El MNAC de Barcelona despliega la sublime borrachera de luz de Turner y lo celebra como pintor de la naturaleza y los elementos
El museo inaugura una exposición con un centenar de obras del artista procedentes de la Tate de Londres y la confronta a otra de paisajistas catalanes de su propia colección
Un estallido de luz y color, que provoca un verdadero deslumbramiento físico y emocional, se ha apoderado de las salas de exposiciones temporales del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) con la extraordinaria muestra dedicada a Turner, compuesta por un centenar de obras procedentes de la Tate Gallery de Londres. Se ha comparado el efecto de la contemplación de los cuadros del gran artista inglés (Londres, 1775-1851), esos despliegues atmosféricos en los que el aire, el mar y el espacio adqui...
Un estallido de luz y color, que provoca un verdadero deslumbramiento físico y emocional, se ha apoderado de las salas de exposiciones temporales del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) con la extraordinaria muestra dedicada a Turner, compuesta por un centenar de obras procedentes de la Tate Gallery de Londres. Se ha comparado el efecto de la contemplación de los cuadros del gran artista inglés (Londres, 1775-1851), esos despliegues atmosféricos en los que el aire, el mar y el espacio adquieren una pureza esencial hasta trascender su propia realidad física, con el de leer a Shelley o escuchar los últimos cuartetos de Beethoven. Y de hecho los versos del poeta de Alastor parecerían estar describiendo una escena del pintor: “Si alguna vez la soledad ha guiado tus pasos / hacia las estrepitosas orillas del océano salvaje, / y te has quedado allí / hasta que el gran orbe del sol / pareció descansar en la línea ardiente de las olas, / habrás reparado en las líneas de purpúreo oro / que inmóviles penden / sobre la esfera que se sumerge; / habrás reparado en las hinchadas nubes / ribeteadas de un resplandor intolerable” (Queen Mab, libro II). La exposición, organizada por el MNAC y cuyo comisario es el antiguo conservador jefe de arte histórico de la Tate y especialista en Turner, David Blayney Brown, lo “celebra como pintor de la naturaleza y los elementos”, ha dicho Brown, que ha destacado que la comprensión de la luz es la mayor contribución del pintor a la Historia del Arte.
La muestra, hasta el 11 de septiembre, “una experiencia inmersiva”, se estructura temáticamente entrelazando conceptos, y así el visitante recorre secciones bajo nombres tan evocadores como “luces y atmósferas”, “sublimidad luminosa”, o “el sol es Dios” (afirmación que se atribuye al artista poco antes de morir). En el recorrido, óleos maravillosos, como Venecia, la piezzetta con la ceremonia del dux casándose con el mar (1835), con su atmósfera vaporosa en la que se funden la ciudad, el dogo, y el agua y casi el propio observador; el estrepitoso Caída de un alud en los Grisones, o Lago, Petworth, atardecer, con la niebla alzándose. El fan de Turner echará a faltar (por pedir que no quede) las obras maestras más conocidas, como El último viaje del Temerario, de la National Gallery; Aníbal cruzando los Alpes, o Paz, funerales en el mar (Art Institute of Chicago), el sepelio en las aguas cerca de Gibraltar, con su acento luminoso vertical, de su amigo el célebre artista escocés David Wilkie, muerto a bordo en 1841 cuando regresaba de un viaje a Tierra Santa. Tampoco está Ulises burlando a Polifemo, igualmente de la National, pero sí un espectacular óleo preparatorio que produce la misma impresión.
En total pueden verse 26 obras, con una buenísima representación de todos los temas tratados por Turner (paisajes, Venecia, playas, mares tormentosos, barcos, fenómenos atmosféricos, escenas mitológicas). El resto del material que se exhibe son acuarelas, con algunos dibujos a lápiz, guaches y grabados. A destacar algunos cuadernos originales del artista que provocan una especial emoción.
