botín)

El Centro Botín de Santander nació con la desventaja del privilegio. Como a esos guapos a los que casi nadie toma por listos y se tienen que esforzar el triple por demostrar lo que valen, el edificio de Renzo Piano es víctima de su propio paisaje: ¿quién quiere ver exposiciones de arte contemporáneo, teniendo la bahía ahí mismo, con sus barcos entrando y saliendo del puerto y esas colinas verdes que se reflejan en el agua azul? No es extraño que muchos turistas utilicen...

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El Centro Botín de Santander nació con la desventaja del privilegio. Como a esos guapos a los que casi nadie toma por listos y se tienen que esforzar el triple por demostrar lo que valen, el edificio de Renzo Piano es víctima de su propio paisaje: ¿quién quiere ver exposiciones de arte contemporáneo, teniendo la bahía ahí mismo, con sus barcos entrando y saliendo del puerto y esas colinas verdes que se reflejan en el agua azul? No es extraño que muchos turistas utilicen el museo como atalaya y mirador y ni siquiera se fijen en la colección. Yo mismo, ante alguna exposición un poco árida o inane, he preferido dar la espalda a los cuadros y pasar el rato asomado a los ventanales, contando barquitos y disfrutando del sol en uno de los paisajes urbano-naturales más coquetos de la Península. Bien pensado, la ubicación podría ser asimismo una bendición: por mucho que te disguste el arte expuesto, la bahía te calma. Es imposible salir de allí malhumorado.

Quiero decir con esto que los programadores del Centro Botín lo tienen mucho más difícil que los de otras instituciones análogas: sus contenidos han de ser soberbios, incontestables e hipnóticos, para que los visitantes vuelvan la vista a las obras y dejen de contemplar la acuarela cantábrica. Tal vez por eso han recurrido esta temporada a Shilpa Gupta, una artista india que se presenta por primera vez en España. Su exposición I live under your sky too ocupa la segunda planta del museo y es uno de los mejores planes para quienes vivan o pasen por Santander y alrededores. Incluso justificaría un viaje a la ciudad. Hasta el 9 de septiembre tienen tiempo.

Gupta noquea al visitante con una eficacia y una sencillez rayanas en lo ingenuo. Con materiales mínimos, pobres y reciclados, induce un desasosiego y una emoción ambigua e incómoda muy parecida al sobrecogimiento religioso. Uno entra turista, paseante banal que hace tiempo hasta la hora de comer y contemplador distraído de los barcos que encaran la proa al puerto de Santander, y sale dolorido y frustrado, como si le hubiesen apaleado el alma. Una de las últimas piezas de la exposición son unas láminas de cera que formaban parte de un molde del cuerpo de la artista, que esta desmontó y prensó, en una metáfora de lo que hace la represión política a los cuerpos de los disidentes. Así se siente uno al salir, como esas láminas de cera.

Shilpa Gupta, en su exposición del Centro Botín de Santander.BELEN DE BENITO (Centro Botín)

No pretendo disuadir a los melindrosos del escapismo ni a los que van a los museos de arte contemporáneo como quien pasa un día en Disneyland París, entretenidos con ocurrencias más o menos divertidas. Una de las virtudes de Gupta es que llega a todo el mundo. Su arte tiene una vocación tan radicalmente democrática que solo exige del público sus sentidos. No hay reglas, tan solo ver y escuchar.

La obra central de esta especie de antológica de Shilpa Gupta —que recoge arte de distintas épocas— es una instalación titulada Listening Air. El visitante abre unos cortinones y entra en lo que no puede interpretarse de otra forma que como un recinto sagrado. La oscuridad es casi total, salvo por unas pocas lámparas con bombillas de baja intensidad que iluminan unos atriles con las letras de varias canciones protesta populares en distintos idiomas. Unos micrófonos sostenidos por poleas se mueven por la habitación. Los micrófonos se han modificado para que funcionen como altavoces por los que suenan esas mismas canciones interpretadas a capella y a varias voces. Unas sillas invitan a la escucha. Nadie habla. Nadie murmulla. Nadie mira el móvil. Gupta consigue aquí lo que casi nadie logra en la era de la distracción: la atención absoluta.

Exposición de Shilpa Gupta, en el Centro Botín de Santander.BELEN DE BENITO (Centro Botín)

Es conmovedor observar esa congoja en los visitantes, pero mucho más sorprendente es sentir cómo te afecta a ti mismo. Hay algunas canciones tan populares que rebasan el cliché, como el No nos moverán (cuota española que no estaba en la instalación original de 2019) o el Bella ciao. Incluso esas, que algunos no podemos escuchar sin una mueca de ironía verbenera, pellizcan el ánimo. Pero es Hum Dekhenge la que te desarma del todo. Quizá porque sus palabras son incomprensibles, y la voz de Mansi Multani —famosísima cantante y actriz india— la convierte en una salmodia o una invocación de nadie sabe bien qué, pero que tiene que ver con la dignidad primigenia, la que nadie puede doblar.

Hum Dekhenge es un poema de Faiz Ahmed Faiz, algo así como el poeta nacional pakistaní, adorado por millones de indios y pakistaníes a ambos lados de una frontera que a Gupta le duele por arbitraria. En 2019, su versión musical se convirtió en el himno de las protestas estudiantiles contra la Ley de Enmienda de la Ciudadanía, considerada una medida discriminatoria y racista de los fundamentalistas hindúes contra el resto de religiones y etnias de la India. En la obra de Gupta, es la resistencia de los individuos ante la imposición de una identidad autoritaria.

Exposición de Shilpa Gupta, en el Centro Botín de Santander.BELEN DE BENITO (Centro Botín)

El poder y la fragilidad de la palabra contra la represión es el tema de una serie de veinte dibujos enmarcados en madera sencilla con unos listones que los cruzan verticalmente por el centro, tapando parte del dibujo y evocando los barrotes de una celda. En todas las escenas falta alguien: hay un hueco con forma de silueta humana que representa a poetas represaliados por sus versos. Los hay históricos, desde la Edad Media hasta muchos actuales, pasando por los soviéticos y las víctimas de los antiguos regímenes totalitarios. La cartela reproduce algunos versos de los autores aludidos, que forman parte de una investigación sobre poetas de todo el mundo que han sufrido la censura y el castigo.

La exposición de Gupta transmite una fragilidad consistente. Las palabras son débiles, mutables, fácilmente borrables o silenciables. Se quiebran y olvidan enseguida, y quienes las pronuncian y escriben desaparecen en el lodo de la historia. Pero, a la vez, contienen un poder místico y casi mágico, el poder de las canciones protesta presentadas como oraciones a no se sabe qué dios. Quizá a ninguno. Canciones que ni siquiera cimentan su poder en el daño improbable que hacen a los sátrapas, sino en la autoestima que otorgan a la comunidad que las canta fraternalmente. Escuchándolas, uno tiene la sensación de que, incluso en la derrota, esos disidentes eran invencibles.

Decir que la luz tamizada del Cantábrico hiere los ojos al salir es decir muy poco. Casi toda esa felicidad próspera de ciudad europea ofende los sentidos inflamados del visitante. Hasta las risas de los niños que corren por el parque marinero que se extiende a los pies del Centro Botín parecen burlas a lo que se acaba de experimentar. No es culpa de los niños, ni de Santander, ni de nadie. Pero no se puede regresar a la vida distraída del verano sin tomarse unos minutos y reacostumbrar la mirada y los oídos a la banalidad del mar.

Exposición de Shilpa Gupta, en el Centro Botín de Santander.BELEN DE BENITO (Centro Botín)

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