Creed noquea a las nuevas audiencias con los viejos guantes de Rocky

Cada entrega de la nueva saga de boxeo ha recaudado más dinero gracias a su actualización del clásico de Sylvester Stallone en clave afroamericana

Jonathan Majors y Michael B. Jordan, en 'Creed III'.

28 de marzo de 1977. Ceremonia de los premios Oscar en el Dorothy Chandler Pavillion. Rocky, una pequeña producción de apenas un millón de dólares de presupuesto, acaba de ganar el galardón a la mejor película ante cuatro contrincantes formidables: Taxi Driver, Network, Todos los hombres del presidente y Esta tierra es mi tierra. En el escenario, sus dos productores, Irwin Winkler y Robert Chartoff, trajes negros, pajaritas, ocupan los dos lados del atril y de los micrófonos, y agradecen el premio. En el centro, callado, camisa blanca abierta de picos largos, pecho al desc...

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28 de marzo de 1977. Ceremonia de los premios Oscar en el Dorothy Chandler Pavillion. Rocky, una pequeña producción de apenas un millón de dólares de presupuesto, acaba de ganar el galardón a la mejor película ante cuatro contrincantes formidables: Taxi Driver, Network, Todos los hombres del presidente y Esta tierra es mi tierra. En el escenario, sus dos productores, Irwin Winkler y Robert Chartoff, trajes negros, pajaritas, ocupan los dos lados del atril y de los micrófonos, y agradecen el premio. En el centro, callado, camisa blanca abierta de picos largos, pecho al descubierto y despeinado, está el ideólogo de todo esto: Sylvester Stallone, guionista, protagonista e impulsor de una obra sobre el coraje que, aunque entonces no lo sepa aún, pasará a la historia como el paradigma del mejor cine popular. Al actor no le corresponde estar allí, pues solo los productores salen a recoger el Oscar principal, pero Winkler lo ha agarrado de la cintura en el pasillo del patio de butacas y lo ha obligado a acompañarlos.

Lo que ninguno de ellos imagina es que 46 años después de aquella noche triunfal, la película, convertida en franquicia de nueve títulos, con muertes, resurrecciones y derivas, estaría más viva que nunca. Todavía menos, que Winkler y Stallone andarían a la gresca por el legado de lo que supuso y sigue suponiendo una obra así, tanto en lo económico como en lo sentimental. Y aún menos, que la esencialidad del personaje protagonista y de los ambientes en los que se desarrolla virara desde el prototipo de hombre blanco de clase trabajadora, símbolo del resentimiento de la clase obrera de los años setenta tras la guerra de Vietnam, hasta la cultura afroamericana del siglo XXI en toda su extensión: social, política, económica, cultural, deportiva y musical.

Michael B. Jordan, protagonista y director de 'Creed III'.

Creed III, tercera entrega del spin-off dedicado al hijo del más famoso rival de Rocky, Apollo Creed, compuesta tras cinco entregas protagonizadas, guiadas y, en algún caso, incluso dirigidas por Stallone, y un loable renacimiento, Rocky Balboa, 16 años después de Rocky V, estableció el fin de semana de su estreno en EE UU el récord de taquilla de la saga al obtener 58 millones de dólares. Creed había recaudado 29,6 millones en 2016, y Creed II, 35,5, en 2018. En España, exactamente igual: algo más de medio millón de espectadores con la primera; casi 800.000 con la segunda, mientras la tercera, número uno de recaudación en la primera semana de su estreno, lleva, tras tres fines de semana, 4,2 millones de euros y más de 600.000 entradas vendidas. Adelantará a las precedentes. Son cifras crecientes, y poco habituales, que hablan de la salud popular de una serie que, de momento, no parece tener fin pese a las trifulcas de Stallone y Winkler, de 93 años, fuera del cuadrilátero: en las redes sociales y en los medios de comunicación, aunque no en los despachos de abogados porque ahí poco puede hacer el actor. Sly nunca tuvo el control económico del personaje; se le fue pagando crecientemente por cada uno de sus trabajos, ya fueran en la interpretación, el guion o la dirección, como protagonista o como secundario. Pero lo cierto es que, debido a esas desavenencias, Creed III es el primer título en el que no aparece, aunque se cita con reverencia a su personaje en un par de diálogos.

