Lucha total de poder en torno al español
El congreso de la lengua de Cádiz muestra las tensiones de las instituciones por dominar la política del idioma, con pugnas entre la RAE, el ministerio de Asuntos Exteriores y el Instituto Cervantes
El Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) celebrado esta semana en Cádiz ha servido para debatir los problemas a los que se enfrenta el español en el mundo. Pero, sobre todo, esta ciudad fortificada, de asedios, defensas, ataques y repliegues, ha sido el lugar perfecto para escenificar la guerra abierta declarada durante su organización por las instituciones que se ocupan de la política de lengua. Dos de sus mayores representantes, Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE) y Luis García Mon...
El Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) celebrado esta semana en Cádiz ha servido para debatir los problemas a los que se enfrenta el español en el mundo. Pero, sobre todo, esta ciudad fortificada, de asedios, defensas, ataques y repliegues, ha sido el lugar perfecto para escenificar la guerra abierta declarada durante su organización por las instituciones que se ocupan de la política de lengua. Dos de sus mayores representantes, Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE) y Luis García Montero, responsable del Instituto Cervantes (IC) reconocían el jueves haber vivido roces durante la organización. Pero los mayores se han producido con un tercero en discordia, el ministerio de Asuntos Exteriores dirigido por José Manuel Albares, quien con la recién creada división dentro de su departamento de El Español en el Mundo, ha decidido adoptar una táctica muy agresiva frente a los dos primeros.
Así se ha puesto de manifiesto a lo largo del CILE. Todos buscan dominar con sus respectivas estrategias las acciones que desde España se aplican a nivel global. Están de acuerdo en que una coordinación que respete sus respectivas independencias sería la salida razonable. La preparación del congreso desató las tensiones por la urgencia, pero este ha llegado a su fin con éxito y después de un trabajo extenuante por parte de los equipos que se han encargado de organizarlo en cada institución en solo cuatro meses. Muñoz Machado manifestó el jueves antes de la clausura que si bien habían existido tiranteces “han quedado limadas”. Por su parte, Luis García Montero, responsable del Cervantes, aseguraba: “Las instituciones que navegamos en el mismo barco nos entendemos, si surgen roces es por parte de algunas personalidades”. “Pero el español tiene estas cosas. Si una tilde desata pasiones, nos podemos hacer una idea”.
Entre todos han sacado adelante el CILE después de que se suspendiera en Arequipa (Perú) por la inestabilidad social que vive el país andino y pasara su sede a Cádiz. Al final del mismo confirmaron que la ciudad peruana era el lugar elegido para la próxima reunión. Esperemos que para entonces, la lucha por el poder del dominio de la política de la lengua se haya relajado más de lo que todos han evidenciado en Cádiz esta semana.
César Antonio Molina, contra Exteriores
El conflicto viene de lejos y ha latido con mayor y menor intensidad dentro de los sucesivos Gobiernos. En 2007, César Antonio Molina, ministro de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero, libró un pulso con Exteriores para quedarse con el Cervantes en su departamento. Lo había dirigido antes de llegar al Gobierno y conocía el potencial de la institución para la acción cultural exterior. Contaba con buenas razones de fondo. Pero fue muy torpe en las formas y perdió la batalla frente al entonces titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Hoy, el Ministerio de Cultura y Deporte se ha apartado del posible conflicto que supone el control de la acción exterior en ese campo dentro del Gobierno.
Molina fue cesado en gran parte por eso, y la lucha continuó de manera larvada incluso en los gabinetes del PP, con desencuentros entre José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura, y José Manuel García Margallo, ministro de Exteriores. El departamento diplomático quería conservar bajo su esfera el Cervantes, pero sin darle demasiado vuelo. A eso se unían los recortes y el ridículo presupuesto de la institución respecto a sus competidores europeos, con diferencias abismales, como las que separan los 700 millones de libras de British Council (795 millones de euros) con los 167 del organismo español. Los ejecutivos anteriores nunca creyeron realmente en la fuerza potencial del idioma como arma estratégica, no solo a nivel cultural, sino también en la política, la economía y ahora en un nuevo escenario que ha hecho cambiar todas las prioridades: el entorno digital, con el dominio de la tecnología, el campo abierto de internet o la llegada en tromba de la inteligencia artificial.
La lengua en la economía digital
Eso es lo que pusieron de manifiesto tanto la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, en la clausura del jueves, como la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, cuando intervino el miércoles en el congreso. La responsable del área económica anunció las inversiones que el Ejecutivo va a realizar en ese ámbito, con gran parte de los fondos europeos Next Generation dedicados a ello. En total, 340 millones de euros en diferentes proyectos que liderarán en parte la RAE. con su programa LEIA, y el Cervantes con el Observatorio de la Lengua y el Gran Corpus de Datos del Español, pero también otras instituciones. “Estamos impulsando desde el Gobierno que nuestra lengua se suba al nuevo tren de la economía digital”, aseguró. Ese es el factor que ha determinado un cambio de paradigma en las políticas globales del español con fondos, dinero y apuestas por poner en marcha proyectos audaces en juego.
