Localizadas seis pinturas murales arrancadas de tres iglesias del románico catalán en manos de una colección particular de Suiza

Dos historiadores del arte encuentran el rastro de unas obras medievales en paradero desconocido que habían estado en templos leridanos hasta mediados del siglo XX

Dos de los paneles encontrados en una colección particular de Suiza, arrancados de las pinturas murales de la iglesia de Sant Llorenç d’Isavarre, en Lleida. A la izquierda, una figura de un apóstol sin identificar y a la derecha el apóstol Santiago.JUAN ANTONIO OLAÑETA

Seis piezas de pinturas murales del románico catalán en paradero desconocido, que estuvieron en tres iglesias leridanas: Santa Maria de Cap d’Aran (en la localidad de Tredós), Sant Llorenç d’Isavarre y Sant Iscle i Santa Victòria (Surp), arrancadas a mediados del siglo XX de estos templos, han sido localizadas en manos de “una colección particular de Suiza”. Así lo destapan dos historiadores del arte, Milagros Guardia Pons, de la Universidad de B...

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Seis piezas de pinturas murales del románico catalán en paradero desconocido, que estuvieron en tres iglesias leridanas: Santa Maria de Cap d’Aran (en la localidad de Tredós), Sant Llorenç d’Isavarre y Sant Iscle i Santa Victòria (Surp), arrancadas a mediados del siglo XX de estos templos, han sido localizadas en manos de “una colección particular de Suiza”. Así lo destapan dos historiadores del arte, Milagros Guardia Pons, de la Universidad de Barcelona, y Juan Antonio Olañeta, de este mismo centro y de la Universidad de Lleida, en un artículo publicado en junio en la revista Lambard, especializada en estudios de arte medieval. Ambos expertos han logrado además tomar fotografías en color de las obras, de las que hasta ahora había solo imágenes en blanco y negro de los años cincuenta. Así sucede con la pieza de Cap d’Aran y las tres de Isavarre. Mientras que las dos piezas de Surp eran totalmente desconocidas.

El texto —con un título que remite al atribulado personaje de Marco, creado por el italiano Edmundo de Amicis en su novela Corazón, De los Pirineos a los Alpes: seis fragmentos de pinturas murales románicas catalanas en una colección particular en Suiza, detalla el también complicado ir y venir de unas obras que han pasado por distintos dueños y que originalmente formaban parte de unos conjuntos “desgraciadamente descuartizados”, señalan los historiadores, porque se han dispersado en varios museos y coleccionistas privados.

En los tres casos el propietario de las iglesias era la diócesis del Obispado de Urgell. El artículo señala como responsables del “arranque y venta” de las pinturas al anticuario Josep Bardolet (fallecido en 1982), “metido en bastantes operaciones de este tipo en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo”, señala Olañeta en conversación telefónica, y al fotógrafo del patrimonio Josep M. Gudiol i Ricart (en 1985), primer director del Instituto Amatller de Arte Hispánico, institución privada fundada en Barcelona en los años cuarenta. Mientras que Ramón Gudiol i Ricart (restaurador, hermano del anterior y fallecido igualmente en 1985) fue el ejecutor del proceso de traspasar las pinturas murales a telas, una técnica conocida como strappo (tirón, en italiano). “Consiste en colocar en la pared una tela con una substancia que al secarse hace que la capa exterior de la pintura pase al tejido. En el muro suele quedar algo de pintura y el dibujo preliminar, conocido como sinopia”, añade Olañeta. Posteriormente, las telas se enmarcan para venderlas.

De hecho, se apunta en el artículo que un conocido restaurador italiano, Arturo Cividini, maestro en este procedimiento expoliador, se estableció en Cataluña hace un siglo, lo que da una idea de que pupilos no le faltaban. Bardolet y Gudiol llevaron a cabo durante años “una incesante actividad de compra y arranque”. Olañeta apunta que “en los casos de las iglesias de Isavarre y Surp pidieron permiso al Obispado con la excusa de llevarlas al museo de Barcelona [actual Museo Nacional de Arte de Cataluña, MNAC]”. Al menos eso dijeron en su momento como justificación las autoridades religiosas. “Pero desde que solicitaron ese permiso, en 1943, hasta que lo lograron del Obispado, en 1953, pasaron 10 años, así que entre medias intentaron colocarlas en el mercado internacional”.

A veces lo consiguieron, porque parte de esas piezas encontraron compradores “bien pronto”, motivo por el que hoy están, por ejemplo, en dos museos estadounidenses. En el caso de Santa Maria de Cap d’Aran hay pedazos de sus pinturas en The Cloisters, en Nueva York, centro especializado en arte y arquitectura medieval europea.

Figura del león de San Marcos, arrancado de los muros de la iglesia leridana de Sant Iscle i Santa Victòria de Surp. Es uno de los seis paneles localizados en una colección particular de Suiza. JUAN ANTONIO OLAÑETA

También llegaron fragmentos a manos de particulares, incluida “la colección del artista Antoni Tàpies”, algo no extraño, ya que el catalán, fallecido en 2012, hasta realizó una obra, titulada Pintura y barretina, en la que empleó partes de un fresco arrancado del altar de una obra cumbre como es Sant Climent de Taüll (Lleida). De las otras dos iglesias señaladas en el artículo hay obras en el Museo de Arte de Toledo (Ohio). Las piezas que no se vendieron entonces acabaron más cerca, en el MNAC y en el Museo Diocesano de Urgell (Lleida).

