La apertura de los archivos secretos de Elias Canetti revoluciona su obra

El biógrafo del escritor adelanta algunos de los enigmas que encierran la treintena de cajas con correspondencia y diarios del premio Nobel que se harán públicos en agosto

El escritor Elias Canetti, en Viena, en 1970.Nora Schuster (Imagno/ Getty Images)

El 14 de agosto se cumplen los 30 años de la muerte de Elias Canetti (1905-1994) y se levantará el embargo a sus papeles secretos, custodiados en la Zentralbibliothek de Zúrich. Son una treintena de cajas que contienen su correspondencia y sus diarios desde el 21 de octubre de 1941 al 30 de diciembre de 1986, supervivientes de una primera purga que Canetti realizó en vida. ¿Qué se puede esperar de la lectura de estos papeles íntimos?

Canetti distinguía entre apuntes (Aufzeichnungen), notas de agenda ...

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El 14 de agosto se cumplen los 30 años de la muerte de Elias Canetti (1905-1994) y se levantará el embargo a sus papeles secretos, custodiados en la Zentralbibliothek de Zúrich. Son una treintena de cajas que contienen su correspondencia y sus diarios desde el 21 de octubre de 1941 al 30 de diciembre de 1986, supervivientes de una primera purga que Canetti realizó en vida. ¿Qué se puede esperar de la lectura de estos papeles íntimos?

Canetti distinguía entre apuntes (Aufzeichnungen), notas de agenda (Merkbücher) y diarios (Tagenbücher). Escribir un diario era para él dialogar sin concesiones con un otro yo ficticio, un interlocutor cruel y despiadado porque —decía— si el escritor ha de ser capaz de conocer lo más terrible, común y peligroso que brota de la humanidad, “¿cómo te atreves a escribir algo tan falso sobre ti mismo, solo porque te resulta cómodo?”. En sus diarios depositó, pues, “todas las conversaciones que en la realidad nunca podemos mantener porque acabarían en estallidos de violencia, todas las palabras absolutas, irrespetuosas y destructoras que a menudo debiéramos decir a los demás”.

Y, a la inversa, autoacusaciones desesperadas y violentas, reproche de maldades y canalladas que no son suyas, porque lo importante es lo que se hace, y uno puede pensar lo que quiera, hasta que va dejando sin máscaras a ese personaje soberbio y desdeñoso y le demuestra que, en el fondo, no es tan interesante. ¿Los publicará?, le preguntaron en 1965, y él contestó: “No, no, son secretos, muy secretos”. “Un diario que no es secreto, no es un diario”, sostenía, aunque dejó abierta la puerta: “Cuando por fin sea viejo y sabio, decidiré si hago desaparecer todo, o bien si lo deposito en un lugar secreto, donde solo por casualidad, y en un futuro inocuo, pueda ser encontrado”.

Ese momento ha llegado y ni lo destruyó todo, ni el lugar era secreto, ni utilizó una compleja escritura como quería hacer creer, pues se trata de una taquigrafía simple, que está siendo descifrada fácilmente. El biógrafo de Canetti, Sven Hanuschek, es de las pocas personas que han tenido acceso a sus archivos personales. “Por supuesto —dice—, en sus diarios inéditos habrá muchos más cotilleos y muchas más anotaciones sobre crisis personales y matrimoniales”, como las fantasías suicidas de su primera mujer, lo que llamaba un “gabinete del terror” de dependencias mutuas, las flagelaciones contra sí mismo (”vago”, “lápices paralizados”, ”no eres un artista”…), el impacto de una chica joven con enfermedad terminal, raptos de ira contra todo aquello y todo aquel que le incordiara o la fijación obsesiva con la muerte.

Hoja con anotaciones del archivo de Elias Canetti. Zentralbibliothek Zürich

En los archivos —señala Hanuschek— consta que, sobre todo a partir de su segundo matrimonio, “quiso escribir una comedia humana ‘sobre los lunáticos’, ocho novelas. Solo escribió una, Auto de fe. Otra novela planeada fue El enemigo de la muerte, un loco que se suponía que sería asesinado por un meteorito al final de la novela. Canetti adaptó la postura de su personaje a lo largo de los años y no la escribió porque al enemigo de la muerte no se le permitía morir, ni siquiera en una obra de ficción”.