Los actores del panorama lingüístico han tomado posiciones desde hace dos décadas en varios frentes. La RAE se adelantó con la iniciativa a principios del siglo XXI, a la hora de aplicar un cambio sustancial y visionario. Bajo el mandato de Víctor García de la Concha lideró la estrategia fundamental del panhispanismo desde 2005. Este director logró descentralizar la reglamentación del idioma y extenderlo horizontalmente a las 23 academias del español en el mundo, con la publicación del Diccionario panhispánico de dudas, primero, y con la incorporación activa de todas ellas a la elaboración de todos los manuales de la academia.
Hoy dictan sus normas por consenso y han funcionado perfectamente en esa clave desde entonces. El valor del panhispanismo ha sido remarcado de nuevo en Cádiz. Primero lo hizo el rey Felipe en su discurso de apertura y después se puso de manifiesto con la presentación de una nueva edición del Diccionario panhispánico, coordinada por el lingüista y académico Salvador Gutiérrez Ordóñez.
César Antonio Molina tuvo la ambición desde Cultura de liderar la acción cultural internacional por medio del IC. El Cervantes es la tercera institución en discordia. Está adscrito ―“Lo que no quiere decir que dependa del mismo”, asegura un responsable del Cervantes― a Exteriores, pero ha marcado una línea de referencia en la última legislatura con la gestión y visión del poeta Luis García Montero. Su mayor cualidad en términos de relación frente a otros agentes radica en su independencia, que le otorga un carácter institucional pero no gubernamental. Algo fundamental cara a los lazos, muchas veces delicados, con América Latina, por ejemplo. “Ese trabajo de años con los países americanos en los que se ha establecido un tú a tú puede peligrar si perciben ahora que su interlocutor es directamente el Gobierno”, aseguran en el IC.
Sin embargo, Albares busca limitar la labor del Cervantes a la órbita educativa y cultural, sin más campo de desarrollo, en principio, para lo que desde el Gobierno han considerado durante años el buque insignia de la lengua. Para liderar desde su Ministerio la nueva estrategia global del español, el responsable de la política exterior ha decidido crear un departamento dotado de poder real para recuperar el terreno perdido del idioma por parte de España en la esfera política y diplomática internacional. Y para eso cree que debe actuar el cuerpo diplomático.
Así lo puso de manifiesto en la jornada inaugural y con su paso por la primera jornada del congreso cargado de una agenda muy activa. No solo pronunció un discurso en la inauguración, que tuvo lugar en el teatro Manuel de Falla. También abrió la primera sesión con un título lleno de intenciones: La fuerza del español en Europa y la escena internacional, cuando lo habitual en estos foros es que se encargue de ello la RAE o el Cervantes. Albares impuso en este caso su agenda y su presencia, dando pruebas de una discutible habilidad diplomática. En ella recordó que los países donde el castellano es la primera lengua representan un poder de compra del 10% del PIB del planeta. Además, es uno de los tres idiomas a la vez oficiales en la Unión Europea y Naciones Unidas y hoy lo estudian 24 millones de personas en todo el mundo, un 60% más que hace una década.
Alguien debe liderar esa pujanza. Pero lo ideal es que se afronte de manera coordinada y constructiva. La de Albares puede resultar una estrategia defendible en ciertos aspectos. El problema ha sido que durante la organización del congreso han surgido roces ―como el antes citado acerca de la primera sesión― y fricciones que han estado a punto de deslucirlo con polémicas internas que afectaban desde el inicio, por ejemplo, a quienes debían intervenir en la inauguración. En la misma estaba previsto por parte de la RAE que hablara Mario Vargas Llosa, a quien en Exteriores preferían en la ceremonia de clausura. Finalmente, el Nobel no ha acudido y se ha quedado en Perú.
De Arequipa a Cádiz
Todo empezó cuando, en diciembre, la Real Academia y el Cervantes decidieron no celebrarlo en Arequipa por las revueltas que comenzaron a asolar el país tras la destitución y detención de Pedro Castillo, su presidente. Se buscó desde el Gobierno una solución de urgencia. El Cervantes movió ficha con Exteriores y Cádiz ganó la apuesta con el apoyo de estas dos instituciones.
Además, había que pagarlo. El Ejecutivo ha destinado 4,5 millones a su organización con carácter de urgencia. Eso hizo que la RAE y la Asociación de Academias (Asale) vieran mermada su capacidad de acción y tuvieran que ceder más foco y protagonismo a Exteriores. Desde Zacatecas lo habían dominado junto al Cervantes, pero en Cádiz ambas instituciones se han visto obligadas a compartir escena con el Ministerio y su nueva división de El Español en el Mundo, que ha querido liderar el propio Albares.
Los diplomáticos que la integran pertenecen a una nueva generación que ha comprobado cómo el idioma en la esfera internacional no responde en calidad a la cantidad que marca la cifra de hispanohablantes globales. España ha cedido durante décadas mucha ventaja al inglés e incluso al alemán y el francés en el contexto europeo. Por eso han decidido emprender acciones coordinadas desde Exteriores para adquirir más influencia.
Cádiz ha supuesto un escenario fundamental para marcar su territorio. Pero las luchas no han cesado y han afectado a las relaciones de los agentes que deben lidiar con la política de la lengua en varios frentes. La desconfianza entre todos es mutua. Los diplomáticos andan convencidos de que el poder y potencial del español en el mundo es demasiado serio como para dejarlo en manos de lingüistas, filólogos y creadores. Estos, a su vez, creen que se trata de un asunto tan esencial que desborda las miras de quienes se ocupan solo de las relaciones internacionales.