El increíble caso del superventas menguante
Un estudio basado en las listas de ‘The New York Times’ indica que la extensión de los libros más vendidos cada vez es menor
Hay librerías de segunda mano que venden los libros al peso: es una curiosa forma, indiscutiblemente científica, de valorar los volúmenes. Lo que no es tan común es valorar los libros, no por su peso, sino por su extensión. Podrían considerarse midiendo su lomo (por ejemplo, 1 milímetro / 50 céntimos) o, más fácil aún, contando el número de páginas. Al fin y al cabo, una de las variables físicas más características de un ejemplar, además de su volumen o peso, es su grosor: si tiene pocas páginas será un librito, si tiene miles, diremos que es un tochazo.
Que la extensión importa ...
Hay librerías de segunda mano que venden los libros al peso: es una curiosa forma, indiscutiblemente científica, de valorar los volúmenes. Lo que no es tan común es valorar los libros, no por su peso, sino por su extensión. Podrían considerarse midiendo su lomo (por ejemplo, 1 milímetro / 50 céntimos) o, más fácil aún, contando el número de páginas. Al fin y al cabo, una de las variables físicas más características de un ejemplar, además de su volumen o peso, es su grosor: si tiene pocas páginas será un librito, si tiene miles, diremos que es un tochazo.
Que la extensión importa lo ha calculado un informe elaborado por Wordsrated, una organización estadounidense sin ánimo de lucro dedicada a descubrir datos relevantes sobre el mundo del libro y la edición. Lo que ha encontrado es el increíble caso del best seller menguante. En el último decenio (de 2011 a 2021) la extensión media de los libros más vendidos en Estados Unidos, según las listas de The New York Times e incluyendo las categorías de ficción y no ficción, ha caído 51,5 páginas de media (de 437,5 a 386), lo que supone un encogimiento libresco del 11,8%. La probabilidad de que un libro de más de 400 páginas entre en la lista de los más vendidos cayó un 29,5% en esos años: malos tiempos para los demasiado tochos. En otro orden de cosas, y dando idea de la fugacidad reinante en el mercado editorial, los que llegaron a estar entre los más vendidos en 2021 pasaron la mitad de tiempo en esa categoría en comparación con los elegidos por el público 10 años antes.
“En general, la lectura está en declive”, dice Dimitrije Curcic, director de investigación de Wordsrated. “Nuestra principal hipótesis fue que la capacidad de atención de los lectores (y de las personas en general) es más corta hoy en día”. El causante de esta atención dispersa y mermada es el aluvión de estímulos que recibimos en el presente ambiente tecnológico, principalmente a través redes sociales, aplicaciones, correos electrónicos y plataformas audiovisuales, múltiples vías que compiten por nuestra atención. Lo que algunos han dado en llamar infoxicación.
“No es que la atención de la gente decaiga, sino que nos la roban”, sentencia Curcic, “debido a eso, creo que es menos probable que nuestros lectores promedio se comprometan con un libro más largo, sino que elijan algo que consideren más realista para completar”. Las ventas de audiolibro se excluyeron de la investigación precisamente por ese motivo: la escucha de un texto leído es compatible con otras actividades y no monopoliza la atención. En los libros electrónicos la percepción de la extensión puede ser diferente: no se aprecia a priori, un libro en formato EPUB es una entelequia digital que ni siquiera pesa.
El saludable tocho español
En España no existen estudios que relacionen la extensión de los libros con las ventas. “Mi percepción es que los libros que más se venden son bastante extensos”, dice Álvaro Manso, portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). En efecto, muchos de libros más vendidos en 2021 son notoriamente gruesos: La bestia (Planeta), de Carmen Mola, 544 páginas; Sira (Planeta), de María Dueñas, 648 páginas; Los vencejos (Tusquets), de Fernando Aramburu, 704 páginas. Están muy por encima de la media calculada en el citado estudio (386 páginas), aunque no existen datos que indiquen las tendencias en el mercado español.
