Resurrection Fest: de la música del Averno a las bodas satánicas y los bebés amamantados con decibelios

El mayor festival de ‘metal’ de España congrega en el pueblo lucense de Viveiro a decenas de miles de fieles de 46 países. Abuelos y nietos acuden juntos al reclamo de bandas como Ghost, Pantera o Slipknot

Marta Samartín, Noelia Barragán, Ana Francisco, David Francisco, Alfredo Vargas y el pequeño Max, de siete meses, posan junto a sus "damos de honor" ante la Resuchapel, la capilla para "bodas satánicas", el pasado sábado.S. R. P.

Los bazares de Viveiro (Lugo, 15.231 almas) encargan palés de artículos de Halloween dos veces al año. Una, para la víspera de Difuntos. Otra, para el acontecimiento que todos los veranos, entre finales de junio y principios de julio, transforma la pequeña ciudad cantábrica en portal al Averno, una escenografía necesaria para recibir las voces de ultratumba y el terremoto de guitarras de las bandas internacionales que se dan cita en el gran festival de ...

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Los bazares de Viveiro (Lugo, 15.231 almas) encargan palés de artículos de Halloween dos veces al año. Una, para la víspera de Difuntos. Otra, para el acontecimiento que todos los veranos, entre finales de junio y principios de julio, transforma la pequeña ciudad cantábrica en portal al Averno, una escenografía necesaria para recibir las voces de ultratumba y el terremoto de guitarras de las bandas internacionales que se dan cita en el gran festival de metal de España, “el Resu”, o Resurrection Fest. Marta Samartín, sin ir más lejos, se ha comprado en la tienda oriental una sombrilla de encaje negro digna de la más siniestra damisela, una falda larga de tul del mismo color y un ramo de rosas que esconde, en cada capullo, un ojo de plástico. Su cuñada Ana Francisco ha encontrado unos cuernos de macho cabrío que combinan a la perfección con unas trenzas postizas, unas lentillas rojas, un collarín de polipiel y un corsé tachonado de pinchos. Ellas y su grupo de amigos (asturianos, leoneses, gallegos y un turolense), veteranos del festival, han puesto a prueba el stock de mercancía oriental porque el sábado por la tarde, cuarta y última jornada del Resu, protagonizan la última boda ante Satán. Los Resumonios —oscuros esponsales en la Resuchapel de un bulevar comercial que recibe a los asistentes con un letrero luminoso idéntico al de Las Vegas— han sido una de las novedades de la 18ª edición del Resurrection Fest, un evento que no necesitó llegar a su mayoría de edad para consagrarse como el primero de España en su género.

Cuatro “damos de honor” u “orcos” darán fe de que Marta, Ana, su amiga Noelia Barragán, David Francisco y Alfredo Vargas contraen libremente esta unión que no les traerá más que “penitencias”. Un enlace que no es matrimonio, sino “pentamonio y medio”, la boda no oficial pero muy simbólica (y con certificado y arroz SOS) de cinco adultos y un bebé de siete meses. Max es el niño más pequeño entre el ejército de críos que acuden a este festival para gente de todas las edades, desde los abuelos que pasan de 70 años hasta los nietos en etapa preescolar.

Desde las dos y media de la tarde hasta muy pasadas las tres de la madrugada, la ciudad del Resu, instalada en Celeiro, la zona portuaria de Viveiro, con su Resucamp de caravanas y su glamping (camping de lujo) ha retumbado entre espectáculos encadenados, solapados, durante cuatro días (del 28 de junio al 1 de julio), en otros tantos escenarios. Los suecos Ghost, los estadounidenses Pantera y Slipknot y los australianos Parkway Drive encabezaron un cartel con un centenar de formaciones de medio planeta. El programa lo diseñan cada año los mismos organizadores, un equipo capitaneado por dos vecinos de Viveiro todavía treintañeros, los hermanos Iván y David Méndez, que con su amigo Iván Pérez se propusieron un día traer hasta su pueblo a su banda favorita, los neoyorquinos Sick Of It All. Se plantaron con sus planes en el despacho del alcalde socialista, el ya fallecido Melchor Roel, y el sueño de aquellos jóvenes despegó en 2006.