Antes de la publicación de los diarios, el levantamiento del embargo dará a conocer, según Hanuschek, “otras partes del legado muy interesantes: pasajes suprimidos de los libros autobiográficos que Canetti eliminó, no porque los considerara fallidos, sino para proteger a las personas citadas en ellos”. La Fundación Canetti está preparando una nueva edición completa, en la que se incluirán estas partes suprimidas. Está previsto que el primer volumen aparezca este otoño (si consiguen llegar a tiempo) y un volumen cada año a partir de 2025.

En el primer volumen, La lengua absuelta —comenta Hanuschek—, “se contará la historia de la creación del libro de una forma completamente diferente, a partir de los primeros intentos de Canetti. La historia de su infancia empezará más temprano y su historia familiar contará nuevos episodios, como la vida dramática de su bisabuelo”. También se publicará por primera vez el libreto de Die Affen-oper (La ópera del mono), continuadora de Informe para una academia, de Kafka, mientras que en Las voces de Marrakech se recuperarán una serie de capítulos suprimidos que conciernen sobre todo al amigo de Canetti, Aymer Maxwell, el productor de cine que le invitó a Marruecos con un equipo de rodaje. Die Affen-oper incide en las tesis de Masa y poder, los mecanismos de seducción del autoritarismo populista, la ceguera de sus seguidores, las manipulaciones del capital: en este caso, un mono de circo adiestrado sale de su lugar de trabajo con dos maletas con dinero robado. Disfrazado de humano, reparte el dinero entre las personas que encuentra y nace un nuevo Mesías…

Elias Canetti lee 'La comedia de la vanidad', en 1935, en el cantón suizo del Tesino.

“A un poeta hay que leerlo, no conocerlo”, decía Canetti. Una prevención inútil para quien quiso hacer ficción de su vida, crear un yo literario moralmente mejor que el de carne y hueso. La imagen del autor había quedado seriamente dañada con la publicación en 2003 de los diarios de Londres, confusamente excluidos del embargo. El “guardián de las metamorfosis”, heraldo de la capacidad del arte para transformarnos y vivir la empatía, se revelaba como un manipulador celoso, cruel y resentido, una imagen corroborada en biografías y correspondencia de su esposa, Veza, o de sus amantes: Marie-Luise von Motesiczky, Frieda Benedikt y, sobre todo, Iris Murdoch, cuyo biógrafo, Peter Conradi, quiso identificar con Canetti los personajes Mischa Fox (The flight of the enchanter), Julius King (A fairly honourable defeat) y Charles Arrowby (The sea, the sea), y lo presentaba como un casi enano venenoso y lleno de odio que solo profería insultos, un sátiro hambriento de fama que tenía bajo su poder a innumerables mujeres.

Hanuschek defiende al Canetti privado. “En sus notas inéditas se autocritica constantemente, lucha consigo mismo y con su comportamiento, y tiene que llegar solo a un acuerdo consigo mismo”. Desde esta perspectiva, el bilioso diario de Inglaterra, escrito cuando Canetti era un migrante sin obra y se sentía humillado y ninguneado por una sociedad clasista, tiene un estatus muy especial: “Unas memorias que el propio Canetti quemó y luego intentó reconstruir a partir de sus bocetos taquigráficos, una obra que no publicó él. El capítulo sobre Iris Murdoch son como anotaciones en un diario: algo le irrita, anota su ira en un ataque de cólera y se libera de ella. No se trata de justicia, se trata de aliviar instintos que no pueden verse como una expresión válida de opinión sobre los demás”, explica Hanuschek.

En las anotaciones inéditas, según Hanuschek, no hay misoginia: “En el libro antisemita y misógino Sexo y carácter (1903), Otto Weininger describió a la mujer (Weib) como un ser inferior, moral y mentalmente degenerado, defectuoso, una nada. Canetti se burla de esto en su novela Auto de fe: la loca ama de llaves Thérèse es una caricatura exacta de esta imagen monstruosa que creó Weininger (loca en un mundo de locos)”. Y añade: “Por supuesto, Canetti se ofendía fácilmente y resultaba hiriente, pero no era en absoluto misógino. A veces casi se entregaba a determinadas mujeres, trabajaba en sus libros y las ayudaba en todo lo que podía. Veza, su esposa, era unos años mayor y fue muy importante para él en sus primeros años como escritor. Eso luego cambió, probablemente padecía una depresión severa y había renunciado a ser escritora. En el momento en que un estudioso de la literatura descubrió a Veza Canetti como autora detrás de sus seudónimos, Canetti no quiso hacer público todo esto para no dañar su imagen pública, pues se suponía que debía existir junto a él como escritora por derecho propio. El viejo Canetti estaba feliz por eso; no hay ni un atisbo de falsedad en sus notas al respecto”.

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