Comprar un libro grueso, desde la perspectiva del homo economicus, sale más barato, igual que comprar garrafas de cinco litros de aceite de oliva: ofrece más tiempo de entretenimiento por el mismo precio. Regalar un libro con presencia, volumen, tapa dura, y muchas páginas, suele quedar mejor (a no ser que uno pretenda ser visto como una persona ciertamente especial). Además, la extensión no es el único parámetro que influye en la compra y lectura de un libro. Otro dato a tener en cuenta es la promoción, y muchos de estos títulos extensos suelen ser apuestas editoriales apoyadas en grandes campañas publicitarias, como es el caso de los premios Planeta. “Una intuición que tengo es que, además, la gente ahora es más proclive a dejar de leer los libros cuando no le interesan, no existe ya esa obligación moral de acabar los libros empezados”, señala el librero. Vivimos tiempos fluidos también en este aspecto y se salta de libro en libro como si los libros fueran parejas.
“Lo que también percibo es que hay ciertos lectores, como los de best sellers, más enfocados en la trama, que suelen preferir libros más largos”, dice Manso, “los que leen libros más literarios no requieren tanta extensión: el trabajo de esos escritores muchas veces es pulir al máximo el texto, lo que produce libros más cortos”. Hay lectores que prefieren un relato muy extenso, un mundo amplio en el que sumergirse, familiarizarse con los personajes y no salir en meses (como en las series audiovisuales), otros prefieren ejemplares más cortos que les permitan conocer más historias, más autores, ser más ágiles en su exploración del panorama literario. Alguna vez se ha dicho que los libros de relatos cortos no se venden demasiado porque los lectores somos muy vagos mentalmente como para sumergirnos en diez universos distintos en un solo libro, uno por relato.
“La novela tiene una increíble ventaja frente a otros formatos para contar historias, y es su increíble plasticidad”, dice el autor superventas Juan Gómez Jurado. “Un día puede durar tres palabras o tres capítulos. En una frase pueden pasar años, o podemos dedicar 5.000 palabras a contar un par de segundos en los que explota una bomba, como hice en Reina Roja (Ediciones B). Lo único que importa, en realidad, es que sirva a la historia de la mejor manera posible”. El autor ha transitado así entre diferentes extensiones, desde las 664 de La leyenda del ladrón (Planeta) a las 320 de El espía de Dios (Roca). Por cierto, en abril se dedicó un papel muy pequeño, pero muy importante, a otro de los autores superventas que más papel ha vendido en España: Correos emitió un sello a Carlos Ruiz Zafón, fallecido en 2019.
El libro más largo del mundo
Es difícil decir cuál es el libro más corto del mundo, el que menos tiempo y atención requiere. Se considera el relato más breve El dinosaurio (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”) de Augusto Monterroso, pero por sí solo no configura un libro. Respecto al libro más largo, hay cierto consenso en señalar En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, que, aunque se publica en siete tomos, puede considerarse una sola obra de 9.609.000 caracteres (contando los espacios). Por ello se le otorgó el premio Guinness de los Récords a la novela más extensa: este año se celebra el centenario de su punto final y de la muerte de su autor.
En el otro extremo, además de los libros gordos, muchas editoriales apuestan por colecciones de libros pequeños y finos: Acantilado, Siruela, Destino... Por ejemplo, los Nuevos Cuadernos de Anagrama recuperan la idea de publicar libritos de rabiosa actualidad que el editor Jorge Herralde tuvo en los alrededores de la Transición. “Igual que en aquella época de ebullición política, ahora vivimos tiempos de crisis”, dice Isabel Obiols, responsable de la colección, “nuestra misión quiere ser la misma: aportar material de debate a la sociedad”. Publicar libros cortos le permite a la editorial ir más pegada a la actualidad, casi con afán periodístico, y llegar a lectores preocupados por los problemas contemporáneos, que no son pocos: “Podemos ser ágiles, ir improvisando un poco la programación, como una guerrilla”, señala Obiols, “aunque, al mismo tiempo, queremos que sean libros que no caduquen al momento”.
En tiempos en los que la atención está atomizada, los artefactos cortos y pequeños son una alternativa que, además, permite presumir de haber leído muchos libros utilizando el mínimo tiempo de nuestra vida, consagrado ahora principalmente a actualizar las redes sociales, preferentemente con fotos de desayunos healthys y mañanas soleadas en la playa.