El barco ‘Delta I’ emerge de las profundidades del puerto de Cádiz casi 400 años después de su naufragio
La Autoridad Portuaria y el Centro de Arqueología Subacúatica completan la maniobra de izado del buque para comenzar su desmontaje y estudio fuera del agua
El Delta I, el barco de mediados del siglo XVII que se hundió hace casi 400 años por un motivo ignoto, ha emergido esta mañana de las profundidades del puerto de Cádiz. La maniobra, pionera en España, ha necesitado más de cuatro horas para culminar con éxito, han confirmado la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz (APBC) y la Delegación de la Junta de Andalucía en Cádiz, artífices de la operación. El pecio histórico, de 20 metros de eslora por siete de manga —correspondiente a la parte inferior conservada de la embarcación— será ahora trasladado a una carpa, donde será desmontado, escaneado y estudiado, antes de ser devuelto de nuevo al mar.
El movimiento de este sábado —informado a través de una nota de prensa y sin convocatoria a los medios— es la fase quinta de las seis que contempla la operación de estudio del Delta I, denominado así por el equipo del Centro de Arqueología Subacuática (CAS) de Cádiz cuando fue hallado en 2012, en el transcurso de unas obras de ampliación del puerto. Ya en aquel entonces, los técnicos de la APBC tuvieron que diseñar la construcción de una estructura metálica que sumergieron bajo el agua y ataron al pecio para trasladarlo desde el lecho en el que este estaba enterrado en lodos, a unos 19 metros de profundidad, hasta una zona bajo el agua de entre seis y ocho metros (dependiendo de las mareas) en la que estaba desde ese momento.
La necesidad de nuevas obras en el entorno de la terminal de contenedores que ya exigió su movimiento hace más de una década han justificado ahora el izado de un barco del que se desconoce su nombre, bandera y las circunstancias que le llevaron a acabar hundido. Aunque para llegar al momento de ver emerger los restos del pecio, algo que ha ocurrido al mediodía, han sido necesarias semanas de trabajos bajo el mar que comenzaron la pasada primavera. Los buzos de la compañía Divership Diving han tenido que retirar “al tacto”, como han explicado desde la APBC, entre uno y dos metros de lodos, que se asentaron sobre el pecio tras su último movimiento hace 12 años, y dragar el entorno para localizar las cinchas que abrazan las estructuras colocadas entonces.
Los técnicos del puerto gaditano (que está financiando también la operación, con una inversión de 2,6 millones de euros) han sido los encargados de diseñar la maniobra de traslado, calculada sobre el peso del pecio, resultante del inventariado realizado en 2012 de las maderas que componen el barco saturadas de agua. Para el izado se ha vuelto a recurrir a la estructura de hierro que se empleó entonces y que se lanzó de nuevo al mar hace 17 días, equipada con unos flotadores que la hicieron quedar suspendida bajo el agua. Una vez remolcada a la zona donde estaba el pecio, los especialistas vaciaron esos inflables para que ese armazón bajase hasta el barco y quedase apoyado en unos bloques de hormigón, colocados casi a ciegas previamente por los buzos para que coincidiesen exactamente con las patas de la estructura.
Una vez abrazado el barco al armazón con la ayuda de las cinchas, tensores y grilletes, los técnicos volvieron a hinchar los flotadores para levantar todo el conjunto, que ha sido remolcado hasta un muelle del puerto, donde quedó amarrado el pasado viernes. Allí los submarinistas han realizado un nueva limpieza superficial de los fangos que tenía el pecio, hasta que este sábado ha acabado la izado con la ayuda de dos grúas móviles ubicadas junto al cantil. Los restos del barco han acabado descansando sobre unos sacos terreros en una explanada de arena y se han desligado de la estructura metálica.
La fase 6 de la operación implicará a los técnicos del CAS y del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), institución de la que depende. Bajo una carpa de 25 metros que se va a instalar protegiendo el lugar en el que el pecio ha quedado ubicado, los arqueólogos trabajarán en condiciones controladas de humedad y temperatura para estudiarlo. La idea es que, durante los próximos tres meses, los especialistas lo documenten y desmonten para averiguar cómo era la estructura de la nave. Estos análisis serán claves para descubrir qué le pasó y cómo se construyó, a mediados del siglo XVII, un momento en el que no existían pautas que marcasen cómo se hacían los buques, explicó a EL PAÍS, Milagros Alzaga, jefa del CAS y principal artífice del proyecto.
El plan a seguir será desmontar el forro interno del barco para continuar con las cuadernas y el recubrimiento exterior. Los arqueólogos tomarán una muestra de madera de cada zona para realizar estudios de dendrocronología que permitan determinar la antigüedad y la procedencia. Eso se completará con diversa documentación fotográfica y de fotogrametría. Después, se introducirán las piezas en contenedores de agua salada para acabar de nuevo en el mar, protegidos con geotextil (una tela permeable y flexible) y fango. La complejidad de estabilizar las maderas fuera del agua, de mantenerlas y musealizarlas ha llevado a descartar que el pecio acabe expuesto fuera del mar.
Por ahora, todo son incógnitas en el Delta I. Solo se sabe que, en el momento de su hundimiento, iba cargado con 27 cañones de hierro procedentes de Suecia; 22 lingotes de plata, originarios de las minas del alto Perú (hoy Bolivia) con marcas que los datan en 1651; cerámicas y una campana con la leyenda Jesús, María y José. Todas esas piezas fueron recuperadas en una campaña arqueológica realizada bajo el mar en 2013 y necesitaron de meses a años para acabar estabilizadas fuera del mar. Ahora, los técnicos del CAS encaran estos trabajos como una oportunidad para resolver las dudas que envuelven al barco que emergió de las profundidades del Atlántico casi 400 años después de que este se lo tragase.