Los ‘cuadris’ no perdonan

Damián Castaño cae herido en la madrileña Feria del Toro de Cenicientos y sus compañeros se van de vacío en una seria y decepcionante corrida de Cuadri

Damián Castaño es cogido por el segundo toro de la tarde. Philippe Gil Mir.

Pintaba bien el segundo capítulo del festejo. Frente a frente, un señor toro de Cuadri, encastado y exigente, y un torero macho, Damián Castaño, dispuesto y entregado. El toro, además, había cumplido en las tres varas a las que acudió. La faena había comenzado con intensidad. Castaño, sin apenas probaturas, ejecutó una estimable tanda en redondo y el astado respondió embistiendo con transmisión. La gente estaba contenta e ilusionada. Llegó la segunda tanda, un pase y, cuando el torero se disponía a...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Pintaba bien el segundo capítulo del festejo. Frente a frente, un señor toro de Cuadri, encastado y exigente, y un torero macho, Damián Castaño, dispuesto y entregado. El toro, además, había cumplido en las tres varas a las que acudió. La faena había comenzado con intensidad. Castaño, sin apenas probaturas, ejecutó una estimable tanda en redondo y el astado respondió embistiendo con transmisión. La gente estaba contenta e ilusionada. Llegó la segunda tanda, un pase y, cuando el torero se disponía a dar el siguiente, el astado se paró, lo vio y fue a por él. Es lo que tiene este tipo de toros; al más mínimo descuido… no perdonan.

No tuvo que desplazarse lo más mínimo el de Cuadri; le bastó un derrote seco para lanzar al salmantino por los aires varios metros y dejarlo en el suelo hecho un guiñapo. La voltereta fue tremenda. Y Castaño, que intentó reponerse y volver a la lucha, tuvo que ser llevado a la enfermería, de la que ya no pudo regresar. Fue trasladado después al hospital de Móstoles (Madrid), donde le atendieron de una fortísima contusión y se le hicieron diversas pruebas que, afortunadamente, descartaron lesiones en las vértebras.

El percance de Castaño cayó como una losa en el ánimo de la tarde. A partir de ahí, nadie pudo remontar. Ni siquiera Alberto Lamelas, al que le correspondió el mejor toro de la seria, pero mansurrona y reservona corrida de Cuadri. Fue el quinto (que en realidad había sido enlotado como cuarto), un animal largo como un tren y de preciosa estampa que acudió presto hasta tres veces a la llamada del picador, y que después demostró un notable fondo de encastada nobleza.

Lamelas, que no había tenido demasiadas opciones frente al complicado y muy reservón primero, que pegaba un hachazo al final de cada muletazo, no anduvo a la altura de la calidad de su oponente. Y, encima, lo mató de un infame bajonazo.

Tampoco tuvo su tarde Tomás Angulo, joven torero extremeño que, desde que tomó la alternativa en 2015, apenas se ha enfundado el traje de luces. Esa falta de oficio se notó y mucho a lo largo del festejo, en el que tuvo que lidiar y estoquear tres toros por el percance de Castaño. Los de Cuadri requerían seguridad y dominio, pero Angulo no pudo pasar de voluntarioso.

Cuadri / Lamelas, Castaño, Angulo

Toros de Cuadri, muy bien presentados, serios, largos y hondos, pero mansos, reservones y deslucidos en conjunto. Los mejores fueron el encastado y exigente 2º, y el noble y buen 5º.

Alberto Lamelas: pinchazo hondo y estocada caída (vuelta tras leve petición de oreja); pinchazo y estocada baja y delantera (silencio); bajonazo (pitos).

Damián Castaño: cogido en la faena a su primero. Sufrió una fuerte contusión que le impidió continuar la lidia.

Tomás Angulo: media estocada algo delantera, caída y atravesada (silencio); dos pinchazos y media estocada delantera, perpendicular y muy atravesada (pitos); pinchazo hondo (silencio).

Plaza de toros de Cenicientos (Madrid). 14 de agosto. Primera corrida de la Feria del Toro. Alrededor de dos tercios de entrada.

Aunque por momentos se colocó en el sitio y expuso, nunca encontró el secreto para llegar a los tendidos. Bien es cierto que su lote tampoco fue un dechado de virtudes. Al contrario; los tres ejemplares que le correspondieron, se dejaron pegar sin más en el caballo, y llegaron al último tercio mirones y sin ganas de embestir. Sería interesante, eso sí, saber cuánto y cómo influyeron en ese comportamiento final las penosas lidias a las que fueron sometidos. Porque, hay que ver la tarde que echaron picadores y banderilleros… ¡Qué desastre!

Como suele ocurrir con este tipo de hierros, la psicosis se adueñó de cuantos pululaban en el ruedo y, salvo honrosas excepciones, la actuación de las cuadrillas fue un auténtico despropósito. ¿Cuántas pasadas en falso se darían a lo largo de la corrida?, ¿cuántas banderillas cayeron al suelo, en vez de en lo alto del morrillo? Es verdad que la mayoría de los toros midieron y cortaron, pero ello no justifica tan mayúsculo petardo. En estas situaciones, ante este tipo de animales, es donde se descubren los buenos y malos profesionales.

No lo olviden: los cuadris no perdonan.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Más información

Archivado En