María Zaragoza: “Lo primero que tiene que aprender un escritor es a mentir”
La autora, ganadora de premios literarios como el Azorín o el Ateneo Joven, ha sido nominada al Goya al mejor cortometraje por su primer guion cinematográfico
La escritora María Zaragoza (Madrid, 41 años) publicó su primer libro con solo 17 años y desde entonces ha pergeñado más de una docena de libros de cuentos, cómics y novelas; con la última, La biblioteca de fuego, ganó el Premio Azorín, como antes el Ateneo Joven de Sevilla. La autora, criada en La Mancha, siempre ha mantenido una relación especial con el cine: “De pequeña, no comía nada, y mi abuela se percató que si había una película en tel...
La escritora María Zaragoza (Madrid, 41 años) publicó su primer libro con solo 17 años y desde entonces ha pergeñado más de una docena de libros de cuentos, cómics y novelas; con la última, La biblioteca de fuego, ganó el Premio Azorín, como antes el Ateneo Joven de Sevilla. La autora, criada en La Mancha, siempre ha mantenido una relación especial con el cine: “De pequeña, no comía nada, y mi abuela se percató que si había una película en televisión, entonces sí comía. Y empezó a dejarme ver cualquier película solo para que comiera”, dice. De ese amor surge Cuentas divinas, su primer guion llevado a la gran pantalla, que ha sido nominado al Goya.
Pregunta. Un guion, una nominación al Goya. Qué puntería.
Respuesta. Soñé un guion y me puse a escribirlo. Se lo mandé a la actriz Eulalia Ramón para ver si lo quería actuar y resulta que ella quería dirigir algo. Cuando me devolvió la llamada tenía la planificación, la actriz (Celia Freijeiro)… Fue un regalo estrenarlo en Sitges y luego ha sido una locura detrás de otra.
P. ¿Cómo es Cuentas divinas?
R. Es una comedia negra sobre la sociedad del consumo que acaba consumiendo las personas. Cuando llegamos al límite con alguien pensamos “lo mato”, pero no lo hacemos porque tenemos un código social que nos lo impide. Yo me pregunté qué pasaría si alguien está tan saturado de todos los códigos sociales que le han impuesto que ya no distingue los prioritarios de los secundarios. El marido de la protagonista utiliza esos códigos para favorecerse a sí mismo: ella quiere ser moderna, feminista… Y él lo utiliza proponiéndole el poliamor, pero intentando hacer extensivo su privilegio heteropatriarcal con dos mujeres.
P. ¿Hay que feminizar el cine?
R. Es bastante raro que el núcleo duro de una película sean todas mujeres, como pasa En este corto, y se tiene que dar más porque somos la mitad de la humanidad. Se ha avanzado mucho en los últimos años pero queda mucho camino. Se espera que contemos unos determinados tipos de historias porque somos mujeres y eso tenemos que dinamitarlo.
P. ¿Está cansada de ver películas de señoros?
R. No, los señoros también tienen derecho a contar sus historias y de hecho hay muchas de sus películas que a mí me gustan. Pero estoy aburrida del papel que juegan las mujeres en esas producciones: si puedes sustituir a la actriz por un cactus y sigue funcionando es que algo que no está bien. Y eso pasa, aunque cada vez menos.
P. ¿Hay un realismo mágico manchego?
R. Sí. El terror y lo fantástico suelen relacionarse con paisajes arbolados y sitios húmedos. Pero en La Mancha lo que te da miedo es el horizonte infinito, el no tener dónde esconderte, la luminosidad. Eso te da una forma de ver el género de otra manera, como hago en mi último libro, El infierno es una chica adolescente.
P. ¿El relato es el hermano pobre de la novela?
R. No, es una forma diferente de concebir una historia. Son dos tipos diferentes de carreras, una novela es una maratón y un relato es una carrera de velocidad.
P. ¿Por qué fue tan precoz en la literatura?
R. Empecé a escribir ficción con siete años, hacía versiones de los libros que me gustaban o cogía los personajes e inventaba nuevas aventuras, lo que ahora sería un fanfiction. Luego descubrí que había una persona detrás de eso, y yo decidí que eso era lo que yo quería hacer en la vida, contar historias. Lo dije en el colegio, pero los niños nunca quieren ser escritores, y todo el mundo me miraba como si fuera una marciana. Entonces aprendí que lo primero que tiene que aprender un escritor es a mentir. Empecé a decir que quería ser periodista, y me miraban de forma más amable. Pero no sería buena periodista, me inventaría las noticias.
P. ¿Le obsesiona la muerte?
R. Hay una falta de normalización en la muerte preocupante. La muerte forma parte de la vida y es donde vamos a acabar todos. Está muy bien que parte de nuestro objetivo vital sea intentar engañarla, pero tenemos que ser conscientes de que no podemos hacerlo. Antes la muerte estaba más implicada dentro de la vida de la gente, pero poco a poco se convirtió en algo que había que esconder. Y todo lo que hay esconder es un gran material literario.
P. En Los alemanes se vuelan la cabeza por amor hay un mundo paralelo, la plaza, que recuerda a las redes sociales.
R. Planteé que cuando no pensamos en nada o soñamos fuéramos todos al mismo sitio y pudiéramos comunicarnos con gente a miles de kilómetros, donde pasan cosas que pueden influir en la realidad. Todo se descompone cuando intentan atraer al mundo real los lazos que han hecho en el mundo de las ideas. Eso ha pasado con las redes sociales. Emocionalmente nos han vuelto un poco tontos: he visto gente que ha sido dejada de lado por sus amigos por algo que ha puesto en Twitter. Y eso me parece un problema, porque lo importante es esa persona con la que te tomas un café. Y hacen que te metas en una burbuja de gente que piensa como tú, con lo que estamos cada vez más sesgados.
P. En sus libros siempre habla de nuevas formas de amar. ¿Se puede escribir ya cualquier cosa sobre sexo o sigue habiendo tabúes?
R. Se puede escribir de cualquier cosa, pero habrá gente que se moleste. Siempre he pensado que todo está bien mientras todas las partes estén de acuerdo y se respeten las unas a las otras, y así lo he intentado expresar. Cuando salió el poliamor me divertía ver la cantidad de señores que intentaban convencer a sus mujeres de meterles a la amante en casa. Ahí no están todas las partes de acuerdo, hay una dinámica de poder que no me gusta.
P. ¿Qué importancia tiene la cultura en este mundo neoliberal?
R. Quieren darle cada vez menos y por eso es cada vez más importante. Creo que ha habido un progresivo desprestigio de las artes y las letras que está muy vinculado a una significativa perdida de la compresión lectora, del sentido crítico y de otras muchas cosas que tienen que ver con eso. El arte es un refugio y sana, es una medicina para el espíritu. Por eso tiene que ser accesible para todos.