El sueño cumplido de un Quijote flamenco en Nueva York
El bailaor Carrete de Málaga cumple la gran ilusión de su vida al actuar en la Gran Manzana a sus 82 años junto a Miguel Poveda impulsado por el rodaje de un documental
Con los ojos brillantes y una sonrisa que tardará semanas en irse, el bailaor Carrete de Málaga está en una nube. A sus 82 años ha conseguido cumplir su gran ilusión. “Toda mi vida he estado soñando con actuar en Nueva York”, explica desde su casa en Torremolinos. Lo cuenta aun flotando, casi sin creerse que el pasado 8 de abril se subiera a las tablas del Skirball Center, en el Greenwich Village neoyorquino, c...
Con los ojos brillantes y una sonrisa que tardará semanas en irse, el bailaor Carrete de Málaga está en una nube. A sus 82 años ha conseguido cumplir su gran ilusión. “Toda mi vida he estado soñando con actuar en Nueva York”, explica desde su casa en Torremolinos. Lo cuenta aun flotando, casi sin creerse que el pasado 8 de abril se subiera a las tablas del Skirball Center, en el Greenwich Village neoyorquino, como artista invitado del cantaor Miguel Poveda y dentro de la programación de la vigésima edición del Flamenco Festival. Se llevó una inmensa ovación. Todo el teatro en pie tras 12 minutos de baile por tarantos. El momento único fue registrado por las mismas cámaras que siguieron al artista durante todo su viaje por la Gran Manzana, incluida una actuación callejera en Washington Square, y las imágenes formarán parte del documental Quijote en Nueva York, dirigido por el malagueño Jorge Peña.
La biografía del artista, cuyo nombre real es José Losada Santiago, es de película. A su padre lo detuvieron momentos después de que cortara su cordón umbilical con unas tijeras de podar. Su madre, apodada La Carreta, le daba manga ancha en la calle. Ahí bailaba desde pequeño a cambio de unas monedas o de un trozo de pan. Limpió botas en el puerto, pisó sus primeros tablaos con diez años. Fue acogido por el Niño de Almería y su mujer, Pepa Vargas, La Tembleca. Con Los Vargas actuó en 1955 en el club El Remo, en la playa de La Carihuela, donde años después Brigitte Bardot descansaría de sus rodajes en la Costa del Sol. Hizo la mili en Ceuta, vivió en Santa Mónica (Los Ángeles), actuó en Anfield Road (Liverpool) y el Palacio Real de Noruega.
Bailó con Antonio Gades, Antonio Ruiz Soler, Camarón, Carmen Amaya. Torremolinos fue su casa desde los años 60. Vivió la época dorada de la localidad, acumulando anécdotas con Evita Perón, Frank Sinatra, Sean Connery o Anthony Quinn. Las noches no tenían fin. “De Madrid al cielo… y de Torremolinos al infierno”, asegura Carrete, que en las dos últimas décadas también ha impartido lecciones de baile. Paco Roji le escribió una biografía en 2009 titulada Al compás de la vida. “Es un artista de artistas, alguien que debería haber sido reconocido hace mucho tiempo”, asegura el experto en flamenco, que le acompañó en su aventura en Estados Unidos.
A lo largo de este intenso trayecto vital siempre hubo una constante: su sueño por bailar en Nueva York, que nació de ver a Fred Astaire en el cine Rialto de Málaga, donde Carrete se refugiaba del frío cuando niño. Creía entonces que el actor norteamericano bailaba por bulerías y él se imaginó triunfando en aquella lejana ciudad llena de estrellas. Ha sido ahora, gracias al rodaje del documental Quijote en Nueva York, cuando este Fred Astaire gitano ―como se le conoce ya en su tierra― ha podido cumplir su anhelo. “Tenía una ilusión enorme que pensé ya no se haría realidad. Y ha sido una maravilla”, insiste quien cuenta que se quedó “paralizado” cuando las 850 personas que llenaban el teatro se levantaron para ovacionarle. “Y yo pensaba: si aquí no me conoce nadie”, recuerda el flamenco, que no cambió la hora de su reloj durante el viaje para sentirse como en casa. Agradece “de corazón” la invitación de Miguel Poveda y también la generosidad de Tim Ries, saxofonista de The Rolling Stones, que le acompañó en una actuación callejera en Washington Square. “La gente se paraba a vernos, fue una experiencia increíble”, subraya.
El viaje también ha sido inolvidable para el director del documental, Jorge Peña, quien jamás había imaginado llegar hasta Nueva York cuando conoció, de una forma muy singular, al bailaor. Fue hace un lustro durante una actuación en las bodas de oro de sus padres. “Fue muy emocionante”, recuerda. “Bailaba y gritaba el nombre de Paca, mi abuela, que le ayudó cuando fue un niño de la calle en la posguerra”, explica Peña. Y así se animó a contar la historia de aquel artista, al que desde entonces acompaña aquí y allá para levantar el proyecto, que enamoró a la productora Elora Films.
Rodado también en Málaga, Torremolinos y Venta de Zafarraya, el título fue un regalo de Estrella Morente, quien en su entrevista para el documental cuenta que su padre, Enrique Morente, quería hacer un Quijote flamenco protagonizado por Carrete, aunque no tuvo tiempo. La cantaora es una de las voces de la película, en la que también intervienen artistas como Israel Galván, Miguel Poveda o Antonio Canales. También Rocío Molina, premio Nacional de Danza en 2010, que refleja en una sola frase lo que el protagonista de la película supone para el baile: “Es más moderno que yo”.
El equipo de Peña ―reciente ganador de una Biznaga de Plata en el Festival de Málaga en la sección Cinema Cocina― se paseó con sus cámaras por Brooklyn, Central Park, la estatua de la Libertad o Broadway. Los grandes rascacielos de Manhattan se convirtieron durante el rodaje en gigantes a los que Carrete ha derrotado cumpliendo su sueño, pero también reflejando su visión del éxito, el gran tema del largometraje. “Él, que ha pasado de la calle y tener hambre a lograr un reconocimiento artístico increíble, transmite que el éxito es humo, que lo más importante es vivir la vida que ha llevado con absoluta libertad”, cuenta Peña, que explica que su obra también habla de una España ya camino de desaparecer, que solo queda en la memoria de personajes como el bailaor malagueño.
El documental refleja el espíritu de supervivencia, la generosidad y los sueños, como el que ha cumplido Carrete, ovación incluida, en Nueva York. “Lástima que no pudiera ir de joven, con 30 años, para formar el lío”, remata con guasa el bailaor, que se deja llevar por la risa como lo hace por el flamenco sobre unos escenarios de los que, probablemente, nadie lo bajará. Pura energía para quien ya planea giras por Francia y Estados Unidos. Retos quijotescos para un personaje de otra época con una pasión vitalicia por el baile.