El director del MNAC, Pepe Serra, ha destacado que es la primera vez que Turner se ve en este museo y una de las pocas ocasiones en que se ha expuesto en España. Tras la exitosa muestra sobre Gaudí, ha dicho, el centro vuelve a apostar por una exposición importante de un artista grande. La forma en que se ha planteado la exhibición, ha añadido, permite entrar de una manera muy emotiva en la obra de un pintor extraordinario, “cuya sensibilidad por la naturaleza lo hace aún más contemporáneo”. Ha recalcado Serra la exposición paralela en las salas anexas, El latido de la naturaleza, que aprovecha el tirón Turner para mostrar unas 80 obras de artistas catalanes del XIX fascinados también por la naturaleza (Marià Fortuny, Ramon Martí i Alsina, Lluís Rigalt…) y que forman parte de los fondos del MNAC. El director ha enfatizado que de nuevo el museo hace “milagros” con los presupuestos, pues las dos exposiciones juntas han costado 450.000 euros.
El comisario Browne ha recordado por su parte que Turner, “que no era un hombre modesto y sí muy consciente de su propia importancia como artista” (acostumbraba a recomprar los cuadros que vendía), reunió una amplia representación de su obra y la legó a las colecciones nacionales británicas (más de 300 óleos y millares de acuarelas y dibujos), lo que explica la cantidad de su obra que posee la Tate y que es “un extraordinario privilegio”.
La exposición del MNAC, “muestra un amplio abanico” de la creación de Turner, lo presenta como “gran pintor de la luz” y tiene el especial interés de que junta de manera inédita obras públicas con obras privadas que conservó Turner y que no estaban pensadas para ser exhibidas. “Junto a los cuadros acabados para ser expuestos”, ha explicado, “tenemos cantidad de bocetos y dibujos, apuntes, muchos en acuarela, que eran observaciones directas y que usaba para recordar lo que había visto en el exterior, pues luego siempre pintaba sus obras definitivas en el estudio”, lo que lo distingue de los impresionistas, muchos de los cuales pintaban al aire libre. En esos trabajos previos, personales, pudo experimentar técnicas y recursos que después aplicó a los cuadros y que nos ofrecen una privilegiada ventana para aproximarnos a la manera en que pensaba y trabajaba Turner.
Brown, que ha recordado la importancia de los viajes de Turner (que no le llevaron a España), ha cuestionado las opiniones que hacen del artista un pintor abstracto avant la lettre, y ha dicho que “a él le sorprendería verse considerado así; lo abstracto es la negación de significado y Turner está lleno de sentido y emoción”. Ha subrayado la capacidad del pintor para plasmar los efectos naturales, como el movimiento de las nubes, el romper de las olas, las tormentas o los arco iris, de todo lo cual hay preciosos ejemplos en la exposición. “Lo que más le interesaba al mirar la naturaleza era el efecto de la luz”, ha sintetizado el comisario, que ha proseguido describiendo a Turner como un Próspero que cambiara los libros mágicos por los pinceles, “la luz como fuerza animada, que produce efectos en los paisajes, y disuelve formas y esencias”. La inefabilidad de la luz y el misterio sin el que no puede existir lo sublime, que decía Ruskin a propósito de Turner
Un apartado de la muestra está dedicado, en aparente paradoja, a la oscuridad, con cuadros como el famoso óleo Apolo y Pitón (el dios luminoso enfrentado al dragón en su tenebroso cubil) o el impresionante Mar tormentoso con pecio en llamas. “Turner estaba fascinado con las sombras como efecto de la (falta) de luz y de hecho llegó a lamentar que no existiera un negro más negro para pintarlas”. Lo hizo, precisamente, cuando le reprocharon que las velas negras del barco de Paz, funerales en el mar, no parecieran naturales de tan negras.
Preguntado por este diario por la célebre contraposición Constable / Turner, muchas veces favorable al primero en el debate pictórico histórico (como en el caso de Gombrich, que calificó al segundo de “soberbio tramoyista”, con una concepción grandiosa y sublime de la naturaleza, sin duda, pero menos sincero y duradero que el primero), Brown ha respondido: “¿Más honesto pintando Constable?, puede, pero la honestidad es a veces una limitación”.