Concierto de la banda estadounidense Pantera, el 29 de junio en el Resurrection Fest.RESURRECTION FEST

Aquella aventura se ha convertido en todo un fenómeno sociológico. Entre las multitudes que reponen fuerzas del día a la noche con los puestos de comida y cerveza (y arrasan con las existencias de las tiendas de camisetas negras desplegadas intramuros) hay señores que el resto del año se visten de ejecutivos, gobiernan empresas, administran bancos, asesoran a políticos o dirigen juzgados y fiscalías. “Estoy flipado con el poder adquisitivo de muchas de estas personas”, confiesa un vendedor, “en otros festivales es mucho más difícil hacer caja porque el público es más homogéneo, prácticamente todos estudiantes o adolescentes”. Al empezar la tarde del cuarto día, las prendas oficiales del Resu ya se han agotado y entonces el público se abalanza sobre los mostradores que despachan las de las bandas participantes. Uno de los platos fuertes, los alemanes Powerwolf, se llevan el premio a “los que menos venden”, revela una dependienta. “Solo dos” camisetas conmemorativas de su cita en Viveiro, hasta que al caer la tarde se venden otras dos, a 35 euros cada una. En la pechera llevan el dibujo de un licántropo vestido como para las Cruzadas; la fiera enseña los dientes y enarbola una bandera (constitucional) de España.

La organización habla de más de 136.000 asistentes de 46 nacionalidades, sumando los cuatro días. La jornada con más público superó los 40.000, y de estos muchos repetían porque tenían abono (a partir de 139 euros). Otros fans solo han podido ir un día, como Mariló y Rubén, y han viajado desde Lugo con su hijo menor, Luca Quiroga, que a sus dos años ya baila como si no hubiera mañana. A la hora de la merienda, la madre saca del carrito un yogur natural y una cuchara. El padre cuenta que en su casa el pequeño crece amamantado por la música. Da igual que sea metal, punk, hardcore... “o Isabel Pantoja”, reconoce Rubén: “A mí me gusta de todo... aquí llegamos escuchando Marinero de luces”. A pocos metros de Luca, Fran López cuida de su ahijado, Anxo, de 20 meses, que degusta con frenesí el chupete mientras se le empiezan a cerrar los ojos. El bebé lleva cascos aislantes para proteger los oídos, lo mismo que la procesión de 53 infantes que atraviesan, pasadas las siete de la tarde, la atiborrada explanada del concierto de la banda francesa de inspiración nipona Rise of the Northstar. “Un aplauso para los resukids”, gritan desde la megafonía justo cuando los niños, cada cual con la camiseta de su grupo preferido, pasan en fila con sus monitores, rodeados por una cuerda para no perderse entre la masa, detrás de un barco vikingo con ruedas.

Pareja de asistentes al Resurrection Fest.RESURRECTION FEST

El servicio de guardería entretiene a los críos todo el festival con juegos y actividades. Pero otros menores prefieren saltar pegados a sus padres hasta la madrugada. Y si no que se lo pregunten a Nerea y Ander, hermanos de ocho y cinco años, de Ondarroa (Bizkaia), o a Mara y Edur, gemelos de ocho, llegados desde Bilbao. Mara está feliz, porque al fin ha heredado el chaleco vaquero con parches de AC/DC, Guns and Roses y Kiss de un hermano mayor. “Nuestro grupo favorito es Ghost”, afirma muy segura de sí misma la pequeña. “El otro día en su concierto aguantamos hasta las dos de la mañana sin parar”, presume, “tenemos un truco para no dormirnos: echar la siesta y comer helado”.

Volviendo a la ceremonia nupcial del principio, la postrera del Resu 2023, resulta que Max, de siete meses, ya había asistido el año pasado en la barriga de su madre, Marta Samartín, y ahora está siendo “maldecido” por el “oficiante” del resumonio, en un templo decorado con fantasmagóricos monjes, calaveras, cruces de neón y un esqueleto entero. Pedro Durán, un actor que también trabaja para la Televisión del Principado de Asturias, suda bajo la sotana de su reverendísimo personaje en la pequeña capilla negra —patrocinada por el licor Heretic—, que arde como el mismo infierno cuando pega el sol en la techumbre.

El actor Pedro Durán, "oficiante" de las bodas satánicas del Resurrection Fest.Inés Sánchez

Fue correrse la voz de que este año en el festival se iban a celebrar las endiabladas bodas y “se apuntaron mil parejas” (o grupos) aspirantes, cuenta Durán. Pero no se podían atender todas las peticiones y “se seleccionó a una veintena”: “Canarios, valencianos, madrileños, andaluces, vascos, catalanes, portugueses...”, trata de recordar el sacerdote, que se ha pasado el festival invocando a Satanás mientras los demás alzaban su mano cornuda. Antes de maldecir la unión, Durán advierte a los presentes de todos los males que les esperan si dan este paso: “Está escrito. Sentiréis las llamas del Averno. El maligno descubrirá todos y cada uno de vuestros secretos, y lo hará en el peor momento, cuando pueda haceros daño y joderos. Será como un mal político en elecciones, os prometerá dinero, fama, belleza... pero no lo cumplirá”.

“Hay quien dice que somos el mejor grupo del Resu”


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