Muere el periodista y escritor Fernando Delgado a los 77 años
El autor de ‘La mirada del otro’, que fue director de ‘A vivir’ de la Cadena SER y de RNE, dedicó la primera parte de su trayectoria profesional a los medios y escribió más de una veintena de novelas y libros de poesía
Si hay algo que definía a Fernando Delgado era su generosidad. Siempre estaba dispuesto a echar una mano a un joven poeta en busca de consejo, a un periodista que necesitaba un contacto o a una librera que se estrenaba y necesitaba ayuda para darse a conocer. El periodismo y la literatura llenaron una vida muy intensa y comprometid...
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Si hay algo que definía a Fernando Delgado era su generosidad. Siempre estaba dispuesto a echar una mano a un joven poeta en busca de consejo, a un periodista que necesitaba un contacto o a una librera que se estrenaba y necesitaba ayuda para darse a conocer. El periodismo y la literatura llenaron una vida muy intensa y comprometida que discurrió, sobre todo, entre sus queridas Islas Canarias (donde nació, en Santa Cruz de Tenerife), Madrid (donde se instaló en los estertores del franquismo y pronto se consolidó como periodista y escritor), la localidad segoviana de Torrecaballeros y Faura, el pueblo valenciano donde se instaló hace dos décadas y donde murió este domingo a los 77 años.
Murió muy cerca del mar, como quería, en su espaciosa casa de pueblo, rodeada de naranjos y distante unos pocos kilómetros de la playa. La rehabilitó para vivir con su pareja y sus perros, escribir, leer y acoger al numeroso grupo de amigos que no se perdía sus reuniones, cafés, comidas y cenas, muchos de ellos poetas, novelistas, pintores y escultores, también periodistas, políticos, vecinos de la localidad, gente muy dispar. El capital relacional de Fernando Delgado estaba la altura de su elevada estatura y de su apostura de antigua estrella de cine.
Fue un periodista todoterreno, pero su especialidad, no lo podía evitar, era sin duda la cultura. Dirigió el programa A vivir de la Cadena SER entre 1996 y 2005, y antes fue el director de Radio 3 (en 1981), RNE (de 1982 a 1986 y entre 1990 y 1991) y de TeleExpo en 1992. En TVE rompió el molde de los encorsetados telediarios de fin de semana con sus personales recomendaciones culturales y su sonrisa cómplice. Su popularidad se disparó.
Cuando llegó a Madrid, tras baquetearse en los medios canarios, se puso a vivir sin saberlo al lado del poeta Francisco Brines. Fue como una premonición. “La poesía es lo que más me interesa. Me considero un poeta frustrado, no porque sea peor que muchos otros poetas, sino porque creo que uno siempre es un mal poeta”, contó a este periódico en una entrevista. Delgado se convirtió en un amigo muy cercano del Premio Cervantes valenciano al que acompañó hasta el final de su vida en 2021, en la masía Elca de Oliva.
En 1995, Delgado ganó el premio Planeta con La mirada del otro, a la vez que presentaba el telediario de TVE del fin de semana, una historia de obsesiones y celos, que tiene por protagonista a una ejecutiva de la alta burguesía madrileña de los años ochenta. En 2005, dejó el periodismo y pasó a dedicarse íntegramente a la literatura. En 2015 recibió el Premio Azorín por Sus ojos en mí, entre otros galardones. Los ocho libros de su obra poética recibieron los premios como el Julio Tovar y el Antonio de Viana. Como reconocimiento de su trayectoria en el periodismo recibió un Premio Ondas Nacional de Televisión y una Antena de Oro.
La novela El huido que leyó su esquela (Planeta) está protagonizada por un hombre al que dan por muerto y en ella rememoraba una triste anécdota de su pasado relativa a la ausencia de su padre. Con esta obra completó su llamada trilogía del ahogado, integrada por No estabas en el cielo, Isla sin mar. “La literatura te hace buscar y mirar las cosas, también tu propia vida, aunque estés inventando otros mundos, de otra manera”, afirmó en otra entrevista con este diario.
Su última incursión en la narrativa fue Todos al infierno (editorial Planeta), en la que noveló la corrupción vivida desde mediados de los años noventa en Vallina, un trasunto de Valencia. “Se trata de una novela de ficción con pasajes imaginados e inevitables referencias a la realidad. Dicho de otro modo, en ella todo es imaginario y a la vez muy reconocible”, explicaba Delgado en una entrevista en marzo de 2022 en EL PAÍS. Allí ya se mostró cansado y anunció que no volvería a escribir ficción. El contagioso vitalismo de Fernando se apagaba, aunque sin perder su capacidad de indignación por la eclosión entonces de la “maldita guerra” en Ucrania y por la “putrefacción de la política”.
Siempre se mostró comprometido políticamente con la izquierda, aunque no militó hasta los últimos años. En 2015, aceptó ser diputado autonómico por el PSPV-PSOE entre 2015 y 2019 a propuesta del que sería el presidente valenciano, el socialista Ximo Puig. El periodista se definía como “un cristiano sin iglesia, un socialista de todo la vida pero ahora con partido”. “Siempre he estado muy politizado, ya desde mi juventud, en la que tenía espacios políticos y también religiosos”, rememoraba.
Como diputado supo en seguida granjearse complicidades. A ello contribuía su carácter afable, su curiosidad y su voluntad de llegar a entendimientos Su discurso como diputado de mayor edad en la constitución de las nuevas Cortes Valencianas, que suponían el fin de la mayoría de dos décadas de la derecha, fue muy aplaudido.
En él recordaba a su maestro Emilio Lledó, el pensador que tanto influyó en otro amigo del alma de Delgado, el también periodista y escritor canario Juan Cruz, que este domingo se mostraba desolado. En la tribuna, ante un nuevo público, dijo: “En el principio fue el verbo, en el principio de todo está la palabra. Para pensar, por supuesto, que es algo que la ciudadanía nos requiere a los diputados y una exigencia que todo diputado o diputada debe imponerse. Para hablar, después de haber pensado, que como denuncia mi maestro Emilio Lledó, no parece que sea lo más común en las tribunas públicas españolas, donde con frecuencia se impone la charlatanería. Y para hacer de la palabra, cada uno desde su conciencia y su manera de entender el mundo, no un arma violenta, que a veces puede serlo, sino un útil de concordia y entendimiento”. Palabra de Fernando Delgado.