Sylvester Stallone y Michael B. Jordan, en 'Creed II'.MGM & Warner Bros. Entertainment

Tras la dignísima revitalización de la saga que supuso el puñetazo nostálgico de Rocky Balboa en 2006, la nueva saga Creed tiene el valor de haber llegado a otras culturas, razas, generaciones y ámbitos sociales manteniendo el discurso de la nobleza, el sueño, la redención, la dignidad y el coraje de su hacedor. Respeto quizá sea la palabra que más se repite en la serie: respeto por uno mismo y por lo logrado en la vida; y respeto por lo que nos legaron los demás. Y en ese sentido se funden lo puramente ficticio, las historias y sus personajes, y lo extracinematográfico: lo conseguido por Stallone, principalmente, y también por Winkler, pese a sus disputas. El relato inspirador del hombre insignificante que alcanza la gloria sigue pululando alrededor de Creed III, en una trama punteada por el oscuro pasado del protagonista, que regresa para ajustar cuentas con el millonario triunfador ya retirado que hoy es. Y además, ligando algunos subtextos y parte de sus conflictos con los de la película original de 1976, el del boxeador en el barro de la vida que tiene una única y seguramente imposible oportunidad de ser el campeón, en el deporte y en la existencia, y añadiéndole un sencillo aunque estimable toque clásico con matices de la fábula de El príncipe y el mendigo, y las vidas intercambiadas de los personajes de Michael B. Jordan, protagonista absoluto, y Jonathan Majors, el amigo de la niñez y verdadero aspirante al triunfo que acabó en la cárcel durante 18 años.

Cultura y comunidad negra

Dirigida por su carismático actor en un debut tras la cámara con notable pulso, Creed III es, como sus dos antecesoras, pura cultura y comunidad negra. Y ese giro, manteniendo las esencias, desde el potro italiano de barrio, tan cercano en algunos aspectos a El padrino y a la posterior Los Soprano por sus rozaduras con la mafia, hasta el mito afroamericano del deporte, casado con una estrella de la música negra, resulta fascinante. Con el personaje interpretado por Tessa Thompson, el de la esposa, la serie ha sabido convertirse en transmedia, al sumar unas bandas sonoras integradas en las historias y plagadas de grandes nombres del rap y los sonidos más asociados a la música negra, tales como Childish Gambino (Donald Glover), Meek Mill, Jhené Aiko y el productor y cantante Mike Mill Made It. Una narrativa transmedia que también ha llegado por medio del estilo en la filmación de los combates de las tres películas, tan semejantes a las retransmisiones televisivas de las cadenas HBO Sports y, en esta última entrega, a las de Dazn, con explícita presencia gráfica de ambas plataformas en la serie. Sumar influencias y sellos de impacto para incorporar nuevos públicos. Y que, de este modo, sucesivas generaciones se reúnan alrededor del mito de Rocky. La senda del cine popular.

Michael B. Jordan, Mila Davis-Kent y Tessa Thompson, en 'Creed III'.

En aquellos premios Oscar a las mejores películas del año 1976, cuando John G. Avildsen recogió el premio a la mejor dirección, ganando nada menos que a Alan J. Pakula, Sidney Lumet e Ingmar Bergman, dijo en el escenario que mucha gente le había dado cosas en la vida, pero que Stallone le había dado “su coraje, su corazón y su mejor oportunidad”. Chartoff, uno los productores, le agradeció “poder compartir sueño sobre Rocky”. Y ante las alabanzas de todos, y después de su silencio en los agradecimientos, Sly, convencido de que había hecho una película para el pueblo, concluyó en la última frase de la ceremonia: “Y a todos los Rockys del mundo, os quiero”.

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