Lou Reed: la terapia de choque de donde surgió su rabia

Salen a la luz las primeras grabaciones del neoyorquino, de 1965, por aquella época un joven de 22 años traumatizado por el ‘electroshock’. Entre ellas está la primera versión de ‘Heroin’

Lou Reed en Ámsterdam, en marzo de 1975.Gijsbert Hanekroot (Getty)

Y los padres decidieron llevar al chico al psiquiatra. Lou Reed tenía 17 años y Toby y Sidney, sus progenitores, querían corregir la tendencia de su hijo al amaneramiento. Era finales de los cincuenta y para una familia judía neoyorquina de clase media la posibilidad de tener un hijo homosexual (en realidad era bisexual) no era concebible. El psiquiatra diagnosticó lo siguiente: “Lou sufre delirios y alucinaciones y ve arañas caminar por las paredes. Quizá sea esquizofrenia”. Según se cuenta en ...

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Y los padres decidieron llevar al chico al psiquiatra. Lou Reed tenía 17 años y Toby y Sidney, sus progenitores, querían corregir la tendencia de su hijo al amaneramiento. Era finales de los cincuenta y para una familia judía neoyorquina de clase media la posibilidad de tener un hijo homosexual (en realidad era bisexual) no era concebible. El psiquiatra diagnosticó lo siguiente: “Lou sufre delirios y alucinaciones y ve arañas caminar por las paredes. Quizá sea esquizofrenia”. Según se cuenta en el libro de Anthony DeCurtis Lou Reed, Una vida (Cúpula), el futuro cantante enmarcó la carta y la colgó en la pared de su habitación. Era su rebelde y procaz manera de reaccionar. Los siguientes días el adolescente fue sometido a un tratamiento de electrochoque, un episodio que marcaría su personalidad artística y vital. Así lo cuenta a este diario Ignacio Julià, uno de los periodistas europeos que mejor conocen la figura del compositor de Walk On The Wild Side y autor del libro Lou Reed. Catálogo irracional: “El trauma que supusieron esas sesiones de electroshock ha sido bien documentado y está claro que explican, en parte, su rabia artística, su negativa a la normalidad, su rebeldía ante la industria y su antipatía por los periodistas…”. El 16 de septiembre se publica el disco Word & Music 1965 (ya se han adelantado tres temas), donde salen a la luz las primeras grabaciones de ese Reed malencarado, traumatizado y de carácter complejo que se forjó en aquella adolescencia tan infeliz como estimulante.

Lou Reed actuando el 13 de enero de 1966 en Nueva York con The Velvet Underground. Adam Ritchie (Redferns)

La historia de Word & Music 1965 ofrece datos fundamentales sobre la personalidad creativa de Lou Reed (Nueva York, 1942-2013). Hablamos de cuando tenía 22 años y todavía no se había formado The Velvet Underground. Reed siempre fue un paso por delante. Sus amigos empezaron a beber a los 16 y él ya fumaba marihuana; si los colegas miraban con ansia un Playboy robado en el quiosco, él ya andaba por el Marqués de Sade. Se aficionó a los escritores peligrosos: Burroughs, Vidal, Kerouac, Ginsberg… la generación beat. Le gustaba ofender, lo turbio, el sexo poco convencional. Quería experimentar y transgredir. Para luego escribirlo y cantarlo.

Cuando ingresó con 18 años en la universidad de Siracusa seguía un tratamiento para la depresión. También allí comienza a formar bandas. En el libro Lou Reed. Una vida le describen como un “experimentador”: con el sexo, las drogas, la música. Se cuenta que comenzó a ejercer de camello de heroína en las fraternidades universitarias. Incluso que utilizó a su primera novia seria, Shelley Albin (a la que están dedicadas hermosas obras suyas como Pale Blue Eyes), para hacer entregas. Él también la consumía.

En 1964, con 21 años, se graduó como licenciado en Literatura Inglesa. Había entablado amistad con el escritor Delmore Schwartz, por aquella época un borrachín en decadencia creativa, pero un artista con una obra referencial. Reed adoraba a Schwartz, escuchaba sus historias siempre regadas de alcohol y anhelaba llegar a las excelencias de sus textos, sobre todo su relato En los sueños empiezan las responsabilidades, que consideraba una obra maestra. Por esa época consiguió un empleo como compositor para la discográfica Pickwick. Escribía a la carta. ¿Una canción sobre el sol de California? Ahí la tienes. Luego, esa pieza se la ofrecían a grupos.

Allí comenzó a desarrollar sus propios temas. Uno de los primeros fue Heroin. Reed describía demasiado bien las sensaciones de la heroína inyectada como para no haberlo experimentado. Lo describe como narrador, sin mensajes moralistas: “Porque esto me hace sentir como un hombre cuando pongo una aguja en mi vena. / Y te diré que las cosas ya no son lo mismo… Heroína, sé mi muerte. / Heroína, es mi esposa y es mi vida. / Porque una dosis en mi vena / conduce al centro de mi cabeza. / Y entonces estoy mejor que muerto”.

