La momia de doña Urraca goza de buena salud
La reapertura del féretro en la catedral de Palencia sorprende a los especialistas por la buena conservación, 850 después de muerta, de la reina de Asturias en el siglo XII
La momia sigue como si nada, con su obesidad y pies y manos delicadas. El regio cadáver de Urraca la Asturiana (1133-1179), hija ilegítima de Alfonso VII, nacida en Asturias y fallecida en Palencia, se conserva de maravilla 850 años después de su muerte. Las condiciones de temperatura y humedad de la catedral de Palencia, donde se halla su sepulcro, han mantenido el cadáver en un estado de co...
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La momia sigue como si nada, con su obesidad y pies y manos delicadas. El regio cadáver de Urraca la Asturiana (1133-1179), hija ilegítima de Alfonso VII, nacida en Asturias y fallecida en Palencia, se conserva de maravilla 850 años después de su muerte. Las condiciones de temperatura y humedad de la catedral de Palencia, donde se halla su sepulcro, han mantenido el cadáver en un estado de conservación que ha sorprendido a los restauradores encargados por el Cabildo palentino de reabrir el sarcófago para realizar trabajos de reparación del ataúd. Dentro de él yace doña Urraca tal como fue colocada antaño y como se documentó en 1896: medía 1,62 metros, mucho para la época, acusaba una “gran obesidad y corpulencia”, pero sus manos y pies eran “finos y delicados”.
Doña Urraca, nieta de la reina Urraca I de León y reina de Asturias en 1153 y en 1165, yace extendida sobre el ataúd, mirando hacia arriba y con la boca abierta. El brazo derecho descansa sobre el izquierdo y mantiene las piernas separadas por un palmo. Tal como precisó la Real Academia de la Historia el 11 de diciembre de 1896, la última vez que se abrió la caja funeraria, las extremidades muestran una ligereza y finura que contrasta con el rotundo vientre de la difunta, descendiente de una de las primeras mujeres europeas que reinaron bajo pleno derecho, su abuela homónima.
El doctor Francisco Simón Nieto ejercía entonces como secretario de Comisión de Monumentos y, tras evaluar el cuerpo, escribió lo siguiente: “La momia de doña Urraca medía un metro y seiscientos veintidós milímetros, tenía los brazos cruzados sobre la cintura, las manos eran pequeñas y finas y las piernas rectas y fuertes, su cara ovalada, con ojos no muy grandes y la barba redonda y pequeña. Lo que más llamaba la atención eran los extensos perímetros torácico y abdominal, especialmente el último, con relieves tan acentuados que permiten asegurar la corpulencia y obesidad de esta señora. La obesidad, aunque grande, no era deforme sino simétrica y ordenada y encaja bien en la aventajada estatura, en la esbelta rigidez de una dama cuyo espinazo tuvo muy pronunciada la curvatura lumbar. El volumen de todo el tronco y de los miembros, especialmente el inferior, contrasta con el desarrollo fisiológico de la actividad cefálica y la finura y delicadeza de las manos y los pies”.
La restauradora Celia Rosa recibió en junio el encargo de la Diócesis de Palencia, cliente de esta madrileña pero palentina de adopción tras 25 años de trabajo en la provincia y ajetreo en su taller. “La base de madera del sepulcro estaba en muy malas condiciones por xilófagos [insectos que comen madera], se detectó el ataque cuando se hizo una exposición”, indica, por lo que se procedió a un “embolsado hermético” para actuar sobre la madera policromada y preservar los atributos, flexibilidad y calidades del material para no plastificarlo. La experta detalla que Urraca se encontraba “en una caja tapada por madera, cuero y cristal” y bastó con apartarla para intervenir sobre el sepulcro principal. Rosa cree que esa segunda “caja” se colocó cuando Isabel II la vio en 1875 y le “regaló” un manto de seda azul, también hallado en adecuadas condiciones en las labores de restauración del verano de 2023.
La conservadora, acostumbrada a trabajar con restos humanos, señala que la regia momia no huele a nada ni llama especialmente la atención más allá de que muestra un formidable estado de conservación, probablemente porque apenas se ha movido desde que fue ubicada en una capilla elevada de la catedral palentina en 1532. Solo constan cambios para que la vieran Isabel II en 1875 y el joven Alfonso XIII en 1896, último avistamiento registrado. “Da respeto el encargo, es la momia de doña Urraca, tiene una historia. Pensar que se ha abierto muy pocas veces y que yo la he tenido casi de cuerpo presente… no da miedo pero sí respeto”, apunta la restauradora. La experta se manifiesta admirada por el hecho de que tenga la piel completa y de que se le cubriera la cara con cera “como una máscara”.
El colaborador voluntario del área de Patrimonio de la Diócesis Antonio Rubio vio también los restos, pero no se sintió abrumado: “No impresiona en absoluto, estamos acostumbrados a imágenes más terribles. Aunque sí sorprende su estado”. Hizo las fotos de la momia y las contrastó con imágenes en blanco y negro de 1896, sin apreciar apenas diferencia. Rubio subraya la calidad del manto de seda proporcionado por Isabel II y destaca que los daños en la base del arcón policromado se percibieron cuando se bajó el féretro de su emplazamiento de honor, a cuatro metros de altura, para mostrarlo, cerrado, entre junio de 2022 y enero de 2023 en la exposición Renacer, organizada por el Cabildo para conmemorar los 700 años de la colocación de la primera piedra de la catedral gótica, datada el 1 de junio de 1321 y apodada La bella desconocida. Dentro sigue descansando, ahora en un sarcófago mejor conservado, doña Urraca, un nombre desaparecido de España desde 2015, pero cuya momia se mantiene perfectamente.