El recopilatorio que cambió la historia del rock

Este año, Lenny Kaye ha estado de gira tocando los éxitos de ‘Nuggets’, canciones que él rescató a principios de los setenta, inmortalizando lo que luego se denominaría como “rock de garaje”

Patti Smith canta en el centro, con Lenny Kaye (derecha) e Ivan Kral (izquierda) en abril de 1975.Richard E. Aaron (Redferns/ Getty)

En 1970, Lenny Kaye todavía no ejercía como cómplice musical de Patti Smith, el puesto que le traería fama y fortuna. Lenny era entonces otro chaval bohemio que malvivía en la zona baja de Manhattan, con ingresos mínimos: recibía 10 dólares cada día que le llamaban para ayudar en la tienda de discos Village Oldies y funcionaba como periodista musical. En calidad de plumilla, fue convocado por Jac Holzman, el fundador de Elektra Records.

Elektra nació como exquisito sello de folk pero tras su inmersión en el rock —¡The Doors!— vivía tiempos de abundancia. Holzman, hombre imaginativo, comentó a Kaye que demasiados elepés solo tenían una buena canción, ¿no sería práctico juntarlas en una recopilación? Entusiasmado, Lenny se puso a dar contenido a aquella intuición. En Village Oldies tenía acceso a los desechos musicales de los años sesenta, miles de discos de segunda mano.

Era una labor inédita. Abundaban las reediciones de éxitos añejos, pero hechas sin mucho cariño, a veces concebidas como simples concesiones a locutores importantes, que preferían cobrar así sus favores a discográficas (técnicamente, recibir dinero contante y sonante —payola— era delito). Aparte, el rock estaba desarrollando una conciencia histórica, aunque eso todavía resultaba un concepto exótico para gran parte de la industria musical.

Portada del disco 'Nuggets'.

Kaye tuvo el campo libre, pero costó conseguir los permisos de temas editados por compañías diminutas y/o desaparecidas en combate. Aparte, Elektra había sido adquirida por el conglomerado Warner y los nuevos amos no simpatizaban con “los caprichos de Holzman”. Así que Nuggets (“pepitas”) no salió hasta finales de 1972. Obtuvo críticas muy positivas… y ventas modestas; a Kaye le dijeron “gracias, pero no habrá un segundo volumen”. Se equivocaban, como veremos.

Publicado como doble LP con 27 temas, Nuggets suele ser considerado como la carta de presentación del “sonido garaje”. Estamos ante una simplificación: el subtítulo ya avisaba que contenía Original Artyfacts from the First Psychedelic Era, 1965–1968. La habilidad de Lenny fue recoger diferentes tendencias, del folk-rock al blues, pasando por la primera psicodelia (no la psicodelia hippy de San Francisco, por la que Kaye, como buen neoyorquino, sentía desconfianza).

En realidad, lo de garage es, como tantos otros, un término creado a posteriori por la crítica para manejar la producción de la caterva de conjuntos formados en todos los rincones de Estados Unidos tras la acometida de los Beatles. Los conjuntos que brillaron unos pocos años en el circuito juvenil y que grabaron en sellos pequeños o grandes. Algunos hasta consiguieron éxito a nivel regional e incluso nacional: antes de la imposición de las radiofórmulas, las emisoras —qué cosas— tenían a gala promocionar al talento local.

En lo musical, la etiqueta de garage se aplica preferentemente al ala dura de ese movimiento, grupos agresivos inspirados por invasores británicos como los Yardbirds, los Rolling Stones o los Pretty Things. Obvio que ahí no encajan muchos temas seleccionados por Kaye, como las creaciones de ambiciosos productores tipo Van Dyke Parks (The Mojo Men) o Gary Usher (Sagitarius). El perfil de cazurros con testosterona tampoco sirve para figuras tipo Todd Rundgren, cabecilla de The Nazz, o Al Kooper, luminaria de The Blues Project.

Patti Smith y Lenny Kaye, en el Royal Albert Hall de Londres el 4 de octubre de 2021.Christie Goodwin (Getty Images)

Pero el mito del garage rock prosperó. Nuggets fue un ingrediente esencial para la combustión del punk rock. También impulsó directamente a bandas de los setenta que reivindicaban aquel primitivismo: Fleshtones, Chesterfield Kings, Lyres y, claro, Ramones. El revival pegó fuerte en ese Parque Jurásico del rock que es Suecia. De rebote, inundó España o, al menos, zonas como Malasaña: en la segunda mitad de los 80 era imposible visitar los locales del barrio madrileño sin sufrir una sobredosis de órganos Farfisa, guitarras con fuzz y voces insolentes.

Con tanto alboroto, resulta que Nuggets sí tuvo descendencia, aunque sin participación directa de Lenny Kaye. Rhino, la división de reediciones de Warner, publicó una versión ampliada en una caja con cuatro CDs; luego vino Nuggets II y Children of Nuggets y varios más. Para entonces, la recuperación de los grupos más o menos marginales de los sesenta se había convertido en una auténtica industria, con centenares de recopilaciones disponibles. A veces se hacía por las bravas, sin cuidar el sonido ni pedir permiso a los derechohabientes, caso de la serie Pebbles. Otras colecciones, como Back From the Grave, procuraban compensar a los músicos supervivientes. El territorio de exploración pasó de los países anglosajones a, prácticamente, los cinco continentes. El equivalente español de Nuggets se titula Algo salvaje: están avisados.

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