Borja Cobeaga: “El nacionalismo madrileño daría para una buena comedia”

El cineasta, que ha pasado el verano sin su familia, de mudanza y rodando en Madrid la serie ‘No me gusta conducir’, se consuela con una copita de vino

Borja Cobeaga, guionista y director de cine, el 12 de agosto en el bar Gloria Bendita de Madrid.claudio álvarez

La primera ola de calor del verano cayó justo al principio del rodaje en Madrid de la serie No me gusta conducir, y la calorina de mediados de agosto aún encuentra al cineasta Borja Cobeaga (San Sebastián, 45 años) en la misma ciudad en pleno montaje del proyecto que estrenará este año en TNT. Por si fuera poco, la subida de las temperaturas ha coincidido con la mudanza del guionista del programa Vaya semanita y de Ocho apellidos vascos, y director, entre otras películas, de Fe de etarras, a un...

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La primera ola de calor del verano cayó justo al principio del rodaje en Madrid de la serie No me gusta conducir, y la calorina de mediados de agosto aún encuentra al cineasta Borja Cobeaga (San Sebastián, 45 años) en la misma ciudad en pleno montaje del proyecto que estrenará este año en TNT. Por si fuera poco, la subida de las temperaturas ha coincidido con la mudanza del guionista del programa Vaya semanita y de Ocho apellidos vascos, y director, entre otras películas, de Fe de etarras, a una casa en la sierra. Con tono resignado y cómico dice estar viviendo como si estuviera dentro de la película Esta casa es una ruina y sentirse “mochilero” en el nuevo hogar mientras terminan de pintar.

Su plan ideal es una sesión matinal de cine —últimamente de cine infantil, con su hijo—, seguida de una comida. Otra gran afición es viajar en caravana, una pasión “inesperada” que ni él mismo pensó que tuviera y que le descubrió hace unos años su esposa. Fue ella también quien le regaló la matrícula para aprender a conducir cuando ya había cumplido los 40, como el protagonista de la serie que interpreta Juan Diego Botto. La mujer, el hijo y la caravana de Cobeaga están en Galicia, así que él recurre a otra afición: beber vino “sin tratar de intelectualizarlo” y sin querencia ninguna por el txakolí.

Pregunta. ¿Qué vino antes, la caravana o el carné de conducir?

Respuesta. Mi mujer me llevó de camping y pensé que me iba a espantar, cualquiera que me conozca no me ubicaría ahí, pero el ritual de la caravana, de llegar y plantar la mesa y el toldo me encantó. Hay un material maravilloso para un cotilla, y un sentimiento de aventura nada épica. Luego, cuando nos fuimos a vivir fuera del centro tuve que aprender a conducir.

P. ¿Costó mucho?

R. Soy muy torpe, suspendía, lo abandonaba y luego daba clases, pero nunca quería examinarme. Aprobé a la cuarta. Me di cuenta de que todo el mundo tenía una historia de cuando aprendió a conducir, las autoescuelas… Mi primera vez al volante me sacaron a la glorieta de Carlos V [junto a la estación de Atocha], un shock que he metido en la serie.

P. ¿Le ha cogido ya el gusto a conducir?

R. Soy miedica, así que suelo ir con un coche de alta gama presionándome y yo resistiéndome, parezco un anciano conduciendo, pero he rayado mucho la carrocería. Las columnas de los parkings son para mí como kriptonita. Eso sí, ahora soy mejor peatón, me he reequilibrado.

El cineasta Borja Cobeaga, el 12 de agosto en el bar Gloria Bendita de Madrid.claudio Álvarez

P. Ha estado desde 2014 hasta este julio al frente de DAMA, la entidad de gestión de derechos de autor de obras audiovisuales. ¿Con las plataformas los creadores pierden o ganan?

R. Hace ocho años el tema de las plataformas sonaba a una cosa extraterrestre. Son multinacionales que en muchos casos no tienen ni sede en España, ahora empezamos a ganar, pero hay que estar vigilantes.

P. ¿Hay una burbuja? ¿Se acaba la bonanza?

R. Más bien ha habido una época dorada. Ahora las plataformas cada vez se parecen más a la televisión más tradicional. Empezó muy sofisticado el tema de las series, pero se va asimilando. Eso de “vamos a financiar tus sueños” y el creador es lo primero ha pasado y ahora hay más control y menos diversidad.

P. ¿Qué opina de la nueva ley audiovisual?

R. Es una puñalada trapera. Si los grandes operadores no tienen que asociarse con independientes es un “yo me lo guiso, yo me lo como”.

P. ¿Vivimos buenos tiempos para la comedia?

R. Siempre es un buen momento porque hay mucho público, pero los productores tienen pavor al fracaso y por eso se apuesta por adaptaciones de éxitos de otros países. Y tú quieres triunfar o fracasar, con tus propias ideas.

P. ¿La risa es el mejor antídoto contra la crispación y violencia política?

R. Hay un material alucinante, la politización de hoy en día me recuerda a lo que vivimos en el País Vasco cuando cada gesto, hasta decir buenos días, tenía una carga. El nacionalismo madrileño, algo que nunca sospeché que podría darse en esta ciudad maravillosa y asquerosa, daría para una buena comedia. También faltan comedias y sátiras del pasado más reciente, sobre la Transición.

P. ¿La risa es peligrosa?

R. Se ha hablado mucho de los límites del humor y a veces te acusan de blanquear y humanizar la historia por hacer bromas, pero al final la comedia siempre se abre paso.

P. ¿Qué humor no le hace gracia?

R. Odio el humor porreta.

P. ¿La paternidad tiene su gracia?

R. A veces pienso que mi hijo es una reencarnación de Hitler y que debería hacer un guion titulado Mi luchita.

P. ¿Qué echa de menos de San Sebastián cuando va a Galicia?

R. Los gallegos son los más suyos, más que catalanes o vascos. En Sanxenxo hay un espíritu de pijería donostiarra que reconozco y la playa de Silgar es paseante como La Concha. Eso sí, hasta que fui nunca había visto a personal doméstico con cofia en la arena.

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