Bazlen, Ferrater, Chirbes
Puede que se haya abierto un vía para una tendencia literaria: libros de distinguidos autores con sus secretos informes para editoriales
También a mí, en diferentes épocas, me han preguntado qué nuevas tendencias literarias podrían estar en el más inmediato horizonte. Una tarde, antes de que irrumpiera la epidemia, dije que no podía contestar porque notaba demasiado la inseguridad del suelo. Por esos días, un editor español pasado de copas le explicó a Ariana Harwicz que aprovechaban para vender rápido las escrituras “femeninas” y las autoras “con carácter” antes de que perdieran interés a ojos del mercado (tuvo el detalle de agregar que faltaba tiempo para que eso ocurriera). Lo cuenta Harwicz en El ruido de una época (...
También a mí, en diferentes épocas, me han preguntado qué nuevas tendencias literarias podrían estar en el más inmediato horizonte. Una tarde, antes de que irrumpiera la epidemia, dije que no podía contestar porque notaba demasiado la inseguridad del suelo. Por esos días, un editor español pasado de copas le explicó a Ariana Harwicz que aprovechaban para vender rápido las escrituras “femeninas” y las autoras “con carácter” antes de que perdieran interés a ojos del mercado (tuvo el detalle de agregar que faltaba tiempo para que eso ocurriera). Lo cuenta Harwicz en El ruido de una época (Gatopardo), libro que ojalá sea polémico, porque abriría diálogos necesarios. Le atrae a Harwicz tratar de contar lo que se esconde detrás de todo.
Si la pregunta del horizonte literario me hubiera llegado en pleno confinamiento, habría pronosticado una futura invasión de diarios pandémicos. ¿O no se rumoreaba que pasaría esto? Al final, no aparecieron esos diarios y, además, se descubrió que ni tan siquiera interesaban. Tal vez lo que sucedió fue que los había escrito Rafael Chirbes antes de la irrupción del coronavirus. Porque hay en sus palabras sobre el aislamiento y la soledad un cierto registro epidémico. Y hasta podría ser que, a través de esa especie de “informes de lectura” que puntúan sus diarios (las amonestaciones de Chirbes a lo que escriben ciertos colegas), se hubiera abierto una vía hacia una nueva tendencia literaria que estaría ya en nuestro más inmediato horizonte: libros de distinguidos autores con sus secretos informes para editoriales.
Hay de este género de libros grandes precedentes. Los informes, por ejemplo, de Gabriel Ferrater, reunidos en Noticias de libros (prólogo de Aparicio Maydeu, 2012), unas cartas en forma de obras maestras discretas que contienen frases simples que nos persiguen para siempre, como ésta sobre Tiempo de silencio: “Un país de ratas, poblado por personas que son como ratas; así ve Martín-Santos su país, su España”.
Juraría que el maestro mundial en secretos análisis de libros es Bobi Bazlen, cuya sabiduría brilla en las cartas que en los años sesenta enviaba a Roberto Calasso (Informes de lectura, La bestia Equilátera, 2012). Allí Bazlen reconoce, por ejemplo, el valor literario supremo de El hombre sin atributos, de Musil, pero dice que, de cara a publicarla, es una novela demasiado larga, demasiado lenta (“o aburrida, o difícil, como quieras llamarlo”) y encima “demasiado austriaca”.
Tan curioso es que una novela pueda ser “demasiado austriaca” como que Bazlen considerara el muy pandémico Solitary Confinement (Celda de aislamiento), de Christopher Burney, como el mejor libro leído en 1968. No hay grand guignol, dice, no hay Ana Frank, ni terror al fusilamiento inmediato, solo soledad acompañada de mucha hambre, y no mucho más, ni siquiera un antes y un después del aislamiento. Y, sin embargo, concluye Bazlen, el ajuste de cuentas de Burney con la soledad es estremecedor. He preguntado. El libro está descatalogado en todo el mundo.