En Word & Music 1965 se incluye la primera versión de este clásico del rock que luego grabó en 1967 para el primer disco con The Velvet Underground. Esta primeriza Heroin suena a voz y tosca guitarra acústica y dura 3,55, por los 7,13 de la original. Reed llegó a ofrecer Heroin a sus jefes en Pickwick, que le dijeron: “Nunca vas a llegar a nada con esa canción. Es mejor que te dediques a escribirnos más canciones de surf”. Hasta 11 temas registró en aquella primeriza sesión (todas en Word & Music 1965), incluidas piezas que luego formarían parte de la discografía de The Velvet Underground, como Pale Blue Eyes o I’m Waiting for the Man; a esta última se añade una armónica y una segunda voz, de John Cale, luego su compañero en The Velvet Underground y que Reed había conocido de tocar en el circuito neoyorquino. Todas las canciones respiran un aire folk y country del Greenvich Village neoyorquino de los sesenta. También surge algún rock and roll, como Buzz Buzz Buzz. En general, estas grabaciones remiten inevitablemente a Bob Dylan, al que Reed adoraba.

John Cale y Lou Reed, en diciembre de 1965, cuatro meses después de formar The Velvet Underground, en un concierto en el Cafe Bizarre de Nueva York. Adam Ritchie (Redferns)

La cantante Christina Rosenvinge, seguidora de Reed, analiza estas grabaciones para EL PAÍS: “Estas maquetas se pueden entender como el eslabón perdido entre la tradición americana y el avant-garde neoyorquino. Escuchar Heroin como tema folk es verdaderamente sorprendente, I Am Waiting for the Man lo mismo. Con ese arreglo uno esperaría oír hablar de trenes, chicas de tierras lejanas, campos y bandadas de pájaros, y en vez de eso te encuentras en lo más profundo del Lower East Side, otro tipo de tierra salvaje, suspirando por un chute. Un verdadero contrasentido. En estas grabaciones se entrevé a un Lou Reed que aún se estaba buscando, tocando con un John Cale que ya era parte del grupo de La Monte Young, y que debía estar tocando los temas de su amigo pensando en cómo sustituir el trigo por disonancia. Una maravilla”.

Ignacio Julià esboza cómo era aquel Lou Reed con 22 años: “Un muchacho problemático al que impulsaba una gran pasión por explorar el submundo, la periferia de la sociedad y sus habitantes al margen, y crear música que reflejase esa búsqueda. Siempre me fascinó el hecho de que grabase su primer disco, un sencillo de doo-wop, con solo 16 años; y también que siguiese activo como músico hasta sus últimos días. Si perfilamos la trayectoria que va de estos primeros ensayos hasta su incomprendida pero a mi juicio extraordinaria obra final Lulu, junto a Metallica, observamos en toda su dimensión a un creador irrepetible que rompió fronteras estéticas, literarias y morales”. Rosenvinge añade: “Mis hermanos mayores tenían algunos vinilos de Lou Reed. Recuerdo escucharlos a los 14 años con verdadera fascinación. De Transformer me encantaban las canciones; de Rock and Roll Animal me atraía el misticismo del directo (no había estado en un concierto aún), y de Berlín, el dramatismo de la historia. Pero por encima de todo era esa voz semihablada, aterciopelada, frágil y profunda, que conseguía traspasar los altavoces y sonar como si estuviera cantando en tu oído, lo que resultaba, y resulta, hipnótico”.

Lou Reed y su pareja de los últimos años, la artista Laurie Anderson, en una galería de arte en 2005, en Nueva York. Patrick McMullan (Patrick McMullan via Getty Image)

La parte misteriosa de las grabaciones contenidas en Word & Music 1965 viene aquí: aquel veinteañero Reed las grabó en una cinta que metió en un sobre con un sello con fecha de 11 de mayo de 1965. El remitente era él mismo: Lewis Reed (su nombre real) y estaba firmada por un notario. ¿La razón de este sorprendente envío? Era habitual en algunos músicos que se enviaran a ellos mismos las grabaciones por correo como una forma de establecer los derechos de autor. Un paquete sellado y registrado ante notario demostraba que las canciones existían en esa fecha. En conclusión, Reed estaba mirando por su futuro y quería asegurarse de que esas composiciones siempre iban a ser suyas. Así de claro tenía que iba a trascender. Dos meses después de registrar esos temas, en julio de 1965, Sterling Morrison se unió al grupo de Reed y Cale y decidieron llamarse The Velvet Underground. En diciembre de ese mismo año se sumó la baterista Maureen Tucker.

El sobre con la cinta, sin abrir, fue encontrado en su oficina después de su muerte, en 2013. ¿Por qué Reed nunca lo abrió? Eso se lo llevó él a la tumba. Fue en 2017, cuando su pareja, la también artista Laurie Anderson, llegó a un acuerdo con la Biblioteca Pública de Nueva York para donar diverso material del músico, cuando se descubrió. La cinta con esas primeras grabaciones estuvo escondida, por tanto, 52 años. Una historia propia de un tipo con fama de cascarrabias y alérgico a la prensa que cantó a las almas descarriadas de las urbes mejor que nadie.

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