Lo de arrancar pinturas murales románicas pirenaicas es una práctica de la que se tiene conocimiento que sucedió desde 1919, señala el artículo. Una situación que continuó los años siguientes, incluidos los de la Guerra Civil, debido a que eran piezas “codiciadas por anticuarios y museos”. El dúo Bardolet-Gudiol siguió con esta práctica: “Consiguieron vender en el extranjero a pesar de los controles legales”.

De los seis paneles encontrados por los profesores Guardia y Olañeta, se ha sabido que estuvieron anteriormente en la colección del economista suizo Arthur Wilhelm, fallecido en 1962, con una importante trayectoria en la industria farmacéutica. Tras su muerte quedaron en depósito en el Kunstmuseum de Basilea hasta 2008. “Ya aparecían en el catálogo de este museo publicado en 1966, pero no sabía realmente su origen”, apunta el profesor Olañeta. Gracias a este museo han llegado hasta la persona que tiene hoy los seis paneles.

Cada una de las tres iglesias despojadas padeció sus propias vicisitudes. En el caso de Santa Maria de Cap d’Aran, se cometió el arranque en 1941. Bardolet negoció la autorización con la diócesis de Urgell, pero como parecía que el negocio no iba adelante, las pinturas, “todavía sin montar, quedaron depositadas en los propios almacenes del obispado” hasta 1947. Las joyas arrancadas de Santa Maria fueron tres trozos del ábside central con la Virgen y el Niño adorados por los Reyes Magos, flanqueados por los santos Gabriel y Miguel. El entonces director de The Cloisters, el comisario James J. Rorimer, se había interesado por estas pinturas. La correspondencia entre este centro y el Metropolitan neoyorquino ha permitido a los investigadores conocer que Josep Gudiol era citado como “agente del propietario”, es decir, de la diócesis.

Rorimer recurrió nada menos que al millonario John D. Rockefeller Jr, hijo del magnate, para que financiara la operación por 25.000 dólares de entonces. De este mismo templo se recortó un San Pedro, “actualmente en paradero desconocido”. Mientras que la pieza ahora hallada representa a san Gervasio. “Se encuentra en un estado de conservación bastante bueno”. Este san Gervasio tiene unas dimensiones de 140,6 centímetros de alto por 73 centímetros de ancho. Está de cuerpo entero y se le representó sin barba y con un manto azul grisáceo y una túnica roja. Sujeta con la mano izquierda una cruz que señala con la mano derecha. Arriba una inscripción lo identifica: “S[an]C[tv]S GERFASIUS”.

Pintura de San Gervasio en la iglesia de Santa Maria de Cap d’Aran (Tredós), una de las obras encontradas en Suiza. JUAN ANTONIO OLAÑETA

En Sant Llorenç d’Isavarre, “parece que el conocimiento de la venta de algún fragmento de las pinturas al extranjero, sin la oportuna autorización, suscitó la intervención del entonces director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, que pidió explicaciones al Obispado”, se cuenta en el artículo. Esa alarma había saltado por una publicación que informaba de una venta en 1956 al Museo de Arte de Toledo (Ohio). La fragmentación también tuvo entre sus destinos el MNAC, en esta ocasión con trozos cedidos por Gudiol. Una generosidad que se debía a que “eran las piezas en peor estado de conservación y, por lo tanto, más difíciles de colocar en el mercado”.

Pez de las pinturas murales de la iglesia románica de Sant Llorenç d’Isavarre, situada en esta localidad leridana, que está en una colección particular de Suiza. JUAN ANTONIO OLAÑETA

De esta iglesia son tres los paneles que posee la colección particular suiza, ¿será de un hombre, de una mujer? En cualquier caso, esa persona ha querido protegerse de cualquier dato que pueda identificarla. La primera obra, de 163 centímetros de alto por 62 centímetros de ancho, representa a un apóstol con cabello y barba marrones y una túnica de ese mismo color. Además, sujeta con la mano derecha un libro cerrado. Los investigadores creen que se trata de “Iacobvs (Santiago)” por unas letras inscritas: “CO…V”. Hay un segundo apóstol, de 161 centímetros de alto por 58 centímetros de ancho, que también tiene el pelo y la barba marrón. Sostiene un libro con una mano, pero en este caso los expertos no han podido identificarlo. Por último, la tercera pieza es un sonriente pez.

Igualmente dispersas están las pinturas arrancadas del ábside de Sant Iscle i Santa Victòria de Surp. También se buscó en su momento a clientes entre museos y coleccionistas. Hoy están entre el MNAC, el Museo Diocesano de Urgell, el citado museo de Ohio y la misteriosa colección suiza, que posee dos paneles: uno es el león de san Marcos y el otro el buey de san Lucas. Ambos animales sujetan con sus patas delanteras un libro y tienen la cabeza girada para mirar a Jesucristo.

El buey de San Lucas arrancado de la iglesia de Sant Iscle i Santa Victòria de Surp (Lleida), que está en una colección particular de Suiza. Esta pieza y el león de San Marcos (más arriba) eran totalmente desconocidas. JUAN ANTONIO OLAÑETA

Los historiadores firmantes del artículo lamentan en sus conclusiones la diáspora sufrida por estas pinturas románicas, un descuartizamiento que además ha provocado que “nunca más”, subrayan, se pueda saber cómo era al completo la decoración original de los tres templos. Un rompecabezas imposible de recomponer mientras haya quien disfrute en su casa de un cuadro en la pared que en realidad fue arrancado de unas pinturas realizadas en los muros de iglesias catalanas hace más de 800 años.

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