Primavera Sound 2022: Nick Cave y Gorillaz, las dos caras del triunfo en la última noche
El festival, que se traslada a las salas de la ciudad, concentró a unas 80.000 personas en el Fòrum barcelonés
Las caras de los miembros de la organización eran de satisfacción. Pese a los problemas surgidos el jueves, el Primavera Sound logró reconducir la situación. A falta de datos oficiales que lo confirmen, el sábado noche consiguió reunir en el Fòrum a 80.0000 personas, a las que pudo brindar fluidamente los servicios requeridos. En la playa de Sant Adrià del Besòs había a medianoche tanto público como el que cabría en uno de los grandes yates amar...
Las caras de los miembros de la organización eran de satisfacción. Pese a los problemas surgidos el jueves, el Primavera Sound logró reconducir la situación. A falta de datos oficiales que lo confirmen, el sábado noche consiguió reunir en el Fòrum a 80.0000 personas, a las que pudo brindar fluidamente los servicios requeridos. En la playa de Sant Adrià del Besòs había a medianoche tanto público como el que cabría en uno de los grandes yates amarrados en el puerto. Una prueba de que la parte central del festival puede absorber razonablemente tres multitudes. Y fueron dos las que decantaron el triunfo de la jornada en el festival. Una para seguir el concierto de Nick Cave, una luctuosa cicatrización pública de heridas personales. Otra, con Gorillaz y su celebración de la fusión musical en un concierto en las antípodas del de Cave, festivo, colorista y bailable. En los festivales hay de todo y todo cabe, del luto a la juerga. Todo es cuestión de hora y de escenario. Por eso, en este mundo de consumo a la carta, ofrecen hoy por hoy una propuesta poco menos que imbatible.
Nick Cave venía emocionalmente desolado tras la reciente pérdida de su hijo. Era el segundo de sus conciertos de la gira y a las primeras de cambio quedó patente que el dolor solo podría espolearlo. Regaló, de entrada, las mejores poses de su fina estampa, engastada en un traje oscuro con camisa blanca. Antes de que acabase la primera canción del repertorio, Get Ready For Love, ya había estrechado las manos a quienes ofrecían las suyas desde las primeras filas. ¡Con qué vehemencia las alargaba el público en pos de su dios laico! Al poco tiempo, en From Hear To Eternity conseguía que un espectador le aguantase el micro mientras él se mesaba esos cabellos eternamente negros y lacios que peina hacia atrás mientras cantaba. Dominio escénico se llama, capacidad de seducción, un mito que se deja tocar y agradece la proximidad que le engrandece. Nick Cave es tan listo como el hambre.
El concierto tuvo una primera parte en la que transitó oscuro y retenido, con Cave aplicándose al piano en piezas como Oh Children o Carnage, de las que también es responsable un Warren Ellis que cada vez tiene más aspecto de náufrago. Su agostada melena canosa cayendo en torno a una cabeza que remata una barba que parece haber crecido como si de malas hierbas se tratase. No rehuyendo el dolor, sino más bien intentando exorcizarlo en público, Cave dedicó I Need You a sus dos hijos fallecidos. El mayor murió a comienzos del mes pasado. El público lo envolvió en una ovación que, si no le curó, fue el mejor lenitivo que la multitud podía aplicarle. La misma que reconoció el paso por escena de piezas como Jubilee Street y recuperaciones de antaño como Tupelo. En la segunda parte creció la electricidad mediante títulos del calibre de The Mercy Seat, dejando atrás los aires de doliente letanía. Ya en los bises, la suavidad de Into My Arms acompañó al concierto hasta su desenlace con Ghosteen Speaks. Y, por supuesto, nobleza obliga, las pantallas ofrecieron todo el concierto en blanco y negro. Diez y nueve estaciones de sanación sonaron en total.
Instantes después, en el otro extremo del Fórum, en la playa de Sant Adrià, había tan poca gente que hasta dos barras cerraron. Las abiertas tenían casi más servicio que demandantes del mismo. Alizzz comenzaba su actuación ante una explanada ocupada por hierba reseca y DJ Playero le daba al dembow ante público local, reconocible porque pronunciaba sin acento alguno Papi Chulo. Sea por la falta de acceso directo, o por una programación que en conjunto no ha sido muy llamativa, el Primavera tiene un agujero en Sant Adrià del Besòs. Por mucho que la fiesta acabe allí, cosa que ocurre cuando el resto de los escenarios principales ya no funcionan, la infraestructura desplegada no parece bien rentabilizada.
Porque, por supuesto, la fiesta estaba en la Plataforma Marina, donde Gorillaz desplegaron el colorismo de un concierto muy divertido. Una banda sensacional que incluía sexteto de viento y un grupo de coristas para ennegrecer aún más la propuesta, que tiene también raíces caribeñas, por la que desfilaron invitados que refuerzan el sentido coral del disco Song machine, season one: strange timez, desde De La Soul a Fatoumata Diawaran, pasando por Mos Def o slowtai. Todo ello envuelto en proyecciones donde mandaba el color y el dibujo animado, ante una multitud que recordaba la arena temblando y rebotando sobre un parche de percusión. Con Damon Albarn haciendo de todo, desde cantar a tocar melódica, teclados o guitarra, sonó de todo: dancehall, funk, Nueva Orleans, pop, soul, góspel, hip hop y mucho groove. Y en aquella marea de cuerpos en movimiento había, parecerá mentira, quienes mientras palmeaban su satisfacción con ambas manos resguardaban entre los pies sus bebidas con el celo con el que los pingüinos preservan sus huevos de la nieve. La técnica volverá a servir en el Fórum el próximo y último fin de semana de un festival que a partir de hoy mismo se traslada a las salas.